Líbrame de la tentación. Amén

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-¡Pero qué mierda!, es lo único que puedo decir, mientras me restrego los ojos los cuales tengo enrojecidos y me arden por esa laca de mala muerte que me ha arrojado esa caperucita con cara de inocente. Las mosquitas muertas son hipócritas y en veces violentas cuando menos te lo esperas. Corro a un baño más cercano y al mirarme en el espejo, me asusto de mí mismo. Tengo los ojos lagrimosos, como si estuvieran inyectados en sangre, y al mismo tiempo hubiera agarrado una influenza. Me lavo la cara, mientras sonrió y me prometo a mí mismo que voy a encontrarla, tarde o temprano. En todo este tiempo como casanova y famoso hombre, nunca, y cuando digo nunca quiere decir nunca, me ha ocurrido algo parecido siquiera. Jamás me ha costado convencer a una mujer para que se me acerque o me deje hacer maravillas con su cuerpo. A menudo, ellas reclaman cosas tan básicas como dinero, fama, sexo repetido, flores o una simple cena. Una simple atención, y sus sueños se ven cumplidos. Generalmente el problema viene cuando las dejo, pero un trato es un trato y ni por todo los berrinches o amenazas me quedo un largo periodo en la misma situación, ya miren a la loca de Abi. No obstante esta mosquita muerta con cara de inocente en apuros, me ha despreciado y no sé que es lo que más me molesta. Que no haya caído en mis encantos a la primera, como suelo estar acostumbrado o el hecho de rosearme un liquido de mierda en los ojos... No lo sé, debo pensarlo en el transcurso del día, pero hasta el momento va ganando la primera alternativa. Se supone que debo hacer un buen servicio si quiero ganarme cuarenta mil dólares. Una buena acción. Y encima que intento ayudarla, me lo paga de esta forma, la canalla.

Salgo, del baño, ya con mi vista más nítida logrando ver que me he metido a un hospital

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Salgo, del baño, ya con mi vista más nítida logrando ver que me he metido a un hospital... ¿De verdad deano? La histérica me tuvo que haber rociado muy bien esa loción en los ojos, ya que ni cuenta me di al ingresar hasta aquí. Pero, un momento puedo oler el rastro de su perfume. Ya, con un gran historial en mujeres, he entrenado mi olfato, con diversos perfumes femeninos, pero el poco tiempo que estuve con ella, me demostró que es distinta. Ella huele a jazmín. El poderoso olor de aquella flor, que inunda mi cerebro con cada nueva bocanada. Nuevamente aspiro su olor, disfrutándolo y una mezcla de rabia y lujuria desatada me impulsan a buscarla, a ansiarla y necesitarla con cada nuevo paso.

Sin más preámbulos le echo un vistazo a mi entrepierna, y ya mi cierre alega por la repentina presión de mi erección. Me sonrío a mi mismo y alzo una ceja. - Calma campeón. Recuerda nuestros treinta días de abstinencia. - Intentó estar más tranquilo, pero me es imposible la verga está a punto de explotarme, y me río a carcajadas, asombrado de lo que una castaña con cara de santa y coleccionista de repelentes ha conseguido con su altanería. Increíble.

Después de diez minutos intentado buscarla extrañamente en este Hospital, me doy cuenta de que la endemoniada ha debido de correr como una loca para alejarse de mí. Dentro de todo, esta situación me hace gracia, porque la pobre boba va a tener que utilizar algo más que un repelente de moscas, y sus cortas piernecitas para escaparse de mí. La quiero a ella. Será difícil, puesto a que si ese es el genio y personalidad que se gasta, dudo que cualquier tipo vaya a enamorarse de semejante lunática... que gracioso, es como mi personaje en versión femenina. Me rió como tarado al pensar eso. Si consigo emparejarla, me zafaré de no solo pagar ochenta mil dólares, sino que mantendré a esos cretinos de mis amigos, lejos de mis problemas. La fragancia de jazmín me sigue incitando a mantenerme en este lugar, subo un par de pisos, viendo como diversos profesionales de la salud, me saludan con una amable sonrisa. Alzo mi mirada y entonces la veo, agitada conversando con dos mujeres más quienes tienen su mismo uniforme y ríen al ver su estado tan acelerado, parece exhausta... ¿por qué será?

Cupido Disfrazado de LuchadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora