La conexión que siento con esta joven es indescriptible, como si hubiéramos estado todo este tiempo predestinados a conocernos; tenemos los mismos gustos en prácticamente casi todo, nunca hay silencios incómodos y me siento bastante agusto en su compañía.
Tras conocernos aquel día, acepté que me ayudara con mi extraño problema de salud y la he acogido en mi piso durante el tiempo que sea necesario. La acompañé al bosque a por hierbas que necesitaba para la medicina natural que me ha fabricado, aunque tuvimos que ir también al herbolario más cercano ya que en esta época del año la vegetación escasea. Lo que no me esperaba es que Aurora estuviera cerca justamente cuando salíamos de la tienda. La verdad es que gracias a esta chica he conseguido olvidar un poco a Aurora, aunque la escena de hoy me ha dejado pensativo, tenía pinta de estar pasando por una mala época. Cuando la vi así de ojerosa, pálida y llena de lágrimas, me dieron unas ganas irreflenables de abrazarla todo el tiempo que ella necesitara. ¿En qué momento nos volvimos unos extraños? sé que es enteramente culpa mía, pero a pesar de todo sé que está mejor sin mí. Espero que sea lo que sea que le ocurra, se solucione pronto. Aurora se merece lo mejor del mundo y me duele verla así.
—Buenas tardes, ¿en qué piensas? llevas varios minutos con la mirada perdida. —dice ella entrando al salón con una taza de té en la mano.
—Pensaba en que ya nos conocemos desde hace unos días y aún no me ha dicho su nombre. —miento (bueno, a medias, porque en verdad ya me lo preguntaba desde hace tiempo).
—Cierto, la verdad es que aún no se ha dado la ocasión, me llamo Yaryna —afirma mientras bebe elegantemente su té.
—La verdad es que estos días me has hecho un montón de preguntas para conocerme mejor, pero me ha dado la sensación de que evita hablar demasiado de usted.
—Por favor ya no me trate de usted, creo que nos empezamos a conocer lo suficiente. Y tienes razón, supongo que es porque soy reservada por naturaleza.
—Pues vaya, me gustaría saber más de ti.
—Ella instantáneamente esboza una amplia sonrisa— ¿sueles ser tan caballeroso con todas las mujeres?
—No —río— la verdad es que no, de hecho eres de las pocas excepciones.
—¿Y eso?
Su hermosa y tímida sonrisa aumenta por momentos, lo cual hace que yo también sonría.
—No sé, por lo general según cómo se comporte alguien conmigo, así me comporto yo. Y desde el principio has sido amable, educada y respetuosa conmigo, así que me sale solo el comportarme contigo de igual modo.
—Es lo justo, así me gusta. —dice sonriente, con cierto brillo en sus ojos.
Parece orgullosa de mí y eso que nos acabamos de conocer. Esta chica es un poco extraña, pero mientras me cure estos malditos dolores de cabeza, me conformo.
Y qué ironía, que justo cuando pienso en los dolores de cabeza, me da de repente uno de ellos, tan fuerte que caigo de rodillas al suelo, siento que todo me da vueltas y pierdo la audición poco a poco, solo escucho levemente a Laryna diciendo mi nombre y acercarse a mí con clara preocupación, acto seguido pierdo el conocimiento.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Abro los ojos con dificultad y examino mi alrededor; parece que me encuentro en la habitación de invitados, donde duerme Laryna. Finalmente recuerdo que volví a perder el conocimiento e imagino que le resultaría más fácil dejarme aquí al encontrarse esta habitación más cerca del salón. Los vampiros tienen mucha fuerza, pero a pesar de ello sigue siendo más cómodo dejarme aquí. Me levanto con pereza y me aproximo a mi habitación, ya es tarde y supongo que a ella le aparecerá más dormir en su habitación. Además así la pregunto por qué persisten estos dolores si ya estoy tomando el remedio.
Al entrar me encuentro con ella en camisón mirando por la ventana, pensativa.
Aquella vestimenta realza bastante su figura y su belleza en general, y noto cómo se me encienden las mejillas y el corazón se me acelera.
—Lo siento. —susurra en un tono casi inaudible.
Cuando se da la vuelta veo como tiene los ojos llorosos, y no alcanzo a comprender el motivo.
—¿Por qué te disculpas?
—Porque algo está fallando, y no suele ocurrir con mis remedios. Sigue yendo a peor y mis remedios no funcionan. No puedo ni quiero dejar que empeores, pero ni consigo dar con la raíz de lo que te ocurre. Lo siento, en serio...
Instantaneamente la abrazo, dandola a entender que la apoyo y que no se debe sentir frustrada. Ese gesto parece agradecerlo enormemente.