—No entiendo de dónde sale ese número— murmuré con frustración.
Alejandro se acercó hasta mí e inclinándose sobre mi cuaderno revisó con atención lo que estaba resolviendo. Ajustó sobre su nariz los lentes y siguió la línea del ejercicio con su dedo índice. Olía todavía a Hugo Boss mezclado con shampoo. Mi corazón martillaba con fuerza. Sentía en mi brazo las exhalaciones de sus respiraciones tibias. Sin alejarse giró para verme la cara y su rostro quedó a escasos centímetros del mío. El calor invadió con rapidez mis mejillas al mismo tiempo que las suyas se sonrosaban. Se apartó y volvió a acomodar los lentes, aunque no se habían movido de su sitio.
—Fíjate, estamos resolviendo una ecuación con incógnitas. Sabemos qué Y es igual a X más 8, y que X más Y es igual a 106, entonces tenemos que buscar el valor de X y el valor de Y. Para construir la ecuación vamos sustituyendo en función de lo que nos dice el problema— tomó el lápiz de mis manos y comenzó a escribir en mi cuaderno el encabezado de la ecuación—. Entonces sustituyes los parámetros así...
Yo miraba con atención sus anotaciones, a la par de que escuchaba lo que me explicaba. Él lo hacía parecer tan fácil que era hasta molesto que no pudiese entenderlo.
—Aquí fue donde te equivocaste— señaló—. Cuando mueves el número al otro lado del igual, cambia de signo, es decir, que aquí está positivo, pero cuando cambia de lugar ahora es negativo.
—Oh, lo dejé positivo—exclamé apesadumbrada. Tomé el lápiz y continué con la resolución bajo su cuidadosa mirada. —. X es igual a 49 y Y es igual a 57—concluí.
—Excelente— me dedicó con una sonrisa que me derritió y no pude evitar devolvérsela.
Por un momento, nos miramos a los ojos y sentí el impulso de besarlo, y eso era nuevo para mí. Me asusté y aparté la mirada y él hizo lo mismo.
—¿Dijiste que tenías unos ejercicios con los que necesitabas ayuda?.
Solo pude asentir mientras sacaba de mi bolso los ejercicios que debía entregar el martes. Se los tendí y el comenzó a revisarlos.
Mi corazón aún palpitaba asustado. No es que nunca hubiese querido besar a alguien, es que cuando quería un beso hacía que me besaran, me humedecía los labios, me acercaba y dejaba claro mis deseos y eran ellos los que siempre me besaban. Pero esta vez por primera vez en mi vida quise tomar su rostro y besarlo. No quería esperar que el hiciera el movimiento, ningún juego previo ni insinuaciones, solo tomar lo que quería.
Y vaya que quiero partirle esa boca a besos.
—¿Y cuándo debes entregar este trabajo?— preguntó sacándome de mi ensoñación y destruyendo con una sola frase mi plan de engañarlo para que hiciera los ejercicios por mí
—El martes— respondí con sinceridad. Esperé su regaño y por supuesto, su negativa, pero lo que dijo después todavía me resulta increíble.
—Bien, podemos hacerlos. Si no alcanzamos a resolverlos todos el jueves, podríamos vernos un rato el viernes en la universidad para terminarlos.
Decir que me alegré es un eufemismo. Y mi alegría debió ser muy notoria
—Vaya, cualquiera piensa que creías que no te ayudaría.—alcé mi ceja apenada—. Te dije que te ayudaría a pasar las materias y aunque no haré los exámenes por ti, pretendo ayudarte en todo lo que esté a mi alcance, y eso incluye todos los trabajos que te asignen.
Malditos impulsos que con él se me hacían incontrolables. Me lancé a sus brazos y lo envolví con fuerza. Repetí varias veces gracias, por sincero agradecimiento, pero sobre todo para aspirar su aroma ahora que lo tenía más cerca de mí que nunca. Sus brazos me rodearon la espalda y me dijo un apenas audible de nada, antes de soltarnos.
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Estúpido Nerd Amor.
Teen FictionLa vida de Megan Asper es la típica vida universitaria: la más popular envidiada por todas, buena fiestas y buen sexo; hasta que se topa con Alejandro Hott, un nerd que es inmune a sus curvas, su pecho prominente, sus caderas de infarto, su melena d...