RA, como las chicas lo suspiraban, daba grandes zancadas por el pasillo dirigiéndose al comedor. Caminaba un poco raro, pero lucía más desesperado en llegar a donde sea que fuese que en lo que sea que le molestaba en su pantalón.
Fue la curiosidad que me llevó a seguirlo. Después de todo solo había una cosa en toda la universidad capaz de desestabilizarlo, su hermana Afrodita.
La misma que también me desestabilizaba a mí.
Es increíble como son las mujeres. El tipo era un mujeriego y su amigo Taylor Daza, no era mejor, de hecho contaba lo que hacía o deshacía con las chicas, no me extrañaría que él también lo hiciera. Pero las mujeres solo veían su atractivo y la forma como se desvivía por su hermana y era razón más que suficiente para dejarlo meterse debajo de su ropa.
Ryan empujó con excesiva fuerza las puertas del cafetín y con el mismo movimiento decidido entró. Le seguí pocos pasos después y vi como caminaba hasta Megan, su cabella dorada tapaba su rostro, su cabeza estaba apoyada en las manos que reposaban sobre sus codos en la mesa.
Me senté a algunas mesas de distancia. No comía en el cafetín nunca, siempre compro la comida y me retiro a un salón vacío, la biblioteca o alguno de los grupos. Pero quería ver, curioso como soy, que ocurría.
Ryan se sentó y ella ni siquiera alzó la cara, creo que no lo notó. Los veía hablando, sin tener idea de lo que decían, pero entonces Ryan alzó la voz por encima del estruendo del lugar.
—¡Megan Valley Asper!, ¿Cómo no revisaste matemáticas si tú apestas en esa materia?
Ella escondió su cuello y tapó el rostro con sus manos. Estaba apenada, mortificada, angustiada. La vi sollozar a lo lejos y quise ir hasta ella y consolarla.
Cuando vi que le quedó la materia estuve muy tentado en ajustar algunos números y que finalmente la pasase, pero eso superaba cualquier cosa que me atreviese a hacer de forma ilegal. Menos en los estudios. Una cosa es hackear el sistema para chismosear, otra es alterar las notas de cualquier persona, aunque se tratase de ella.
Ryan relajó sus músculos y se dispuso a consolarla antes de volver a gritar un inmenso "¡¿Qué?!" que hizo voltear a todos. Imagino que le dijo cuál era el porcentaje con el que debía aprobar.
Hasta yo me alarmé cuando lo ví.
***
Me gustaban las clases de programación, eran entretenidas, tanto como las de matemática y física. Me permitían relajarme mientras me perdía en el sin fin de códigos que debía configurar y revisar.
—¿Te postulaste para a presidencia del club de tutorías?
Fernando lucía molesto. Ajusté mis lentes que continuaban resbalándose, antes de mirarlo.
—No me postulé, me ofrecieron el puesto.
—Es igual, sabías que quiero ese puesto—me reclamó.
—Háblalo con el rector, que fue quien me hizo el ofrecimiento.
—Lo estoy hablando contigo para que lo rechaces.
—En realidad, es muy tarde. Ya lo acepté.
—¡Nerd de mierda!.
—Fernando, ¿tiene algo que aportar a la clase?—el profesor llamó su atención y Fernando volvió a su computadora.
—¡Vaya insulto!—se burló Rafael cuando la clase terminó, él era uno de los pocos que podía considerar amigo en la universidad.
—De él nada me extraña. Muggle barato, sangre sucia envidioso—agregó Reinaldo.
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Estúpido Nerd Amor.
Teen FictionLa vida de Megan Asper es la típica vida universitaria: la más popular envidiada por todas, buena fiestas y buen sexo; hasta que se topa con Alejandro Hott, un nerd que es inmune a sus curvas, su pecho prominente, sus caderas de infarto, su melena d...