Tenemos que hablar

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Supe que tenía un problema en el instante en el que me encontré a mi jefe en el casino del hotel Hilton. ¿Que, qué hago aquí? Un viaje relámpago se interpuso en mi agenda con Ninoska, por motivos de trabajo. Así que aquí me encuentro, precisamente en Los Ángeles, en lo que es una reunión junto a altos cargos, dentro de los que destaca el señor Mcmahon. En cuanto me vio, me echó una sonrisa efusiva y una mirada cómplice que me hicieron tragar espeso, ¿se habrá enterado de todo mi rollo con el boxeador? o simplemente estoy alucinando producto de la culpa. No, definitivamente no puede despedirme, soy uno de los mejores luchadores que posee, y siempre le doy lo suyo a la gente que se encarga de llenarle los bolsillos con dinero... y bueno, los míos también.

—¿Pero si no es Dean Ambrose? — pregunta en son de burla, acercándose a mi.

—El mismo que viste y calza.

—Me alegra verte fortachón. — me golpea fanfarronamente la espalda por lo que sonrío ya acostumbrado a sus suaves toques.

—Lo mismo digo.

—No, lo digo de verdad.

El ex fisicoculturista y hoy antaño hombre de negocios, mantiene su vista fija en mi, y puedo observar como sus ojos me examinan con detenimiento. Como si quisiera decirme algo. Y de la nada comienzo a tener miedo... no vaya a ser que este viejo sea gay... Menuda mierda, de ser así renuncio.

—¿Pasa algo? — titubeo intrigado, y esto es por dos cosas. Ya que no sé si se ha enterado de mi lío con Mayweather o si acaso le gusto.

—Por supuesto que pasa algo. — inquiere sirviéndose una copa de brandy y al verme observarlo me ofrece, pero me niego. — Anda, no seas una nenaza, estamos en confianza. — insiste una vez más y no me queda más que aceptar. A la vez, observo a todo el cuerpo directivo que se encuentra sentado en una amplia mesa redonda, ajenos a toda la parafernalia.

—¿De qué se trata todo? — pregunto con las pelota hinchadas por tanto tiempo perdido. Solo quiero irme a casa y estar con mi enfermera.

—Me gusta como trabajas, has superado mis propias expectativas, desde que te fiche como un simple niñito con ínfulas de luchador. — sonríe como si fuera gracioso.

—Y...

—Te lo haré preciso.

—Pues te lo agradecería. — reniego por lo bajo cruzandome de brazos. Sin embargo mi comentario fue lo suficientemente audible como para que el magnate del imperio luchístico riera.

—Que agradable sujeto... La cosa es que, yo quiero ganar dinero y supongo que tu también.

—Ajá...— comento entusiasmado al percatarme de que mi espectáculo con el boxeador aún no ha sido descubierto.

—Y es por eso que he decidido hacerte la cara de la empresa.

Ante su declaración, me atraganto con mi propio brandy.

—Vince... hasta donde yo sé, ese lugar lo tiene Reings, y es reciente. ¿Cómo lo harás para cambiar las cosas? Es imposible.

—Bueno, soy el dueño de todo esto ¿no?

—Sí pero no es la idea. Es mi amigo y... no es sano. — comento y el hombre estalla en risas.

—Tu hablando de cosas sanas, ¿es en serio amigo?

— Para que te lo creas, la gente si puede cambiar. — me confieso.

—Bueno, si tu lo dices... Pero, volviendo al tema... ¿aceptas ser el rostro de mi propia empresa? — vuelve a insistir y ante mi expresión pensativa, vuelve a atacar. Viejo de mierda coqueto. — Te dejaré como campeón durante un año. Eso implicaría un ajuste a tu ya "humilde" salario.

Cupido Disfrazado de LuchadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora