¡Espero que este no me salga rana

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Dos semanas más tarde, la vida parece haber vuelto a su normalidad. Es decir, mi insípida y aburrida existencia ha regresado. Jonathan se ha ido para siempre, a pesar de que a mí me cueste aceptarlo. También Valeria, mi amiga ha regresado, con una extraña sonrisa de oreja a oreja, lo que me sigue insistiendo de que no estuvo cuidando de su tía enferma, como me explicó.

Vale su hermana está encantada con Tomy, quien se ha convertido en su mejor amigo.

A veces es rosa, y otras verde. Pero definitivamente, la mayor parte del tiempo Tomy es azul, y al camaleón parece encantarle.

Pero no me engaño. Tras esta paz superficial, se encuentra un corazón lastimado y herido. Es decimío. Un corazón que late porque tiene que latir, pues no le queda otra que perfundir a mi cuerpo. Un cerebro que no deja de pensar en un terco castaño con músculos de encanto y un cuerpo ardiendo que pide ser calmado por las caricias de un hombre, él único que me ha hecho sentir cosas que yo creía inexistentes. En fin, tengo que superarlo.

Y entre medio de todo, tengo una reunión con mi prima. Sensacional, ¿no lo crees?

Camila se arregla las enormes gafas de sol sobre su minúsculo puente de la nariz. Sorbe sin ganas su margarita, y carraspea con la garganta, como cada vez que va a anunciar en voz alta algo que es muy serio. Aunque de mi prima, me puedo esperar cualquier cosa.

—Te he llamado porque aún no hemos elegido los zapatos para las damas de honor.

—Ah... eso.

—¡Lilo, no lo digas como si no fuera importante!

—Perdona Camila, pero desde que me he enterado que te acostaste con tu profesor de pilates, la boda en sí me parece un completo disparate.

Camila, ofendida me da un pellizco en el brazo.

—¡Lilo, baja la voz! ¿Pretendes que se entere todo el mundo?

Miro al nutrido grupo de ciudadanos de Ohio, que hacen su vida sin atender a la escandalosa vida social de mi queridísima loca prima.

—Camila, por lo que te queda conciencia, haz el favor de contárselo a tu prometido.

—¡Ya! Salió a la luz doña moral. No seas pesada. Hemos quedado para comprar los zapatos para las damas de honor, así que alegra esa cara.

El estómago se me revuelve al percibir el significado de sus palabras. Pero espera... ¿acaso se le ha escapado una letra "s" de más?

—¿Dijiste damas de honor?

—¡Ay ! Prométeme que no te vas a enfadar. Ahora que tengo una tíastra tan joven, me parecía una idea sensacional tenerla como dama...

—¿Pretendes que a mi mamá le dé un soponcio? —me altero.

—Es mi boda, y haré lo que me plazca.

—Desde luego que eres toda una egoísta.

—¡Bah! —le resta importancia a mi comentario con un movimiento de mano. Acto seguido, baja las gafas para dirigirme una mirada curiosa. —, ¿cómo va tu búsqueda de novio?

—Los novios no se buscan. El amor surge.

—¡El amor! — rueda sus ojos. — Todo el mundo sabe que lo importante en una relación es...

—Alúmbrame.

—La pasión.

Me atraganto con mi jugo de naranja.

—Si me lo dices tú primita, debería creerte. — río a carcajadas, y Camila me hecha una mirada cargada en reproche.

—No estamos hablando de mi, sino de ti... ¿qué tal tu búsqueda de marido?

Cupido Disfrazado de LuchadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora