No atendemos urgencia

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No debería haberle dicho eso...

Simplemente fue fruto de mi enfado. Me sentí tan despreciado cuando ella eligió quedarse con el tarado de Finn y no conmigo... ¡Maldita sea! Todavía lo pienso, y siento que me llevan los demonios. Qué bien me sentí al golpearle en la mandíbula. Haberle echo daño en frente de su "conquista" se sintió, ¡taaaaaan bien!

Ni siquiera fui consciente de mis nudillos enrojecidos. Habría continuado con gusto, pero el grito de horror de la enfermera me paralizó de inmediato.

Por un momento, creí que ella sintió miedo de mí, y me odié a mí mismo por ello. Pero entonces, cuando sus ojos color miel me observaron, descubrí que lo que demostraban era una profunda desconfianza. Lo cual es absurdo. Siempre he sido sincero con ella, o al menos, todo lo sincero que me permitieron las circunstancias. Jamás jugué con ella. Nunca quise lastimarla.

Si me alejé, fue para no hacerle daño.
Puedo ser muchas cosas, pero nunca he sido deshonesto.

¿Egoísta? ¡Maldita sea!

Puedo sentir su dolor cuando le dije que desearía no haberla conocido la cual sin duda, es la mayor mentira del mundo. Ninoska me ha causado muchos quebraderos de cabeza, y aun así, sé que es lo mejor que me ha pasado en todo este tiempo.

Conocerla valió la pena. Ninoska vale la pena.

—Tú sí que sabes cómo conquistar a una mujer.

Rollins abre una cerveza, y le ofrece una a Reings quien se acaba de sentar en el sofá sin recibir invitación alguna. Estoy acostumbrado a las visitas inesperadas de estos dos, pero últimamente, las mismas se tornan tan habituales que empiezan a preocuparme. Me preocupa que mi penosa situación los preocupe.

—¿Por qué no te vas al infierno?

—Porque acabo de venir de allí. — se burla y a la vez se acomoda en el sillón. Tal cual fuera su casa...

Abro otra lata de cerveza y me apoyo en la ventana. Desde esta altura, tengo una vista impresionante del río de Cincinnati.
Sé que es la clase de hogar que le gustaría a Ninoska, y por un instante, fantaseo con la idea de ir a pedirle disculpas.

Dominga holgazanea por el apartamento, y se acurruca a mis pies, buscando algo de cariño. Le acaricio detrás de las orejas, y la cachorra murmura en señal de gratitud.

Es una regalona.

Observo por el cristal el reflejo de los muchachos, percatándome de que el fortachón mayor está ido en pensamientos. No lo pienso dos veces y le lanzo una pregunta en modo de ironía.

—¿Te has tirado ya a Maite? —le pregunto. Los ojos de Rollins se dilatan por completo ante mi pregunta, mientras que el ceño fruncido de Joseph no me pasa desapercibido. Vamos amigo, a mí no me engañas. Sé lo que es estar obsesionado con una mujer.

—¿A la abeja? — inquiere con espanto.

—No la miras como si fuera un bicho. — le responde mi modesto amigo quitandome las palabras de la boca. Que agradable sujeto.

Reings opta por cambiar de tema. Se ve que éste lo molesta en exceso. Lo cual es extraño, pues conozco pocas cosas que le molesten y que lo alejen de esa pose indiferente que él mantiene con el resto del mundo.

—¿Por qué te empeñas en alejarte de ella?

—Porque es peligrosa.

—¿Te hace recordar?

Me río tensamente.

—¡Me hace olvidar! Todo en ella enciende mis alarmas. Su sonrisa, sus palabras, su olor... , su maldito olor a Jazmín.

Cupido Disfrazado de LuchadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora