Salida del sol

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Antes de empezar quería agradecer a todas las personas que leen, votan y comentan... ¡Sois un amor!

Capítulo 6: Salida del sol.

Draco se despertó con el delicioso olor de un desayuno recién hecho, por lo que se incorporó de la cama de un salto y siguió a su nariz hasta la cocina, curioso.

Encontró a Granger frente a la cosa negra que calentaba los alimentos —hornillo, se recordó—, cocinando panceta y huevos. Entonces recordó que había pasado la noche en su sofá. Las toallas con las que la había tapado estaban cuidadosamente dobladas sobre el brazo del mismo.
Volvió a pensar en lo que había dicho la noche anterior. La Comadreja estaba muerta, y Potter, en algún lugar en el que sólo sentía lástima por sí mismo. No era de extrañar que pasara todo el tiempo ayudándole. Ella probablemente necesitaba aquella distracción, desesperadamente.

La cabeza de Granger todavía estaba inclinada sobre los huevos. Draco apreció cómo su pelo alborotado formaba un gran caos alrededor de su cabeza.

—Casi está listo —dijo, sin levantar la vista de la sartén—. Pensé que te gustaría desayunar algo caliente, en vez de los cereales.

Entonces giró la cabeza para mirarlo, tomándole por sorpresa la desnudez de Draco. Ella parpadeó una vez y continuó con lo que estaba diciendo, visiblemente ruborizada.

—Nunca fui una gran fan de los cereales, a menos que hubiera fruta fresca para echarle por encima.

Fue en ese momento cuando el propio Draco se dio cuenta de que estaba de pie frente a Granger con nada más que su ropa interior. No había esperado despertarse con el olor de un apetitoso desayuno y no lo había pensado dos veces antes de salir de la cama. Después de todo, era su propio piso. Era extraño, porque nunca antes había tenido "casa propia", pero allí estaba.
Echó un vistazo a los huevos por encima de su hombro. No se habían pegado a la sartén y no estaban quemados.

—¿Cuál es tu secreto? —quiso saber.

—Tengo un montón de secretos —respondió ella. La comisura de sus labios casi se torna en una sonrisa—. ¿De verdad crees que voy a compartirlos contigo?

—Oh, no sé qué pueden tener de divertido los secretos si sólo los conoces tú —dijo Draco, intentando hacerse el desinteresado—. Pero si esperas que te suplique que me lo cuentes, vas lista.

Hermione apartó un poco de panceta en un plato y se lo entregó, luego, cogió otro plato y se sirvió su propio desayuno, haciendo un gesto con la cabeza hacia la mesa de la cocina. Se sentaron en los duros asientos y empezaron a comer.

—Los huevos están bastante buenos. ¿Cómo haces para que no se queden pegados en la sartén? —insistió Draco entre dientes. Al fin y al cabo, tenía que sobrevivir un año allí, ¿no? Y dudaba que la comida quemada le ayudara a salir vivo del mundo muggle.

—Yo los cocino a fuego medio-bajo, poniendo mucha mantequilla. Hay que usar la espátula para moverlos de vez en cuando para evitar que se peguen. La mantequilla tiende a quemarse con bastante facilidad —ella cogió el trocito de panceta que se le había caído sobre la enorme camiseta que llevaba bajo la bata y se lo metió en la boca.

Él asintió con la cabeza, haciendo de sus palabras una nota mental.

—Ha estado delicioso, pero voy a enloquecer si tengo que quedarme mirando estas paredes todo el día.

—Son bastante monótonas —admitió ella—. Mi piso se veía así cuando me mudé. No nos llevaría mucho tiempo pintar un poco, si es lo que quieres.

Draco miró a su alrededor. Un poco de color podría darle un toque distinto a aquella cárcel.

—Sí, creo que eso estaría bien, aunque no es lo que quería decir. Necesito estar activo. Estar encerrado de esta manera es casi un suplicio... Apenas he estado afuera en días —comentó Draco, sin mencionar que lo que realmente le pasaba era que aquella situación le recordaba al arresto domiciliario al que sentenciaron a su familia y a él mismo el año anterior, mientras esperaban sus correspondientes juicios.

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