2: Encuentro con Alex.

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—Me alegro de que aún recuerdes mi nombre. —sonríe—

—¿Qué demonios haces aquí?

—Pues al igual que tú estás aquí, yo estoy también, ¿Qué tiene de raro?

Me cuesta encontrar respuesta a su pregunta, porque en verdad tiene toda la razón, pero no deja de sorprenderme.

—Yo estoy aquí por la universidad, ¿Y tú?

—No soportaba más vivir con mi "maravillosa" familia y decidí mudarme aquí. Además de por la universidad también, y que aquí hay más tías buenas.

—Espera... ¿Universidad? No me digas que también estudias.

Cada vez estoy más perpleja. Ya que ahora que lo pienso, nunca hablamos sobre los estudios. Al verle siempre con esa pinta de macarra, pensaba que era de ese tipo de chicos que se pasan el día fumando y bebiendo, fuera de casa, de fiesta en fiesta y sin estudiar, claro. Empiezo a pensar que no le conozco tanto como pensaba.

—ríe— Aurora, ¿No te han dicho alguna vez que no hay que juzgar a un libro por su portada?

Sigue teniendo razón, y yo sigo sorprendiéndome. Además, sigue igual que antes; con su ropa negra y blanca, su chaqueta de cuero, esa fulminante mirada con sus brillantes ojos negros, ese cabello oscuro y salvaje, esa piel pálida, esas ojeras, esos labios... Creo que ahora es incluso más atractivo que antes... Espera, ¿qué?

Me saca de mi embobamiento pasando su mano por mi cara.

—Eeeeoooo, te he hecho una preguntaa

—Perdón, estoy cansada —miento,  bueno, es una verdad a medias— y si no fuera por ti, ya estaría de camino a casa, así que dime qué quieres.

—No mientas, seguro que te alegras de verme —sonríe—

En parte sí que tiene razón, no lo voy a negar. Le extrañé muchísimo, de hecho llegué a pensar que se había ido a vivir al bosque de por vida, conociendole, no me extrañaría. Aunque sigo pensando que no le conozco apenas realmente.

—Dime qué quieres de comer —exijo cruzándome de brazos—

—Vale vale, te has vuelto más borde aún eh. Quiero una hamburguesa, pero solo si te tomas otra conmigo.

—Estás de broma, ¿No?

—No.

—Vaya.

Finalmente tuve que comer con él. Hablamos durante más de una hora, hasta que mi jefe nos tuvo que echar. Pero después estuvimos un par de horas más dando vueltas por la ciudad, y, para qué mentir, lo echaba de menos. Pero más aún extraño a Javier, con quien solo hablo muy de vez en cuando por Skype.

Conociendo(nos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora