Impotente

90 4 2
                                    

El próximo Macy se presenta deprimente. Después del repentino estallido de ira de mamá, la repentina noticia de Maite y de la inquietante desaparición de Jonathan, de quien no sé nada desde hace cinco días, mi Macy se traducirá en comer palomitas de maíz mientras termino la temporada nueve de Grey's Anatomy. Tan linda yo, salgo del trabajo para volver a un pabellón televisivo. Encantador. Ni siquiera mi hermano quiere acompañarme, pues se niega a salir juntos debido a mi comportamiento en la cena de papá y además porque ese día irá al evento de mierda de lucha libre. Traidor. ¿Y qué decir de Camila? Está demasiado ocupada eligiendo un conjunto de lencería que sólo se colocará una vez. Si yo tuviera que pasar mi noche de bodas con Fernando, me colocaría una simple bolsa de papel en la cabeza y sin agujeros. Para no verlo. Pero por suerte, la soledad de mi casa me consuela. Y es que se ha convertido en un templo de paz desde que mis amigas y familia han dejado de venir para disfrutar de las vacaciones. Tan sólo estamos Hugo, Milú (quien está en proceso de decoloración) y yo. Así que dispuesta a disfrutar de mi repentina y agradecida paz, me pongo una camiseta XXL la que me cubrirá mis desnudos pechos y la tanga que traigo debajo y me acuesto en el sofá para ver el nuevo drama intrahospitalario y amoroso de Ellen Pompeo. En general, los dramas románticos no me deprimen, pero este capítulo en donde ella una vez más pelea con su eterno neurólogo, Derek Shepard y envía a todo a la bendita mierda, me resulta demasiado exagerado para ser verdad. ¿Dónde demonios está Jonathan? Primera pregunta que pasa por mi mente al ver como Derek huye hacía un sitio lejano para meditar sobre su pelea con Pompeo. Oh, te aseguro que no lo echo de menos. Es simple curiosidad. ¿Estará con la rubia esquizofrénica? Ni siquiera me importa. O tal vez ¿con una mujer de pechos exuberantes? Miro hacia dentro de mi camiseta y reprimo una risilla, pues no tengo siliconas de quinientos centímetros cúbicos. De la nada llaman a la puerta y reprimo una cara de rareza ya que son las nueve y media de la noche y no espero visitas, por lo que ni siquiera me ocupo en adecentarme. Pero cuando observo por la mirilla y me encuentro con los azules ojos que tanto me encantan, el corazón me da un vuelco incontrolable y corro a cambiarme de ropa lo más rápido que puedo. ¡Es Jonathan! Sin embargo al percatarme de lo que estoy haciendo, me detengo en seco. No merece que yo me cambie de ropa por él. Muy dignamente, me acerco a la puerta y tomo la perilla, pero no puedo evitarlo y antes de abrir le echo una mirada por la mirilla otra vez. Está demasiado guapo para ser real. Sus ojos se han tornado brillantes, como cuando él me observa de esa manera carnívora y noto como claramente esboza una mueca de molestia al notar mi tardanza. ¿Tiene ganas de verme? Eso me ilusiona, así que como colegiala corro a mi cuarto para cambiarme de ropa. Retiro lo dicho. Le quiero gustar a él.

-¡Ninoska, abre la puerta! Sé que estás ahí. Te puedo escuchar.

Alterada por su voz ronca, desordeno el armario para encontrar algo decente con lo que vestirme, pero su estúpida forma de ser, me hace retractarme de todo lo que pensaba hacer.

-¿No te estarás vistiendo para impresionarme? Estoy acostumbrado a tu nulo sentido de la moda, no te preocupes. - bromea el muy cretino. Cierro el armario de un portazo y me dirijo hacia la puerta. La abro y me cruzo de brazos. Entonces me quedo sin respiración al notar como he salido. La camiseta es demasiado corta, y apenas me cubre la mitad de los muslos. Y Jonathan es demasiado guapo, y yo llevo tanto tiempo sin verlo...

-Estaba lavándome las manos. -
Él me roza la mejilla con el pulgar a modo de saludo e ingreso a mi casa para dejarlo entrar, y al hacerlo, noto su mirada a mi espalda. Inquieta por notarlo ahí parado, me volteo para mirarlo, y entonces, me encuentro con su mirada ardiente sobre mis muslos. Ni siquiera hace nada para disimular cuando lo encuentro comiéndome con los ojos. Sus ojos no son azules, son... casi violetas. Fogosos y hambrientos. ¿De verdad, está así por mi?

-Estás impresionante. - confieza y yo enarco una ceja incrédula, pues este tarado se caracteriza por tomarme el pelo innumerables veces.

-Es una camiseta vieja. - espeto sin importancia, pero él se acerca y me roza la cadera con deliberación, ante su acción la piel me arde como por arte de magia.

Cupido Disfrazado de LuchadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora