Alex
—Y bueno... ¿Qué te parece? realmente me hace mucha ilusión que pruebes comida de mi país—asegura Yaryna con una tierna sonrisa.
—Está delicioso, ¿cómo decías que se llamaba esta comida?
—Vareniki.
—Pues vaya nombre más raro, pero lo que importa es que me voy a comer todo lo que hay en el plato. Hacía tiempo que no probaba algo tal delicioso.
—sonríe— por mí como si te comes lo mío también, como ya sabes los vampiros podemos vivir perfectamente sin comer, cuando lo hacemos es por puro capricho.
—¿En serio me dejarías? —la pregunto expectante, ya que sin problemas me comería también lo de su plato.
—Claro que puedes —afirma con una amplia sonrisa, como si le hiciera realmente feliz que me guste lo que ha cocinado— por cierto... ¿te han vuelto a dar dolores?
—No la verdad, estoy algo mejor estos días.
—No mientas Alex, me prometiste que no lo harías. No ganas nada ocultandome la verdad para que no me preocupe, porque recuerda que soy tu doctora, sanadora... o como quieras llamarlo.
—Suspiro resignado— siguen, y cada vez peores.
—Me lo temía... —dice tapandose la cara con las manos— soy una fracasada.
—Tampoco digas eso mujer... estás haciendo todo lo que puedes. —trato de calmarla, ya que parece que ella se preocupa más por mi salud que yo mismo.
—Sí, pero con eso no es suficiente. Tu caso es realmente extraño. Hace años conocí a alguien a quien le pasó parecido, pero no consigo recordar qué remedio utilicé, y eso me frustra muchísimo.—suspira con nerviosismo— No quería decirte esto aún, pero puedes llegar a morir pronto si esos dolores prosiguen. —confiesa con los ojos llorosos—.
Yo me quedo paralizado mientras mastico lentamente uno de esos varenikis. ¿En serio es tan grave lo que me ocurre? Al ver que está a punto de llorar, instintivamente deposito mi mano derecha sobre la suya y la acaricio suavemente para tratar de tranquilizarla. Ella en un principio parece agradecer ese gesto, pero cuando me mira a los ojos, retira su mano rápidamente. Acción que me resulta algo extraña.
—Si ese caso es tan desconocido para ti, ¿cómo pareces estar tan segura de que puedo llegar a morir por ello?
—Porque a quien curé con esa misma enfermedad hace muchos años, literalmente estuvo a punto de morir, solo que afortunadamente conseguí encontrar la cura a tiempo. Habían dos ingredientes en concreto que eran la clave, pero los olvidé por completo.
—Sé que los recordarás pronto, confío en ti. —la aseguro.
—Gracias por depositar en mí tanta confianza. No te fallaré, lo prometo. —dice con una sonrisa— de hecho, ahora mismo iré a pasear por el bosque más cercano, a ver si el aire puro me refresca la memoria y encuentro allí mismo los ingredientes. ¿Me acompañas?
—Creo que esta vez me quedaré en casa.
—Está bien, no creo que tarde mucho de todos modos, pero esta vez podrías hacerme la cena, ¿no?
—Sí, sin problema, aunque lo que haga nunca igualaria a la comida de hoy.
Ella sonríe y se despide dándome un tierno beso en la mejilla, lo cual a simple vista parece que lo haya hecho siguiendo un impulso, sin pensarlo, y seguidamente parece arrepentirse mientras sale avergonzada de la habitación.
Una vez se ha ido, me termino la comida, lavo los platos y me tumbo en el sofá. Enciendo la televisión pero al no ver nada interesante, la acabo apagando enseguida. Me propongo hacer una limpieza en el teléfono para liberar memoria y mi cabeza se inunda de recuerdos al ver varias fotos con Aurora ¿Qué estará haciendo en estos momentos? aún no consigo olvidarla. Por momentos me da la sensación de que empiezo a sentir algo por Yaryna, pero siempre me encuentro con una especie de barrera invisible que lo impide.
ESTÁS LEYENDO
Conociendo(nos)
Teen FictionSegunda parte de →Mi novio es un hombre lobo← Nuevo comienzo; nuevas aventuras, experiencias, personajes