V E I N T I D O S

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Tengo que dejar de correr.

No he llegado tarde. Sólo temo que alguien me detenga. Algunos murmullan al verme pasar: "sí, ese es el chico que golpeó a Francis".

Casi puedo imaginármelo de epitafio para mi tumba.

Francis. Francis. Francis.

—¿Jimmy?

—¡¡AAHH!!

Britt abre la puerta donde me afirmo y casi me doy un golpe pero logro sostenerme.

—Pasé hoy por tu casa en mi coche. Tu abuela me dijo que habías salido temprano.

Creo que ha dicho más palabras de las que acostumbra.

—¿Te sientes bien? —le pregunto.

—Creo que eso mismo debería preguntarte a ti—explica con una impasibilidad indescriptible en el rostro. Es algo propio de ella: parece que siempre está preocupada o parece no estarlo nunca. Ojalá su voz evidenciara cómo se siente.

—Estoy bien. Britt... Creo que no compartimos esta clase.

Ella me mira.

—Te estaba esperando a ti. Cuando tu abuela me dijo que ya habías salido, pensé que podía tener que ver con Francis.

—Ah, gracias.

—¿Entonces, qué sucede? En verdad, no entiendo qué problema tienes tú con él. Elegiste el peor contrincante.

Ah, no, Britt, no es él mi peor contrincante. Sucede que Steve aparecerá para matarme en cuanto recobre la conciencia y recuerde cada detalle de la noche del Baile de Bienvenida. O que le pegué a su mejor amigo. O que McCough lo persigue porque soy un bocazas y hablé demás.

¡Sólo tenía que ser invisible! Estar al margen ofrece una perspectiva única, nunca debería haber salido de ahí.

—Esto es muy difícil para mí, pero quiero que sepas—murmura Britt, más bajo y cerquita de mí—, que ni Jena, ni Meredith, ni McCough, ni yo...dejaremos que Francis vuelva a hacerte daño.

¡Que no se trata del puto Francis!

Suspiro.

—Gra...cias.

Un incómodo silencio se alza entre los dos hasta que caigo en la cuenta de que no puedo tratar mal a toda persona que intenta ayudarme. Ya hice las cosas mal con Shain. No quiero perder la única amiga que me queda en esta ciudad.

—Britt—murmuro—. Yo no le hice nada a Steve Morgan en la fiesta para que termine en el hospital. Tú me crees, ¿verdad?

—Más que a nadie.

Sonrío pero ella no lo hace.

—Britt, tienes que devolverme la sonrisa. Debes sonreír, también.

—¿Ah, sí?

—Sí.

—Vale.

Y sonríe.

Sus ojos brillan cuando lo hace.

Hasta hace que su melena rubia desprolija se vea bien.

—Hazlo más seguido—le sugiero.

Y vuelve a sonreír.


La clase se ha puesto insoportable y me he echado unas cuantas cabeceaditas.

Los Colores de JimmyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora