T R E I N T A Y T R E S

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El resto de los días transcurren extrañamente sin problemas.

Creo que ver a Shain tuvo mucho que ver.

No me veo en la obligación de tener que denunciar a McCough que Francis me tiene bajo amenaza ni confesar nada que sea innecesario. Aunque soy consciente de que tarde o temprano no tendré más opción que decir la verdad, primeramente a Britt.

El problema es que cuanto más me mezclo en la realidad hetero que está fundida la escuela al igual que el resto del mundo, mi cabeza vuelve a llenarse de preocupaciones y autoboicot.

Bajo la amenazante mirada de Francis, no puedo andar sin la idea de que en cualquier momento hará algo que me deje en ridículo.

¿Cómo se tomarían todos si se enterasen que llevé un arma a mi antigua escuela? A ver... ¿cómo me lo tomaría yo si me enterase que el chico raro que acaba de entrar a clases, llevó un arma a su antigua escuela? Mal, por supuesto. ¿Lo excluiría? Sí. ¿Le tendría miedo? Sí. ¿Soy de lo peor? Sí.

Pero...

¿Cómo lo hizo, Francis? ¿Cómo hizo para acceder a los expedientes? Se supone que son de uso ultra-privado, llegan únicamente las autoridades de la institución.

Lo más probable es que bajo algún engaño lo haya logrado Francis, como todo en su vida, pero la respuesta llega apenas se me viene a la mente la hipotética imagen del entrenador otorgándole a Francis (uno de sus jugadores estrella), el permiso de acceder a los expedientes. A la vida privada de todos los alumnos. Esto es mucho más convincente de lo que me gustaría.

Otro tema: las clases de deporte apenas se vuelven soportables.

Nada que no sea de esperar: alguna que otra humillación de los chicos del equipo de futbol y la ignorancia tanto de Steve como de Francis. Los gestos de ambos me los he ganado y hay una diferencia entre ellos que corresponden a la causa de su actitud horrible hacia mí: por un lado, a uno le caigo mal a su novia ya que mis amigas y yo somos demasiado mojigatos. Por el otro lado, hay una amenaza clara.

Prefiero que Francis me pase por alto.

Durante estos días que transcurren debo admitir que tengo un miedo enorme a que de un momento a otro me enfrente y me amenace con Britt.

En lo que hace a Steve Morgan, la situación es diferente y en cierto modo, funciona.

Él, tras el paso de los días, comienza a saludarme... cuando no hay algún conocido de ambos, cerca. La gente que tiene noción de él pero no de mí, es como si lo vieren hablándole al aire, aunque yo no lo tomo así. Que las personas nos vean, me da una chispa de alegría y orgullo: el hecho de que los demás estén al tanto de que el mariscal de campo del equipo me está saludando a mí.

Ellos sólo ven al estrella saludando a un perdedor, pero en mí es algo mucho más grande.

Además, en privado me da conversación como si fuéremos grandes amigos. Ninguna de nuestras conversaciones ha sido tan larga y profunda como la del parque, sin embargo me gusta que se haya relajado un poco la tensión entre ambos.

En general, se la pasa una gran parte del tiempo quejándose de Miranda y sus fantasías de mantener una relación seria hasta la graduación. Le habla a Steve sobre ser reyes del baile y la idea me repugna en demasía, lo cual espero hacérselo notar con mis gestos indecorosos.

—Elegir a la reina del baile parece ser el momento que despierta la competencia en cada una de las animadoras—me cuenta Steve mientras estamos dando una vuelta por el vecindario, la noche de un viernes—. La desconozco. Miranda está comprometida con su vida misma por ganar esa estúpida corona... y espero que no la gane ni de asomo. Aunque, ¿sabes una cosa, Jeremiah? No votes por mi novia.

Los Colores de JimmyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora