Capítulo 25

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— No me das miedo.

— Claro que no, pero no me refería a eso.

Se ríe otra vez y, cuando lo hace, las paredes se rompen con estruendo y se caen, dejándonos en un círculo de luz. V suspira y aparta los brazos. Yo me pongo en pie a toda prisa y me sacudo. Me seco las manos en los pantalones. Encontrarme de repente sin él me ha dejado frío.

Se pone frente a mí, sonriendo, y no sé si me gusta su expresión.

— A lo mejor estás hecho para Verdad, — comenta — porque eres un pésimo mentiroso.

—Creo que mi prueba de aptitud lo descartó bastante bien. — Me indigno, soy el mejor mentiroso del puto mundo, bueno realmente no, pero soy un mentiroso genial.

— La prueba de aptitud no sirve para nada — responde, sacudiendo la cabeza.

— ¿Qué intentas decirme? — pregunto, entrecerrando los ojos — ¿Que tu prueba no es la razón por la que estás en Osadía?

La emoción me recorre las venas como si fuera sangre, impulsada por la esperanza de que me confirme que es divergente, como yo.

— No del todo, no, es que...

*Al instante nos rodean varias puertas y solo lo miro. No se ve alterado como antes pero está intranquilo.

— No entiendo. ¿Por qué tantas puertas?

— Son simbólicas. Representan decisiones.

— ¿Qué miedo es éste?

— Miedo al fracaso. El miedo de tomar la decisión equivocada.

Me acerco a una puerta y le pregunto:

— ¿Cuantas has abierto?

— Todas las que he podido. Nunca es la correcta.

Me detengo a pensar, nunca sabemos que pasará realmente así que técnicamente ninguna puerta sería la correcta.

— Es porque no la hay.— Le digo.

— Debe haber una.

— No, sólo hay puertas diferentes a otras. No hay buenas o malas. Para enfrentarlo debes decidir entrar en una y enfrentar las consecuencias ¿Me equivoco?

— No. Pero no es tan simple, todas son malas.

— Son malas porque tu miedo al fracaso te hace pensar que todo saldrá mal.

Le agarro del brazo y lo pongo en la puerta del frente. Él me mira y voltea a ver el pomo. Le tomo la mano y abrimos la puerta juntos. Al frente tenemos a un hombre con una pistola y dispara.

Todo desaparece antes de que la bala lo toque y está rígido.

— Eso pudo ser peor.

— Bueno, eso es un avance.

— Supongo que... *

Se voltea y deja la frase a medias: hay una mujer a unos cuantos metros de nosotros, apuntándonos con una pistola. Está completamente inmóvil. A mi derecha aparece una mesa. En ella hay una pistola y una sola bala. ¿Por qué no nos dispara?

"Oh", pienso. El miedo no tiene que ver con la amenaza a su vida, sino con la pistola de la mesa.

— Tienes que matarla — digo en voz baja.

— Todas y cada una de las veces.

— No es real.

— Parece real. — responde, y se muerde el labio — Me parece real.

Facción antes que Sangre - VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora