CAPÍTULO 10. Sexy, inteligente y hambriento

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—Harás que tu hermano me golpee— le advertí mientras abrochaba mi cinturón.

Me volteó los ojos antes de responderme:

—No me creería aunque fuese verdad.

—Ese no es el caso, y no me voltees los ojos.

—¿Te pondrás todo Grey conmigo? porque no me importaría ni un poquito que lo hicieras.

Su desfachatez no dejaba de asombrarme y divertirme. Sin poder evitarlo le rodé los ojos mientras me reía.

—No me ruedes los ojos Asper— advirtió—que yo no tengo problema ningún problema en mostrarte mis sombras oscuras.

No pude evitar carcajearme contagiándola sin remedio.

Conduje en silencio el resto del camino, mientras ella hacia zapping con las estaciones de radio sin decidirse por ninguna canción en particular. Evité contarle a mi hermana de sus coqueterías, y lo hice pensando que quizás podría alarmarse o considerarlo fuera de lugar, pero ahora tenía más claro porque lo hice, me agradaba su forma de ser y no quería que nadie me dijese lo inapropiado que podían ser sus comentarios, porque la verdad era que los disfrutaba.

Después de quince minutos llegamos por fin al claro. Lo había marcado dentro de los favoritos en el GPS, y menos mal que lo hice, aquel día había conducido como un demente y no hubiese podido recordar cómo llegar. Estacioné en un costado bajo unos árboles y nos bajamos del auto.

Comencé unos sencillos ejercicios de estiramiento de mis músculos de brazos y piernas. Incluso moví un poco el cuello e hice un par de sentadillas. Mientras calentaba observaba el claro delimitando en mi mente la ruta que seguiríamos. Había algunos puntos marcados con piedras que nos podrían servir de referencia para armar el circuito. Calculaba unos 100 metros de largo, podía ser con facilidad un campo de futbol. Me incliné para tocar la punta de mis pies con mis manos un par de veces. Luego me levanté para tomar mis pies por la parte de la espalda. Comenzaríamos primero con una camina, quizás un par de vueltas, y luego un trote suave. Sé que las primeras veces sería difícil pero Mika iría agarrando resistencia poco a poco. Fue ese momento cuando me di cuenta que tenía largo rato sin escucharla.

Cuando me giré para buscarla y ella estaba sentada en el capó del auto mirándome con atención.

—¿Qué haces allí sentada? Tienes que calentar.

—Oh, eso ya lo podemos tachar de la lista.

—Digo calentar tu cuerpo.

—Si me caliento más entraré en combustión espontánea.

Reprimí una sonrisa pero no quise responderle, tratando de desviar su atención a lo que veníamos a hacer: ejercitarnos

—Ven hagamos ejercicios de calentamiento.

Se bajó del auto con una gran sonrisa en su rostro y se acercó a mí. No me había dado cuenta que llevaba puesto unos monos anchos de ejercicio y una camiseta blanca y sencilla. Se comenzó a anudar su cabello en una coleta desordenada pareciendo más que nunca una colegiala.

Le enseñé los mismos ejercicios que segundos antes yo había realizado pero se negó a sujetarse los tobillos sin flexionar las piernas. Llegó incluso a decirme que se tocaba los tobillos solo si yo la ayudaba desde atrás y por supuesto me negué de forma rotunda. Esperaba que se tratase de una finta, pero su cara de póker de verdad me convenció.

Comenzamos caminando el circuito que me había trazado en mi mente. Le señalé los puntos que lo delimitarían y le di técnicas para el correcto pisado cuando caminaba y cuando comenzara a trotar. Ella no dejaba de mirarme con atención. Noté como ponía en práctica lo que le decía, tratando de imitar los movimientos que le decía.

Estúpido Nerd Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora