El tren

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Alba inmediatamente su puso tensa. Entonces vio a un chico, era el chico más hermoso que jamás había visto. Sus ojos eran de un extraño color gris azulado. Tenía cabello negro y rizos que caían sobre su frente. Tenía una sonrisa marcada, y un hoyuelo se formaba en su mejilla derecha.

Se acercó a ellos e inmediatamente sintió rubor en sus mejillas.

—Hola— dijo con un acento un poco extraño— quería ver si me pueden decir cómo llegar aquí.

Se acercó a Alba y sacó un mapa, pero en ese momento el chico abrió la boca y sangre comenzó a salir de ella. Alba vio un enorme agujero rojo en su pecho El chico se desplomó y detrás de él estaba Edahí con una especie de arma en la mano.

¿Qué te sucede? — gritó Alba con lágrimas en los ojos.

Ve— señaló Edahí al piso con tranquilidad en la voz.

El chico ya no era él, era una señora bastante grande de edad, tenía el cabello blanco y la piel morena, arrugas surcaban su rostro y sus ojos inexpresivos eran de un color negro.

¿Cómo...? — dijo Alba llevándose las manos a la boca.

Lili se acercó y la abrazó. Había sido una sílfide, expertas en su capacidad para controlar su apariencia frente a los demás. Jugar con la mente era su especialidad.

Gracias a que Edahí y violeta habían crecido con ellas, podían hacer que su mente fuera dura, que no permitiera que las sílfides jugaran con sus pensamientos.

Alba se tranquilizó un tiempo después, Lili y Violeta fueron a conseguir algo para comer, Dante estaba tratando de dormir en una banca de la estación y Alba estaba sentada junto a Edahí, ninguno pronunciaba palabra.

Lo siento— dijo finalmente Edahí— no quería darte esa impresión de mí...

Para— lo interrumpió Alba— fui una tonta, si no hubiera sido por ti, probablemente estaría muerta. No debo ser tan confiada. Nunca creí que fuera de los malos.

Una lágrima resbaló de su mejilla, pero inmediatamente la quitó con su mano. Debía dejar de ser tan débil.

No seas tan dura contigo misma— dijo Edahí tomando su rostro y haciendo que lo viera a los ojos.

Alba se quedó sin respiración por un instante, sus profundos ojos café obscuro casi la dejaron sin respiración. Podía sentir algo en el pecho, pero no podría explicar qué era. Edahí sintió lo mismo, y lo asustó, pero aun así dejó su mano tomando el rostro de Alba.

—Estoy harta de ser tan débil, tú perdiste a tu mamá y yo sólo estoy complicando las cosas. No debo dejar que mis sentimientos me sobrepasen...

Alba, esto es nuevo para ti, hasta hace algunos días el mundo entero creía imposible la existencia de Dante y la tuya, son un milagro. Es demasiado por procesar, y no trates de justificar lo que estás sintiendo. Ojalá pudiera sacar tan fácilmente lo que está en mi interior como tú lo haces.

Alba asintió, pero no se movió de la posición en la que estaba. Ninguno apartó los ojos del otro en ningún momento. Después de lo que parecieron horas, Alba se inclinó un poco y abrazó a Edahí, lo abrazó y como hacía días no se sentía, se sintió segura.


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Dos horas después estaban en un tren rumbo a Alemania, ese era su siguiente destino. Alba trataba de dormir ya que llevaba más de 24 horas despierta y necesitaba descansar. Pero en cuanto cerraba los ojos imágenes de vampiros aparecían en su mente. Ella nunca había visto a uno, y aun así los soñaba. Podía soñar cómo era cada uno de ellos, con sus colmillos llenos de sangre, volando hacia ella. Así que decidió que era mejor estar despierta.

Dante estaba mejorando, ya no sangraba de sus orificios y estaba un poco menos débil. Tampoco podía dormir, el ataque del vampiro se repetía una y otra vez en su cabeza.

Lili tenía los ojos cerrados, pero no estaba dormida Pensaba en Alex, en la primera vez que lo vio. Llevaba el cabello despeinado como siempre lo llevaba Dante, sus ojos eran tan claros y profundos que la dejaron sin respiración. Sin embargo, tenía ese aura tímido y oculto, como si escondiera algo. Lili recordaba la mirada de felicidad y derrota que Alex que le dio cuando se enteró que serían padres, esa mirada que le decía que se iba a sacrificar por ellos. Esa mirada que le decía que sería la última vez que vería al amor de su vida.

Edahí y Violeta eran los únicos que dormían, eran los únicos que estaban acostumbrados a ser perseguidos. Los únicos que siempre estaban huyendo y por lo tanto tuvieron que aprender a descansar, pero siempre estando alerta.

EL silencio en el tren se sentía pesado, como si cada vagón sintiera la tristeza que emanaba de los poros de cada persona presente. El rechinido de las ruedas en los rieles al frenar parecía un lamento.

La noche era sombría y triste, incluso respirar parecía un tormento. Entonces el golpe se escuchó, y unos segundos después el movimiento del tren y finamente un grito.

—Nos encontraron— susurró Lili inmediatamente.

Todos se pusieron alerta en cuanto escucharon el golpe. Incluso Dante que todavía estaba confundido por el efecto del antídoto.

Todos se pusieron de pie y caminaron hacia el lado contrario de donde habían escuchado el golpe. Alba estaba realmente asustada, pero trataba de controlarse. Dante comenzó a sentir la energía de más personas a su alrededor, como si estuvieran rodeando el tren.

—Nos tienen rodeados— dijo Dante con la voz rasposa.

Tengo una idea— dijo Lili inmediatamente.

Lili les explicó lo que planeaba hacer.

—Pero mamá— dijo Alba respirando profundamente para retener las lágrimas— con ese plan uno tendría que quedarse.

—Lo sé — dijo Lili aguantando ese nudo en su garganta— uno se debe sacrificar para que los otros lleguen. Ustedes son el amor de mi vida, Alba. Cuando perdí a su padre fueron los que me dieron fuerza para seguir adelante, y prometí que no dejaría que nada les sucediera. Es hora de cumplir mi promesa.

Alba rompió en llanto y abrazó a su madre. Dante que había estado callado, se levantó con esfuerzo y se unió al abrazo.

—Cuídala— le susurró a Dante—. Protéjanse entre ustedes. Los amo mis niños.

Ellos asintieron y llevaron a cabo el plan. Para cuando los vampiros entraron al vagón, Lili estaba esperándolos. Los distrajo el tiempo suficiente para que los demás llegaran a la cabina de control. Ya sólo necesitaban hacer una cosa.

Alto— dijo Alba con lágrimas en los ojos— no la podemos dejar aquí. No con ellos.

Todos habían visto llegar a por lo menos 15 vampiros al vagón. Se veían siniestros, como si quisieran asesinar, y probablemente así era.

Es la única manera, Alba. No entiendes cuán importante somos en este momento. Somos los únicos que quedan de nuestras especies.

—Pero es mi mamá.

Lo sé, lo sé, y lo siento— dijo Edahí antes de soltar el resto de los vagones del de control.


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