Capítulo 17

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— ¿Alguna vez te has encargado de las pruebas de aptitud? —pregunto, ya que parece calificado.

— No, procuro evitar a los estirados siempre que puedo.

No sé por qué alguien iba a querer evitar a los de Abnegación. Puede que sí a los de Osadía o a los de Verdad, porque la valentía y la sinceridad hacen que la gente haga cosas extrañas, pero ¿Abnegación?

— ¿Por qué?

— ¿Me preguntas porque de verdad crees que te voy a responder?

— ¿Por qué dices cosas a medias si no quieres que te pregunten por ellas?

Me roza el cuello con los dedos y me pongo tenso. ¿Un gesto cariñoso? No, le da unos golpecitos a algo y vuelvo la cabeza para ver qué es: V tiene en la mano una jeringa con una aguja muy larga y ha colocado el pulgar sobre el émbolo. El líquido de la jeringuilla está teñido de naranja.

— ¿Una inyección? —pregunto con la boca seca; normalmente no me dan miedo las agujas, pero esta es enorme.

— Usamos una versión más avanzada de la simulación, un suero distinto, sin cables ni electrodos.

—¿Cómo funciona sin cables?

—Bueno, yo tengo cables, así podré ver lo que pasa, — responde — pero en el suero hay un diminuto transmisor para ti que enviará datos al ordenador.

Me vuelve el brazo y mete la punta de la aguja en la tierna piel del lateral de mi cuello. Noto un dolor profundo en la garganta, hago una mueca e intento centrarme en la tranquilidad de su rostro.

— El suero hará efecto dentro de sesenta segundos. Esta simulación es distinta a la de la prueba de aptitud. Además de llevar el transmisor, el suero estimula la amígdala cerebral, que es la parte del cerebro que se encarga de procesar las emociones negativas, como el miedo, y después induce una alucinación. La actividad eléctrica del cerebro se transmite a nuestro ordenador, que traduce tu alucinación para convertirla en una imagen simulada que yo pueda ver y supervisar. Después enviaré la grabación a los administradores de Osadía. Tú te quedarás en la alucinación hasta que te calmes; es decir, hasta que te bajen las pulsaciones y controles la respiración.

Intento prestar atención a sus palabras, pero pierdo el control de mis pensamientos y empiezo a notar los síntomas típicos del miedo. Me pone las manos a ambos lados de la cabeza y se inclina sobre mí.

— Sé valiente, Jungkook — susurra — La primera vez siempre es la peor.

Su sonrisa cuadrada es lo último que veo.

Me encuentro en un campo de hierba seca que me llega hasta la cintura. El aire huele a humo y me quema la nariz. El cielo que me cubre es del color de la bilis, y verlo me produce ansiedad, mi cuerpo se encoge para alejarse de él.

Oigo un revoloteo, como las páginas de un libro movidas por el viento, aunque viento no hay. El aire está en calma y silencioso, salvo por el aleteo, no hace ni frío ni calor; no se parece en nada al aire, pero, a pesar de todo, puedo respirar. Una sombra desciende en picado.

Algo me aterriza en el hombro, noto su peso y el pinchazo de unas garras, y levanto el brazo para quitármelo de encima, dándole con la mano. Noto algo suave y frágil, una pluma. Me muerdo el labio y miro hacia el lado: un pájaro como el que dibujó G-Dragon vuelve la cabeza y clava en mí uno de sus relucientes ojos redondos.

Aprieto los dientes y golpeo de nuevo al baepsae con la mano. El animal me clava las garras y no se mueve, así que grito, más por frustración que por dolor, y pego con ambas manos. Sin embargo, el baepsae se queda donde está, decidido, mirándome con un ojo, mientras sus plumas reflejan la luz amarilla. Suena un trueno y oigo el repiqueteo de la lluvia en el suelo, aunque no llueve.

Facción antes que Sangre - VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora