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Miércoles 15 de marzo


Para prepararme para el concierto, Amado me impuso tres horas de ejercicios diarios. Sin contar las dos tardes semanales en su casa para retocar las Variaciones Goldberg. Tocar música a ese ritmo permite evitar las notas desafinadas, pero trae muchas malas notas, hablo de las del colegio, claro. Y sí, estoy en caída libre, salvo en alemán y en música, pero me temo que además de esas dos materias hay otras en el examen del bachillerato, dentro de dos años.

La semana pasada, Amado estaba contento de mí. En el momento en que estaba por irme, me deslizó un pequeño paquete entre las manos. Con cara de quien se desprende de un objeto inútil.

—¿Qué es?

—Un regalo.

A Amado no le gusta la zalamería. Regalar lo pone incómodo.

Reconocí la caja, ya me la había regalado el año pasado: la colección completa de la música para piano de Schubert tocada por él. Creí que no se acordaba. Los artistas son distraídos. Ahora bien, Amado era más que atento, solícito. Precisó:

—Un regalo para tu novia. ¡Sé perfectamente que tú tienes todos mis discos!

La expresión «novia» no era la que más convenía a Jeanne. Pero estaba seguro de que el regalo habría de convenirle por completo.

la chica de 2°B ; s.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora