Desearía no haberte conocido

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El rostro de Fergal se va hinchando y poniendo morado por momentos.

¡Dios santo! Está hecho un caos. Presiono la bolsa de hielo sobre su mandíbula con el fin de disminuir la inflamación, y él grita como una chica. No lo culpo, el golpe de Jonathan lo ha noqueado. Sonó como si su mandíbula se partiera en varios trozos, y después cayó al suelo. Me observo la palma de la mano libre, incapaz de observar a el ojos verdes.

Lo que Jonathan ha hecho no tiene sentido. Él puede ser muchas cosas: descarado, mujeriego, mentiroso... , pero sé que él no es violento.

¿Lo han movido los celos?

—Le voy a poner una denuncia a ese imbécil. Lo que es peor ¡daré parte de esto en la industria, para que lo suspendan! — escupe, sin ocultar su desprecio.

—Cálmate. No hagas esfuerzos —le pido, pero él se levanta furioso.

—¿No puedo creer que te hayas relacionado con ese imbécil? Me has mentido todo el tiempo.

Su pregunta y posterior declaración me sienta como una bofetada. El tipo educado ha desaparecido, y aunque entiendo que no está en su mejor momento, me incorporo y le hago frente.

—No te permito que me hables así. Ni que hables así de Jonathan. —lo defiendo.

—¿Lo vas a defender? Ya veo que te embaucó ¡Mira cómo me ha puesto la cara!

La miro. Y sí, está horrible.

—Tal vez, esto no hubiera pasado si no me hubieras colocado la mano donde no debías. —le espeto.

Fergal ha estado de lo más incordioso durante nuestra cita. Parecía hastiado, como si ya se hubiera aburrido de aguantar mi vo dta recelo.

—Me habría bastado que me lo pidieras. — comenta, con un tono que no me parece del todo sincero.

—Y si no te hubiera bastado, ya te lo habría hecho entender yo.

La luchadora que hay en mí aplaude satisfecha.

Él pone las manos en alto, como si estuviera disculpándose.

—Lo siento. Sólo estoy superado por la situación.

Reconozco que percatarme de su aspecto me ablanda. Después de todo, Jonathan le ha dado un puñetazo.

—Lo entiendo. Será mejor que un médico te vea la herida. Se está poniendo fea y no tengo nada con qué curarte aquí. Te acompaño. — me ofrezco.

Fergal conduce en silencio, y a los diez minutos, me percato de que no ha tomado el camino convencional.
Empiezo a ponerme nerviosa, y las palabras de Jonathan acerca de que Fergal no es lo que parece, empiezan a cobrar sentido.

—No estás conduciendo hacia el hospital. —le digo, en el tono más calmado que encuentro.

Si me pone una mano encima, le arranco las pelotas de un mordisco.
El ojos verdes frena el auto en mitad de la calle, y se vuelve hacia mí con una sonrisa lastimera que no me gusta para nada.

—Vamos a un hospital que hay en las afueras. No te preocupes.

—El hospital más cercano está a diez minutos. Mi abuela es médico, trabaja allí, y puede atenderte más rápido. — intento persuadirlo pero Fergal me coloca la mano en el muslo, y doy un respingo. El tipo reservado y que mantiene las distancias ha desaparecido.

A sido todo una farsa, y acabo de descubrirlo ahora, después de que Jonathan intentara avisarme. Hay una palabra exacta que me define y esa es, estúpida.
Le devuelvo la mano a su sitio y él se tensa.

Cupido Disfrazado de LuchadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora