23: inesperada compañía

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Alex

Por más que lo intento, no se me quita de la cabeza aquel día. Por una parte se notaba que paseaba por aquel callejón y no se esperaba en absoluto encontrarse conmigo, pero por otra no puedo evitar albergar la pequeña esperanza de que me estuviera siguiendo. Sé que suena un poco extraño a la vez que enfermizo, de hecho me odio a mí mismo por desear eso.

Sé que el bosque más cercano se encuentra realmente lejos, pero necesito más que nunca alejarme de todo y de todos. Además ahí a la fuerza será imposible que me encuentre con Aurora.

Sin pensarlo más, me encamino al coche y conduzco durante horas por carreteras cubiertas de niebla. Realmente he elegido un día nefasto para ir al bosque, pero ya no hay vuelta atrás.

Una vez llego a un bosque recóndito alejado por completo de la civilización, aparco el coche y me adentro con ansias. Comienzo a correr como si no hubiese mañana y, una vez he desgastado la mitad de mis energías corriendo sin parar, me percato de que me he adentrado tanto que apenas llega la luz. El ambiente es espeluznante y eso me encanta. En los bosques siempre me siento como en casa.

Me quito la camiseta ya que después de correr kilómetros y kilómetros, me ha dado una terrible sed y calor. Por un momento pienso en darme un baño en un pequeño lago que hay cerca mía, pero no hace falta ya que en cuestión de segundos se desata una feroz tormenta que me moja por completo en menos de un minuto. Sonrío y me dirijo a una cueva que se encuentra en frente mía para refugiarme hasta que escampe. Dentro de ella encuentro bastantes ramas y ojas secas, que supongo que el viento las traería aquí, y con un poco de esmero consigo crear una fogata.

Me dedico a reflexionar durante una media hora. Pienso un poco en mi terrible infancia, en cómo estarán mis hermanos y, final e inevitablemente, acabo pensando en Aurora. ¿Por qué no acepté esa oportunidad? En parte lo hice por el bien de ella, pero a la vez su bien es mi perdición; me siento desorientado, perdido, decaído. Me miro el brazo derecho y observo el par de marcas de agujas que hay en él. ¿Cómo he podido caer tan bajo? Realmente si fuera por mí viviría siempre en el bosque. La comodidad es agradable, sí, pero para mí la civilización sólo trae infelicidad, desorientación y estrés. Soy más feliz siendo libre y buscandome la vida en la naturaleza que vivir entre la civilización y obedecer sus reglas (que no siempre lo hago, pero las reglas aveces están para romperse, ¿no?) rendirme ante una vida insatisfactoria, monótona y estresante.

La lluvia no cesa, de hecho diría que aumenta por momentos. Pero me comienza a entrar un hambre feroz y me decido a cazar algún animal a pesar de la tormenta.

En un inicio me cuesta bastante ya que con la lluvia es mucho más difícil oler el rastro de otros animales, además estos igual buscan refugio. Pero finalmente encuentro una apetitosa liebre, comienzo a perseguirla cuando de repente un enorme pinchazo de dolor en la cabeza hace que caiga de lleno al suelo. El dolor es más fuerte que nunca, tanto que me dan ganas de llorar. Siento que pierdo poco a poco el conocimiento, y unos escasos segundos antes de que eso ocurra, oigo unas pisadas aproximándose a mi persona. Cuando me giro, me encuentro con una hermosa joven de belleza indescriptible, la cual me mira con clara preocupación.

Abro los ojos con dificultad y tardo en asimilar que me encuentro en la cueva donde me había refugiado antes, con la misma fogata, cerca de la cual se encuentra aquella joven. ¿En serio no era mi imaginación? ¿Es real? Quizá aún esté durmiendo.

Me pellizco para comprobarlo, pero la sigo viendo. Incoscientemente hecho un vistazo a su apariencia; lleva un vestido hermoso, pero algo inusual para esta época, su cabello es rubio claro, su piel blanca como la porcelana y sus ojos, aunque ahora no los puedo ver, anteriormente observé que son de un azul grisaceo realmente cautivador.
De repente se gira y me observa con sorpresa al comprobar que ya estoy despierto y que, además, me encuentro observandola fijamente, con una mirada penetrante y analítica cual viejo verde.

—¿Se encuentra bien? —pregunta con tono de preocupación.

Su voz es realmente dulce y melódica.

—Sí, o eso creo. Pero... ¿quién eres?

Ella esboza una tierna sonrisa, sonrisa la cual sirve a modo de respuesta. Instantáneamente me percato de que es un vampiro y los nervios se apoderan de mí. Ahora todo tiene sentido.

—Por favor, antes de odiarme o, incluso hacerme daño, escuchame. —me roga con tranquilidad—soy curandera, me dedico a curar a todo ser sobrenatural, incluidos los sangre de lobo. No tengo nada en contra de ti, de hecho, me gustaría ayudarte.

—Espera... ¿No serás por casualidad la que curó a la madre de Javier?

—Sí, tremenda casualidad. —afirma con una sonrisa.

—Sí la verdad... ¿Qué haces por aquí?

—Hace unos días estuve atendiendo a alguien de por aquí y decidí descansar un par de días en el bosque. Me encanta este lugar. Y, por lo que veo, también es el caso de usted.

—Eh... sí, algo así.

Realmente me siento extraño, no todos los días habló pacíficamente con vampiros -exceptuando algunos de mis amigos, que justamente fueron quienes me recomendaron llamar a esta chica para curar a la madre de Javier-.

—¿Y qué tal si hablamos de lo que le ocurría? Pude observar que le dolía enormemente la cabeza, hasta el punto de perder el conocimiento. Creo que puedo ayudarte.

—Sí, pero no creo que tenga importancia...

—Por favor, no mienta, está ante una curandera. Es evidente que su caso es grave, no tema en contarme con todo detalle qué le ocurre exactamente, antes de que sea demasiado tarde.

Acabé accediendo y la relaté absolutamente todo. Y que llevaba ya meses con estos dolores de cabeza.

Conociendo(nos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora