¿Ella es tan fogosa como me prometiste?

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A las ocho y media de la mañana, me levanto para despertar a Jonathan, pues una de las reglas inquebrantables de mi casa es no traer a desconocidos, menos si es un hombre. Comparto mi mañana con una libertina amante de los roedores y que se declara abiertamente odiar todo lo que tiene "tres piernas", con una amante de las novelas románticas y renacentista, que detesta a todo tipo que no sea un príncipe azul y luego estoy yo, una enfermera al igual que ellas pero con una nula vida sentimental.

Bajo rápidamente la escalera, asegurándome de que mis amigas siguen dormidas, pero al llegar noto que el living está vacío, y el cojín que le tiré anoche a Jonathan descansa sobre el sofá solitario. Sorprendida de que él haya madrugado tanto, me voy a la cocina y preparo café y tostadas, mientras siento una sensación de decepción por no haberlo pillado dormido. ¿Será de los que usan bóxers ajustados y nada más para dormir, levantándose con su cabello castaño despeinado y una sonrisa de canalla? Habría sido estupendo verlo descamisado, y calmar mi curiosidad sobre su sexy tableta de chocolate. Estoy segura que la tiene.
O quizá todo fue un sueño, y lo del otro día no sucedió, pensé pero al sentarme sobre el taburete, doy un salto y me quedo de pie. Fue real, me ha dolido la estúpida quemadura lo que implica que las manos de Jonathan acariciando mi trasero fue algo certero. Comienzo a hacer memoria y ¡Por dios cómo toca! Con aquella firmeza descarada, y ese punto dulce de no querer lastimarme. Sus manos me llevaron a la gloria, y durante aquel instante, sólo podía rezar para que él no se detuviera. Unto la tostada con mantequilla, y me percato de que la puerta de la cocina está abierta, mis ojos rotan un poco más al costado, donde pillo infraganti a la cobriza de Maite, justo donde esperaba encontrarla.

-Buenos días, enfermera. - la saludo, con un trozo de tostada en la boca. Ella aún en pijama, toma una de las tostadas que prepare y me echa una mirada angelical que casi parece una conejita.

-¿En qué tanto piensas, cariño?- me pregunta con expresión iracunda, mientras que Vale, bostezando y alzando sus brazos ingresa al lugar.

-¿Qué dices?

-Lo que oyes Nino... anoche te sentí hablar con alguien y nosotras no éramos. - me sonríe con suspicacia la reciente canalla incorporada, mientras que Maite, me observa con sus cejas alzadas.

-Con mi hermano. - les miento ya que si se enteran, me harán recapacitar en que me aleje de esa lacra de hombre según a sus ojos y la convivencia entre nosotras será insoportable al querer conocerlo.

- Se me hace que mientes. - me increpa la cobriza bien burlona, mientras que yo me torno inmediatamente roja.

-¿Por qué lo dices?

-Milú ya está entrenada con los desconocidos, no lo olvides... Cuando un hombre se le acerca, se tensa y ya lo ves, no ha querido salir de su casita.

-No seas exagerada, debe estar cansada, además Cristian es hombre ¿no?

-Supongo que sí. - me reprime sarcástica.

-Igual lo amas. - ruedo mis ojos.

-Es cierto

-Qué tal van las cosas?

-Ha vuelto a aparecer. - pega un suspiro Valeria. -Han pasado dos meses desde que rompimos y cree que por eso, al verlo me volveré loca ¡Hombres! - muerde un trozo de manzana con cara de asco... Seguro que no quedó loca al ver a su ex.

-Otra vez estás a dieta. - adivino.

-Nunca conseguiré quitarme los kilos que cogí al estar con el tarado de Carlos. -se lamenta.

-¡Vale! tu no estás gorda. - le increpa Maite a boca llena quien ya va en su tercera tostada.

Ella rueda sus ojos desganada.

Cupido Disfrazado de LuchadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora