Cuarenta y cuatro.

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–¡Jueguemos a ordenar la pieza! ¡es súper bacán! –grito para ver si alguno de estos tres pendejos de mierda me hacen caso.

–No somos tontos –dicho eso la pendeja culia sale corriendo de su pieza, junto a los otros dos.

Yo odio y odiaré por siempre a los pendejos, jamás me han caído bien, pero no pensé en eso cuándo acepté esta cagá de pega.

–¡¿Mati?! ¿Dónde estaí? –me pongo a buscar pieza por pieza de la casa para ver dónde está el maldito.

–¡Estoy en la pieza de los papis! –camino hacia allá y lo veo buscando en los veladores –, ¿para que me necesitas?

–¿Que estás haciendo?

–Busco cosas interesantes, de hecho mira lo que me encontré.

–¿Qué es?

–Hueona tonta, ¡es un consolador! –se comienza a reír –. Se las lleva la señora.

–Déjalo dónde estaba.

–Tay hueona, me lo voy a llevar –arrugo mi nariz –, ¿tan hueona erí para creer que me voy a llevar esta caga? Si tengo cómo tres en mi casa.

–¿Podí dejar de intrusear y ayudarme a que los hueones ordenen sus cagas de piezas?

–¡chiquillos! ¡les tengo un regalo! –escucho cómo vienen subiendo las escaleras –, quién ordene su pieza primero se va a ganar esto –dice sosteniendo esa hueá de consolador –, ¿les parece?

–¡Sí! –cada quien se va corriendo a su pieza.

–Ya me hice cargo así que vo anda a ordenar allá abajo.

–¿Por qué yo tengo que limpiar?

–Mitsh, que erí barsa, si yo cociné.

Decirle algo a este hueón era cómo hablar con la pared, respire bien profundo y me prepare mentalmente para limpiar lo que ensució el Mati.

Me daba hasta pánico entrar a la cocina ya que el Matias es bueno para cocinar, pero un chocino de mierda cuándo lo hacía, ensucia prácticamente todo.

Si hubiera tenido amigas hubiera pedido refuerzos para que me ayudaran a ordenar aquí, pero sólo tenía al Mati cómo amigo, F mayúscula por mí.

Comencé a ordenar rápido ya que por la hora faltaba poco para que llegará la señora, y estaba para la cagá la casa.

Una vez que termine de limpiar, lo cuál me pareció una eternidad, subí sólo para ver cómo el Mati se encontraba durmiendo en la cama de la mamá de los pendejos.

Casi me cagué ahí mismo.

El cobertor era blanco y éste culiao tenía todas sus patas ahí, cómo si nada. La única razón por la que no lo maté ahí mismo era por que iba a ensuciar ese cobertor con sangre.

–¡Ahueonao!, ¡el cobertor!–le grité para que se despertara.

–Ay qué erí colorienta –aún así me hace caso y se levanta

–A todo esto ¿a qué hora llega la señora? –le pregunto.

–Me dijo que cómo a las 5, ¿por qué?

Reviso el celu y veo que son las 5:15.

Prácticamente me fui a las piezas de los pendex para recoger todo lo que habían botado.

–Oye –me pregunta el Mati desde la puerta mientras me ve recoger los juguetes.

–¿Que hueá querí? –lo miro enojada por no ayudarme a ordenar.

Cabro Culiao. [EDITANDO] *faltan capítulos*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora