Treinta y dos.

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¿Que chucha hacían los pacos afuera de la casa del Mati?

El Danilo estaciona el auto y me bajo rápidamente.

Quizás se habian metido a robar hueón.

—Nose donde anda  —le dice el Mati al paco.

—¿Que pasó?  —pregunto llegando al lado del Mati.

Me percato que mi mamá está junto a los pacos con sus brazos cruzados.

—Esa hueona loca de tú mamá vino para acá diciendo que te tenía secuestrada.

¿Hasta cuándo me iba a huear esa señora?

—Bien falta de respeto eres —le dice mi mamá al Mati

Veo cómo mi papá aparece detrás de mi mamá.

—Jesús —mi papá habla con su tono serio —. Es hora de que vuelvas a la casa.

—Yo no voy a ir si esta ella  —digo señalando con mi cabeza hacia mi mamá.

Siento cómo el Danilo pone una mano en mi cintura.

—¿Y él quién es?

—Buenas noches, me llamo Danilo y disculpe las circunstancias en las que nos conocemos  —de no haber sido por las circunstancias me habría cagado de la risa por cómo habló.

Se dan las manos y mi papá me da un sonrisa muy alegre.

—Hija vaya a buscar sus cosas, por favor —utiliza un tono amable por lo que no me queda más opción que hacerle caso.

—Yo creo que ya me voy —susurra el Danilo en mi oreja.

Me despido del Danilo con un besito en la mejilla y le veo irse.

Con la pena más grande de mi vida voy en busca de mis cosas.

Cuándo vuelvo el paco que estaba ya no está.

—Cualquier cosa me avisas —me dice el Mati mientras me da un abrazo.

Me subo al auto de mi papá.

Por la ventana veo cómo el Mati me hace un puchero, el hueón mira a mi mamá y levanta su dedo del medio. Me trago la risa al verlo hacer eso.

—Bastante desubicado y roto el amigo tuyo ese —menciona mi progenitora.

Llegamos a mi casa y me cuesta aceptar que tuve que volver aquí, tarde temprano tendría que hacerlo, pero igual la hueá me desanima.

Camino hasta la puerta mientras que escucho cómo mi mamá sigue hablando de lo falta de respeto que es el Mati.

—Tu pieza sigue intacta —dice mi papá —. Ve a descansar por hoy.

—¿Acaso se va a ir a dormir? —contradice mi mamá —. Hay que sentarse a conversar.

Nos sentamos en la mesa y me comienza a hablar o más bien gritar un sin fin de tonteras, pero lo único que hago es ignorarla.

Le doy un vistazo rápido al celu de mi papá que está en la mesa para ver la hora, me doy cuenta que son las tres de la mañana y la señora aún no se calla.

Mi papá a cada rato cierra los ojos ya que esta cagao de sueño.

—Mañana tengo clases, así que chao —me levanto.

—¿Ves cómo es? —grita —. No obedece y se manda a cambiar cuándo quiere.

—Es muy tarde para estar gritando. Deberíamos hablar mañana cuando todos estemos menos alterados —propone mi papá.

Cabro Culiao. [EDITANDO] *faltan capítulos*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora