V E I N T I C I N C O

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Es hora de dormir pero no tengo sueño. Doy varias vueltas en la cama debatiéndome entre el techo y la ventana.

¿El motivo? Hay dos ideas rondando por mi cabeza y no me las puedo arrancar:

1. Miranda y Steve. ¿Dónde iban? Si se supone que no son novios, carajo, ¿qué hacen saliendo juntos de la escuela? ¡Es para matarlo a Steve por ser un jodido mentiroso y a ella por ser tan...perfecta para todos los babosos de la escuela!

2. Shain. Quien no me ha escrito desde el inconveniente que tuvimos la noche que me vino a buscar.

¿Por qué no me ha escrito? Si se supone que tanto se preocupaba por mí. ¿Por qué si apenas nos conocemos? Debería de mandarle un testamento haciéndole notar lo equivocado que está, sin embargo mi parte sensata me recuerda que estoy haciendo todo mal. Él sólo me quiso ayudar y no porque yo sea una persona especial. Debería repetírmelo más: Vamos, Jimmy, no te creas tan importante. Sólo fue caridad.

Mierda, no puedo estar más solo. No importa que Britt o Meredith estén de mi lado. Juro que luego de ver a Steve con Miranda estuve a punto de decir a mis amigas que él me gusta, que me destruye verle en compañía, que me hace explotar por dentro no poder decirlo.

Y ni siquiera estoy listo para admitirlo conmigo mismo al asunto de mi sexualidad... Soy la cobardía materializada, lo sé, pero nada volverá a ser lo mismo una vez que se sepa. Además, tendré que hacerlo con ellas, con mi familia, específicamente con mis abuelos, con Steve... Steve. Y cuando vaya a la universidad tendré que hacerlo con mis compañeros. Y cuando trabaje. Y cuando haga lo que haga. Estoy saliendo del armario todo el tiempo y eso me pone fatal. Si eres heterosexual no tienes que hacer nada de eso, ¿por qué alguien gay, sí? No puedo admitirlo, Shain, lo siento pero no puedo. Aún no estoy listo. Y lo peor es que no quiero estarlo, no sé si algún día seré capaz.

Sólo hay una persona que está al tanto y está dentro de mi computador.

Con quien también la he jodido Nivel Profesional.

No puedo estar tan solo.

Me levanto de sopetón y busco mi portátil. Lo enciendo y tomo asiento frente a mi escritorio. Hay mensajes que he obviado, pero ahora los leo todos. La persona que conocí en línea (quien además vive demasiado lejos como para figurarse una mínima posibilidad de conocerle) me ha contado cada uno de los días que transcurrieron desde que dejamos de hablar y todo porque me embobé con Steve creyendo que... creyendo que... Mierda. Como si fuese poco, uno debe adivinar, suponer todo el tiempo quién es gay y quién no.

"Ganaste—le escribo—, te he extrañado y me siento como un feo perro abandonado".

Le doy Enviar y espero una pronta respuesta.

Que no llega.

Espero y espero. Mientras tanto, stalkeo a Steve. Su perfil de Instagram es privado y no le enviaré una solicitud. Ya sé cuál será el resultado. Pero su perfil de Facebook no tiene seguridad, sólo que hace mucho no sube nada de nada. Reviso sus fotos hasta el hartazgo, ya lo he hecho antes, sin embargo en esta ocasión doy con una foto de él en la que está en una piscina. Una chica lo ha etiquetado. No tiene camiseta y lleva puestos unos pantalones demasiado cortos para cualquier mortal. Sonríe directamente a la cámara y se marcan sus malditos hoyuelos que asesinan.

Cuando menos me doy cuenta, tengo mi mano buena metida bajo el pantalón de mi pijama y la otra dando zoom al cuerpo bronceado de Steve Morgan. Indago en su cuerpo hasta que la pantalla se pixela. Me empalmo a más no poder y mi mano buena hace lo suyo para darme estímulo. Vuelvo a la cara del actual mariscal de campo y me deleito observando su quijada cuadrada, sus ojos claros, sus labios demasiado rosados.

Los Colores de JimmyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora