Soirée

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Capítulo 50 : Soirée.

Draco terminó de abotonarse la camisa y admiró el reflejo de sí mismo en el espejo por un momento.

—Me sienta tan bien la ropa muggle que podría no echar de menos las túnicas... si no fuera por el hecho de que éstas son mucho más cómodas... —sonrió.

Alguien rió a su lado.

—Después de todos estos meses, ¿volverías a vestir túnicas en lugar de pantalones vaqueros y camisas? —preguntó, mirando por encima de él. Ella se había puesto un vestido verde con un estampado de flores. Los vestidos no eran por lo general su primera opción, pero pensó que podría hacer el esfuerzo esa noche.

—Las túnicas son mucho más cómodas. ¿Alguna vez has llevado una de seda de acromántula?

—Eh... no. Bueno, supongo que voy a disfrutar de la vista mientras pueda entonces. Tenemos que irnos pronto o llegaremos tarde.

Draco volvió a mirar el espejo justo para ver a Hermione tirarse sobre la cama. Sus tacones estaban en el aire para mantenerlos fuera de la colcha, mostrando sus pantorrillas.

—Podríamos quedarnos aquí.

—No vas a librarte de esta tan fácilmente. Vamos, tenemos una fiesta a la que ir, no quiero llegar tarde.

El rubio rodó los ojos y suspiró.

—Si hubiera alguna manera de poder imaginarme en otro lugar y directamente aparecer allí...

—Pronto, Draco. Pronto. —ella se levantó de la cama y se reunió con él para darle un beso—. Ahora vamos a coger el metro. Ya está todo preparado y esperando en la cocina.

Ambos salieron del apartamento de la mano. En un tiempo considerablemente mayor de lo que les hubiera llevado aparecerse, Hermione y Draco llegaron a Grimmauld Place. Hermione llevaba una cesta cubierta colgando de uno de sus brazos, y Draco una bolsa con un par de botellas de vino y un regalo de cumpleaños.

Kreacher los recibió en la puerta llevando un sombrero de papel en el que ponía "feliz cumpleaños". Se rascó el elástico por debajo de la barbilla.

—Bienvenidos, señorita, señor.

—Hola, Kreacher, ¿dónde están todos?

—La ama Andrómeda está en la cocina. El amo y el gordo se encuentran en la sala de estar con el niño.

—¡Kreacher! Dudley no es tan gordo.

—Él salta cuando ve a Kreacher y todo su cuerpo tiembla —dijo el elfo, desafiante—. Por aquí, señorita, señor.

El elfo cerró la puerta y arrastró los pies por el pasillo. Hermione estaba contenta de ver que, además de acabar con las morbosas decoraciones que había colgando de las paredes anteriormente, finalmente habían enmarcado y colgado algunos cuadros en su lugar. Eran de paisajes más bien estándar y, un par de ellos tenían fotos de sus padres. Todo tenía un poco el aspecto de estar inacabado... pero al menos Harry había hecho algún tipo de intento.

—Yo podría enseñarle a convertirse en un buen decorador —se ofreció Draco en voz baja.

—No creo que sea necesario —respondió Hermione—. ¿Por qué no vas allí a ver cómo va Dudley? Yo iré a llevar la comida a la cocina —tomó la bolsa de Draco y vio que sus ojos se abrían ligeramente—. Vas a estar bien. Vamos.

Draco dejó escapar un suspiro y se desvió hacia el salón mientras Kreacher y Hermione desaparecían por la puerta de la cocina. Harry Potter, un muggle, y su primo bebé. Una sonrisa irónica se apoderó de su rostro cuando se dio cuenta de que probablemente no era la situación más incómoda en la que había estado. Aunque sin duda entraría en el top diez. Pero no era la peor. Y Hermione había dicho que los otros estarían al llegar. Intentó buscar en su cerebro algún tema del que él, Potter y el muggle no hubieran hablado la última vez que se vieron. Bueno, Teddy podría ser uno. La gente se preocupaba en exceso por los bebés.

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