Treinta

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Me despierto y no veo al Mati.

Me levanto y busco mi celular, la hueá la había dejado cargando para que mi familia me llamara, y avisar que estoy bien.

Igual deben estar preocupados por mí.

Lo enciendo.

¿Que mierda? No tengo ninguna llamada perdida por parte de mi papá o mi hermana.

Tengo del Danilo y de un número desconocido.

El mismo número me hablo por WhatsApp.

Me arreglo rápido para salir de la pieza del Mati y estar presentable.

Bajo a la cocina y ahí esta el hueón del Matias.

Como núnca esta listo antes que yo.

Sospechosa la hueá.

Nos ponemos a tomar desayuno y me sorprende que no mencione nada de que mí cumple sea hoy.

—Hay que irse —avisa.

Veo la hora y son recién las ocho, entramos a las ocho y media, y con este hueón llegar tarde es algo súper normal.

Me percato que no esta la tía.

—¿Tú mamí no nos irá a dejar?

—No.

Caminamos a la parada que queda a la chucha.

—¿Sabí que día es hoy? —le pregunto.

—Miércoles creo —perro bastardo.

Nos subimos cómo podemos a la cagá de micro, ya que por la hora va súper llena.

Estoy sofacada hueón.

Aparte qué el loco que esta al lado mío esta hediondo entre axila y húmedad.

Matias culiao se va sentado mientras que yo me voy parada al lado del zorrillo culiao.

Tocamos el timbre para que la cagá de micro pare, y cuando lo hace, la puerta no se abre

—La puerta —le digo al Mati para que grite.

—La puerta —grita de la manera más baja posible.

—¡LA PUERTA! —grito.

Abren la cagá.

Salimos y respiro aire limpio al fin.

Cuándo llegamos al colegio el Mati me manda a fotocopiar una hueá para su trabajo.

—Pero si nisiquiera lo hicimos juntos cómo para que vaya yo, si es para tú trabajo.

—Hueona es tú pauta la que tienes que imprimir, tú no viniste así que tienes que ir a fotocopiarla.

Al llegar donde imprimen, la señora que atiende me dice que tengo que esperar diez minutos hasta que la impresora funcione.

Me compro un pan y un kapo para hacer hora hasta que funcione la huea.

Imprimo la hueá y salgo.

—¡A la sala! —me grita una inspectora.

—¡Hacia allá iba! –le grito a la vieja culia.

—¡Tocaron hace dos minutos! ¡apurese!

Camino a las escaleras.

—¡Jesús! —reconozco esa voz culia.

Mierda con mayúscula. El Danilo, no tengo cara para verlo.

—¡Caballero! —dice la inspectora —. ¿Su polera? —escucho decir a la inspectora –. Acompañeme.

Subo bien rápido las escaleras.

Cabro Culiao. [EDITANDO] *faltan capítulos*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora