El secreto

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De nuevo, gracias por todo el apoyo que recibo cada día. Aunque no conteste todos los mensajes, prometo que los leo todos, y me hacen muy feliz <3

Capítulo 30: El secreto.

Draco despertó rígido y dolorido. Su cuello estaba tirante. Intentó recordar por qué había dormido sentado mientras trataba de moverse, pero la respuesta estaba justo entre sus brazos. Hermione estaba tumbada en el sofá, con las piernas dobladas y la cabeza en su regazo. Debió haberse deslizado por su pecho durante la noche.

Movió una mano e introdujo cuidadosamente los dedos en su cabello. La luz del día comenzaba a fluir a través de la ventana. Se preguntó qué hora sería. Probablemente tendría que irse pronto y prepararse para su doble turno en el restaurante, pero parecía un delito levantarse con ella dormida sobre él.

Hermione se agitó un poco, haciendo un suave sonido. Él continuó peinando su cabello con los dedos. Salazar, ella tenía algo. Había llegado tan lejos en los últimos meses incluso después de todo lo que la vida se había ensañado con ella... Había superado el final de la guerra, el hecho de que no podría volver a sus padres, perder a la Comadreja, ayudarle a él con su sentencia... Todo lo que quería hacer era estar cerca de ella y hacer lo posible por facilitarle las cosas. ¿Cuándo había sucedido? No podía decirlo con exactitud. Sabía que al principio sólo había querido devolverle todo lo que le había dado para asegurarse de que no tenía deudas con ella. La balanza nunca estaría equilibrada y él lo sabía. Pero aquello era una sensación nueva para él en la vida.

Ella se movió de nuevo y sus ojos se abrieron.

—Buenos días —dijo Draco en voz baja.

Hermione se incorporó con bastante rapidez, quitándose la mano de Draco de su cabello y mirando a su alrededor. Trató de alisarse el arrugado suéter con las manos.

—Lo siento. Buenos días. —Levantó los brazos, estirándose un poco. No había sido su intención pasar toda la noche en el sofá.

—Está bien. ¿Has dormido bien?

—¿Hmm? Oh, sí. —Ella se había sentado correctamente en el sofá junto a él—. Supongo que estaba más cansada de lo que pensaba ayer por la noche.

Draco asintió con la cabeza. Habían pasado bastante tiempo caminando por Oxford el día anterior. Draco se movió un poco y comprobó que tenía algunas agujetas en el cuerpo.

—¿Un beso de buenos días? —preguntó, esperanzado.

—Tengo mal aliento por la mañana —advirtió ella, riendo.

—¿Y?

—Tú también —agregó.

Él puso una mano sobre su boca y sopló para comprobarlo.

—Venga ya, no es para tanto.

Hermione se estiró y le dio un beso en la mejilla.

—¿Qué tal una taza de café primero? —preguntó, recogiendo sus copas de vino casi llenas de la noche anterior.

—¿Qué hora es?

—Las ocho —respondió ella.

—Tengo algo de tiempo entonces. Tengo que estar en el restaurante a las diez.

Hermione hizo el café y ambos se sentaron a la mesa, preguntándose qué vendría después. Bebieron su café en silencio durante unos minutos. Athena estaba en su jaula, con la cabeza bajo su ala.

—Me lo pasé muy bien ayer —dijo ella al fin.

—Yo también.

Ella levantó una ceja.

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