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Miércoles 23 de noviembre


Amado se curó.

Es una lástima, porque el despliegue de energía es tres veces mayor. Cuando se dirige a Shawn, sigue siendo adorable. Pero se vuelve despiadado cuando Paul Niemand está al piano. Después de cada sesión, Shawn sale enriquecido; pero Paul, aplastado. Con la consigna de trabajar las Variaciones Goldberg una o dos horas por día.

En cuanto a Schubert, Amado también me convenció: ninguna sonata interminable, sino tres pequeños Impromptus.

—El 12 de abril no vas a tocar para ti, ¿comprendes? ¡El público quiere distraerse, emocionarse, transportarse, deslumbrarse, convencerse! A propósito... ¿y Prokofiev?

—Ya retomé su Sonata N.º 4.

—¿Y el bis? ¿Ya lo has pensado?

Amado está convencido de que me van a pedir un bis.

—Justamente: ¿Prokofiev, los Sarcasmos?

—No. Hay que encontrar algo más fuerte, más original. Busca: ahí, te dejo elegir. Pero insisto: algo contemporáneo. Y si es posible, una obra de juventud.

Ésa es una convicción de Amado: se es genial de joven... ¡o nunca!

—Sí, el genio se cultiva. Pero sus primeros gérmenes maduran temprano. No hablemos de Mozart... Bizet tenía dieciséis años cuando compuso su primera sinfonía. Y tú, que tanto aprecias a Schubert, piensa en su lied El Rey de los Alisos, uno de los primeros, uno de los más bellos.

Es verdad: cuando compuso El Rey de los Alisos, Schubert tenía diecisiete años.

En cuanto a Mozart, a los doce años estaba escribiendo Bastian y Bastiana y la Finta Semplice, su primera ópera, que se sigue tocando y grabando hoy.

Amado es muy severo conmigo: por poco, a su modo de ver, parezco un atrasado con los dieciséis años que ya tengo.

la chica de 2°B ; s.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora