Once.

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–¡¿De monja?! –grita el Mati captando la atención de varios hueones de la tienda.

–Tan gritón que erí Matias. La otra opción era de la Merlina, la de los locos Adams.

–¿Que hueá tus gustos? —pregunta quejándose —. Hay tantos difraces lindos, teni lindo cuerpo, muestra las piernas hueona tonta. Pero no po, andai pensado en disfrazarte de monja y de la Merlina. ¿Que hice para merecer una amiga asi? –le pego en la guata.

–La hueá es disfrazarse, no andar exibiendose por ahí, igual son hueás muy unicas, nadie pensaria en disfrazarse asi –me siento en una silla que veo.

–No po, nadie seria tan hueona cómo para disfrazarse así, habiendo hueás cómo estas –me enseña una disfraz de la mujer maravilla, la hueá es terrible corta.

–Se me ocurrió algo. Deberiamos disfrazarnos con hueás iguales —le propongo.

–No te cacho, expresate bien.

–Disfrazarnos cómo una pareja, nos sacariamos las meas fotos hueón, sería la raja –el Mati asiente, le esta gustando la idea.

–Y si dijera que sí, ¿de quién o qué?

–De Grease. Yo de Sandy y tú de Danny –el hueón se rie.

–Si po, te veríai igual que la Gigi Hadid cuando se disfrazó así–cómo no enojarse con este hueón.

–A Matias chupala, no te tomaí nada en serio.

–Es que igual ya tengo mi idea –el hueón se sienta arriba mio.

–¿De qué?

–De Harry Potter.

–Ya hueón ya. Yo me disfrazo de la Hermione y vo cómo eri rubio de Draco po–digo emocionada.

–Yo hablaba de mi, de hecho te iba a pedir que me prestaraí las hueás que teni guardas, pareci de esas niñas ratas comprando esas hueás de harry potte. Quién diría que ahora me serviría esas batas culias que tení de eso.

–Chupala. Me voy a disfrazar de monja nomás.

Arriendo el disfraz de monja y nos vamos de la caga de tienda culia.

Cuando vamos saliendo el Mati me enseña unos lentes.

–Ya tengo listo los lentes.

–¿Cuando los compraste?

–No lo hice, los robe –dejo de caminar.

–Anda a devolver la hueá, además que los de Harry Potter son redondos, esas hueás son cómo cuadrados –viendo bien los lentes cacho que son los que tenía recién puestos la señora que atendía –. Ahueonao le robaste los lentes a la abuelita de ahí. Anda a devolverselos.

–Si no eran de ella, los tenía tirao, si hubieran sido de ella los traeria puestos.

–No hueón, devuelvete. Ahora. —digo enojada.

–Puta que erí pesa.

El hueón se devuelve y sale corriendo.

–¿Qué hiciste? –me agarra del brazo y salimos corriendo.

–Vo corre nomás.

Corremos hasta la parada de la micro.

–¿Que hiciste? —pregunto más cansada que la chucha de correr.

–Nada. Queria que corrieramos.


           ...

Me miro en el espejo e igual no me veo ni tan fea cómo monja.

Cabro Culiao. [EDITANDO] *faltan capítulos*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora