2. Prisionera

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Recuerdo una historia que me solía contar mi abuelito trataba de un monstruo que se transformaba en un muchacho para poder comer personas, él no lo veía mal, era su forma de sobrevivir y si lo veíamos desde su punto no estaba para nada mal, el solo se acercaba cautelosamente a su ganado. Fingía ser un muchacho perfecto, pero sus ojos siempre demostraban sus intenciones, rojo de furia, azul de tranquilidad y así todos los colores posibles asociados a todas las emociones posibles.

Tiempo después de conocer a esta chica, me imagine a este monstruo transformándose en una chica hermosa con dos Alice, como los dos tonos de sus ojos, uno gris para la invisibilidad, esa parte de ella que quería permanecer fuera de la vista de todos y otro tono ligeramente rosado como vapor expandiéndose por sus ojos, ese vapor toxico que destruye todo a su paso.

Eso monstruo era en esencia Ume Haiiro.

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Ese día, ese último día en casa de mi abuelito pensé que todo estaría bien al correr por el pasillo directo a las escaleras, que lo lograría y que saldría ilesa junto con mi abuelito, hasta que me topé con esos ojos, vi cómo se llenaba el rosado de sus ojos ligeramente opacando el gris y me pareció hermoso, aun ahora sabiendo lo que hacía me parece hermoso, ella al no ver ningún efecto me sujeto por los brazos, tenía una fuerza increíble, volvió a mirarme directamente y lleno sus ojos de aun más rosado, hasta que eran rosas, casi completamente, aun podías percibir el gris, entonces empecé a caer, sentí el vértigo de la caída y un dolor inmenso que me paralizo.

Lo último que escuche fue un -Vámonos ya tenemos a la chica - y después de eso pura oscuridad

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Desperté en un lugar oscuro, asustada y con frio, así pase mi primer día, al poder recuperar la movilidad de mi cuerpo poco a poco me di cuenta de que estaba en una celda, una amplia celda de terreno irregular que raspaba mis rodillas, aun tenia puesta mi pijama, que consistía en una playera blanca con un short morado y mi abrigo blanco, que aun contenía la carta para Hotaru.

Lo único que pude hacer fue llorar mientras apretaba con fuerza la carta para Hotaru. ¿Qué me pasaría ahora? ¿Dónde me encontraba? Pase mucho tiempo pensando en que sería de mí, hasta que pude dejar de llorar y note que no estaba sola. Había celdas en frente y a los lados de la mía, con varios niños de diversas edades, mi celda se encontraba en una esquina, entonces la celda más cercana era a la derecha, me moví hacia este espacio y vi a un niño si se le podía llamar así, estaba en los huesos, intente llamarlo por lo sola que me sentía pero después de un rato me di cuenta que estaba muy débil para contestarme o incluso moverse. Él se estaba muriendo.

Aterrorizada corrí hacia el otro extremo de mi celda, y llore aún más al pensar que terminaría como el, en poco o mucho tiempo, no podría decirlo no tenía reloj o algún indicador de si era de día o de noche, ante esta idea me frustre más.

Estaba agachada abrazando mis brazos, cuando vi una pequeña luz, llego una chica que repartió botellas de agua y una pequeña porción de un guiso y un pan, en cada celda, sin decir ninguna palabra. Me abalance sobre la comida pero pude notar como el niño de la celda de al lado, el que moría, no recibió nada. Me acerque lentamente y le llame.

-Ehh niño, acércate tengo comida – El no parecía reaccionar, por un momento pensé que ya estaba muerto pero no podía ser – Ehhh niño. – Me acerque a las barras que separaban nuestras celdas y seguí llamándolo

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