Capitulo 8

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Habían pasado dos semanas desde que había hablado con Max acerca de Victoria, y había logrado mantener sus inquietantes pensamientos apartados enfocándose en el trabajo. Precisamente se dirigía hacia una cena de negocios en el Waldorf Astoria. Revisaba en su Ipad los temas que debía tratar durante la reunión con el grupo empresarial que quería contratar con la compañía la construcción de un nuevo centro de negocios. Realizó unos cuantos cambios al documento de escritura que tenía abierto, y guardo los cambios. Relajó los músculos de su cuello moviendo la cabeza de un lado hacia otro y volvió su vista hacia la ventana para despejar un poco la mente. Miro los transeúntes como siempre sumergidos en el caos diario de la cuidad, algunos apresurados para llegar a su destino, otros no tanto, disfrutando de música a través de sus sistemas de audio con audífonos, otros con pinta de estudiantes divirtiéndose, otras parejas tomándose la vida con calma. Observó hacia el cielo, este con sus tonalidades azul claro y oscuro, más la presencia de algodonadas nubes, presagiaban la próxima caída de agua.

Empezaba a lloviznar un poco y ya había empezado a atardecer, el cielo se encontraba dividido entre nubes negras cargadas de lluvia y un abanico de tonos azules oscurecidos y las tonalidades naranjas y grises del atardecer. Joseph respiró profundo y exhaló. Olia a agua.

De repente, en medio de un mar de sombrillas y trajes oscuros, vehículos grises, negros, blancos, y por supuestos amarillos de taxis, una saeta rosa pasó por el lado del Audi negro en el que se transportaba. Mentalmente pidió paciencia por aquellos motociclistas imprudentes que arriesgaban sus vidas y las de los demás conduciendo de maneras demasiado imprudentes. Segundos después no solo rogó por paciencia, sino por tolerancia. La saeta no era otra, más que una Suzuki Burgman 125 de color rosa, y la propietaria y conductora, no era otra que la misma Victoria. El tráfico era bastante lento a esta hora. Desde su ventana observó como aquella desquiciada zigzagueaba con la scooter entre los autos para avanzar lo más presurosamente que podía. Finalmente detuvo su marcha, parqueando en el borde de la calle, descendiendo de la scooter frente a un edificio de ladrillos rojos y espejuelos plateados, que inmediatamente Joseph reconoció como la oficina de Caroline Aston.

Fue la misma Caroline quien salió con un bebé dormido en brazos, seguida por la chica pelirroja que había visto en compañía de Victoria en la universidad. Acto seguido Victoria tomó el moral que llevaba en la espalda, lo dejó sobre el asiento de la scooter y sacó un arnés, la pelirroja le ayudó a vestir al pequeño durmiente con el arnés mientras Caroline se veía evidentemente contrariada y negaba continuamente con la cabeza. Justo cuando el auto que continuaba avanzando en la lenta fila del tráfico se detuvo frente a las mujeres, fue el momento en que Victoria tomó al pequeño en sus brazos acunándolo contra su pecho con una ternura infinita y sosteniendo su pequeña cabecita, mientras la pelirroja le ataba las cintas del arnés a la espalda de ella y se aseguraba de que todo estuviese bien sujeto. Caroline se veía muy molesta y mantenía las manos sobre su cabera, evidentemente la estaba reprendiendo. Aunque Joseph se moría por escuchar su conversación no se atrevió a bajar la ventanilla, a razón que los vidrios ahumados del vehículo le permitían mantenerse como observador no invitado de la escena, sin ser visto. Cuando todo estuvo bien atado, Victoria soltó el cuerpo del pequeño que se mantuvo sujeto al de ella. Tomó lo que parecía un abrigo impermeable y se lo puso al revés; lo que debería ir en la espalda quedó delante de ella cubriendo totalmente al bebé que aún se mantenía totalmente dormido. Aseguró su abrigo sobre sus hombros después de haber pasado sus brazos y se volvió de espaldas para que la pelirroja se lo abrochara en la parte baja de la espalda.

En el preciso momento en que ella levantó los brazos mostrándole a Caroline que el pequeño estaba bien cubierto, Joseph comprendió sus intenciones, tomo nuevamente la mochila en su espalda. Ella abrazó y beso en la mejilla a la pelirroja y después hizo lo mismo con Caroline. La segunda le lanzó una mirada de madre angustiada, le acarició el rostro y se despidió.

Ángel de luz Propia - |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora