(1928) Ibid

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("...como Ibid dice en su famosa Vidas de poetas". De un estudio erudito)

La errónea idea de que Ibid es el autor de las Vidas es algo tan extendido, incluso entre gentes que pretenden disfrutar de cierto grado de cultura, que hace preciso corregirla. Hay que hacer saber a todo el mundo que es Cf. el responsable de ese trabajo. La obra maestra de Ibid, por otra parte, es el famoso Op. Cit., donde todas las claves culturales grecorromanas se encuentran plasmadas con enorme perfección... y una agudeza suprema, habida cuenta la fecha, sorprendentemente tardía, en la que Ibid la escribió. Existe la falsa idea – habitualmente reproducida en libros modernos, previos a la monumental obra de Von Schweinkopf, Gestichte der Ostrogothen in Italien– de que Ibid era un visigodo romanizado, perteneciente a la horda de Ataúlfo que se asentó en Plasencia sobre el 410 d. de C. Nunca se insistirá lo suficiente en lo contrario, ya Von Schweinkopf, y después de él Littlewit y Vêtenoir, han demostrado con pruebas irrefutables que esta figura, llamativamente solitaria, era un romano de pura cepa -o al menos de tan pura cepa como esa era degenerada y bastarda podía producir-, y de él podría decirse lo que afirmaba Gibbon de Boecio: "Que era el último de aquellos a los que Catón o Tulio podrían haber reconocido como compatriotas".

Era, como Boecio y casi todos los hombres eminentes de esa era, de la gran familia Anicia, y trazaba su genealogía con gran exactitud y orgullo, hasta todos los héroes de la república. Su nombre completo -largo y pomposo, según la costumbre de una era que había perdido la trinómica simplicidad de la nomenclatura clásica- era, según Von Schweinkopf, Cayo Anicio Magno Furio Camilo Emiliano Cornelio Valerio Pompeyo Julio Ibid, aunque Littlewit rechaza Emiliano y añade Claudio Decio Juniano, mientras que Bêtenoir discrepa radicalmente, dando el nombre completo de Magno Furio Camilo Aurelio Antonino Flavio Anicio Petronio Valentiniano Egido Ibid.

El eminente crítico y biógrafo nació en el año 486, poco después de que los romanos perdieran la Galia a manos de Clovis. Roma y Ravena rivalizan en lo tocante al honor de su nacimiento, aunque está probado que estudió retórica y filosofía en las escuelas de Atenas... ya que la gravedad del cierre de las mismas, decretado por Teodosio un siglo antes, ha sido exagerado con gran ligereza.

En 512, bajo el benigno reinado del ostrogodo Teodorico, lo encontramos como profesor de retórica en Roma, y en el 516 detentó el consulado Pompilio Numancio Bombastes Marcelino Deodanato. A la muerte de Teodorico, en 526, Ibidus se retiró de la vida pública para componer su celebrado trabajo (cuyo puro estilo ciceroniano es tan destacable, en cuanto a atavismo clasicista, como los versos de Claudio Claudiano, que escribió su obra un siglo antes que Ibidus); pero más tarde recibió nuevos honores, siendo nombrado retórico cortesano por Teodato, sobrino de Teodorico.

Con la usurpación de Litigio, Ibidus cayó en desgracia y estuvo preso durante algún tiempo; pero la llegada del ejército bizantino de Belisario le devolvió pronto la libertad y los honores. Durante todo el sitio de Roma sirvió con bravura en el campo de los defensores, y luego siguió a las águilas de Belisario por Alba, Porto y Centumcellae. Tras el sitio franco de Milán, Ibidus fue designado para acompañar al erudito obispo Dacio a Grecia, y con él vivió en Corinto, en el año 539. Hacia 541 se trasladó a Constantinopla, donde recibió todos los honores imperiales posibles, tanto por parte de Justiniano como de Justino II. Los emperadores Tiberio y Mauricio también lo honraron en la vejez y contribuyeron en gran medida a su inmortalidad, sobre todo Mauricio, aficionado a trazar su genealogía hasta la vieja Roma, pese a haber nacido en Arabiscus, Capadocia.

Fue Mauricio quien, teniendo el poeta 101 años, ordenó que su trabajo fuese libro de texto en las escuelas del Imperio, algo que pasó factura fatal a las emociones del anciano retórico, ya que éste murió pacíficamente en su casa, cerca de la iglesia de Santa Sofía, en el sexto día antes de las calendas de septiembre, en el 587 d. de C., a los 102 años de edad.

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