Capitulo 24

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Narra Guillermo:

-Guillermo no! -me gritó mi madre en el suelo, había sido golpeada otra vez por Ricardo, luego de eso fue a la habitación de mi hermana... Ya sabía lo que haría y no lo conseguiría.
Ignorando los gritos de mi madre, subí corriendo las escaleras, hasta el cuarto de mi hermana, abrí la puerta de golpe y allí estaba Ricardo, con una botella de vodka en la mano, queriendo manosearla, Carol hacía lo imposible por sacárselo de en cima.
Yo, agitado y con una adrenalina que aceleraba el corazón a mil, corrí hacia lo que alguna vez llamé padre y lo empujé elejandolo de ella, haciendo que cayera al suelo a la vez que la botella se hacía pedazos.

-Carol! Sal de aquí! Busca a mamá!-le grité, ella asustada salió de la habitación en busca de nuestra madre.

Ricardo, tambaleándose por culpa del alcohol, se levantó del suelo con uno de los cristales de la botella esparcidos por ahí. Y se fue acercando a mí.

-Desearás nunca haber nacido mocoso. -corrió hacia mí, lo único que podía hacer era esquivar sus ataques, no tenía la fuerza suficiente. Él, con violencia, desesperación y  con una extraña rapidez, movía el cristal en su mano queriendo cortarme, apenas podía esquivarlo... Pero en un intento de esquivar uno de esos ataques fallé, el cristal cortó mi camiseta, así también como mi torso, por el dolor causado me distraje y él de un golpe me tumbó al suelo, se puso en cima de mí y empezó a repartir golpes por todo mi rostro, ya no aguantaba más, comenzaba ver todo borroso...
De pronto siento que detiene sus golpes y logré escuchar la sirena de las patrullas afuera de la casa. Se escuchó un estruendo en la puerta de entrada y múltiples gritos de aviso de la policía.
Llegaron a la habitación y lo último que recuerdo fue como me lo sacaban de en cima y le ponían las esposas, luego me desmayé...

Desperté agitado y asustado, estaba sudando, hace mucho tiempo que no tenía ese sueño... Si puede llamarse así.
Me senté en el borde de la cama y me froté los ojos tratando de calmarme, cuando fui recuperando la respiración, recordé lo que había pasado ayer, un leve aroma a lavanda inundó mis fosas nasales haciendo que me relajara un poco más y suspiré, recordé que le había dicho a Samuel que se quedara conmigo, tenía mucho miedo y él... Él se portó tan dulce y comprensivo, me abrazó cuando más lo necesitaba y se encargó de mí cuando en realidad no tenía ninguna responsabilidad conmigo. Sonreí un poco al recordar ese abrazo, nunca me sentí así en los brazos de una persona, tan protegido y querido, esos abrazos solo me los daba mi madre pero éste abrazo es distinto...

-Mhg- sentí el colchón hundirse un poco, me giré y sí, efectivamente ahí se encontraba Samuel, a punto de despertar, todavía seguía con la ropa de ayer. Abrió sus ojos y bostezó, observó que yo ya estaba despierto. -Buenos días. -dijo con la voz un poco ronca.

-Buenos días, Sam. -le sonreí algo afligido. El se dió cuenta de esto y se sentó a mi lado.

-Como te encuentras? -dijo él con un tono distinto al tono que conozco.

-Mejor, aunque tuve pesadillas... Hace mucho que no tenía. -dije suspirando.

-Tranquilo, ya pasó. -seguido de esto acarició mi cabello suavemente y se alejó. -Que quieres desayunar? -me preguntó levantándose de la cama.

-No, tranquilo, ya te causé demasiadas... -Samuel me interrumpió.

-No, de eso nada. Cállate, dúchate y yo iré a hacer el desayuno. -dijo el sonriente, yo solo negué con la cabeza riendo por lo necio que podía llegar a ser.

Escucha tu Destino - WIGETTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora