-Capitulo 3- Una búsqueda y una invocación

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Charles Ward, como hemos visto, averiguó en 1918 que descendía de Joseph Curwen. No es de extrañar que inmediatamente brotara en él un profundo interés por todo lo relacionado con ese misterio, ya que los vagos rumores que había oído acerca de aquel personaje habían adquirido para él una importancia vital desde el momento en que supo que por las venas de ambos corría la misma sangre. Ningún genealogista que se preciara podía por menos de iniciar una búsqueda ávida y sistemática de todo lo relativo a Curwen.

En sus primeras investigaciones no manifestó la menor tentativa de guardar el secreto, de modo que incluso el doctor Lyman vacila en fechar los comienzos de la locura del joven en un período anterior a 1919. Hablaba libremente con su familia -aunque a su madre no le complacía demasiado tener un antepasado como Curwen- y con los funcionarios de los diversos museos y bibliotecas que frecuentaba. Al acudir a los particulares en demanda de datos o documentos, no ocultaba el objeto de sus pesquisas y compartía el divertido escepticismo con que eran considerados los relatos de los autores de diarios y cartas. Pero sí solía expresar una seria curiosidad por lo que realmente había ocurrido hacía siglo y medio en la granja de Pawtuxet, cuyo emplazamiento trató inútilmente de localizar, y por averiguar qué clase de individuo había sido Joseph Curwen.

Cuando dio con el diario y los archivos de Smith y encontró la carta de Jedediah Orne, decidió visitar Salem e investigar cuáles habían sido las actividades desarrolladas allí por Curwen, cosa que llevó a cabo durante las vacaciones de Pascua de 1919. En el Instituto Essex, que conocía de anteriores estancias en la antigua ciudad puritana de chapiteles ruinosos y tejados arracimados, fue recibido muy amablemente. Allí tuvo ocasión de descubrir una gran cantidad de datos acerca de su antepasado. Descubrió que había nacido el 18 de febrero de 1662 en Salem-Village, pueblo que actualmente lleva el nombre de Danvers y que está situado a unas siete millas de la ciudad, y que se había embarcado a la edad de quince años para regresar con el habla, el vestir y los modales de un inglés en 1686, fecha en que se estableció en Salem. En aquella época apenas se relacionaba con su familia y pasaba la mayor parte del tiempo enfrascado en la lectura de libros que había traído de Europa y experimentando con extraños productos químicos que le llegaban en barcos procedentes de Inglaterra, Francia y Holanda. Ciertos viajes suyos por la región fueron objeto de muchos comentarios y se asociaban con vagos rumores que hablaban de fogatas que ardían por la noche en las colinas.

Los únicos amigos íntimos de Curwen habían sido un tal Edward Hutchinson, de Salem-Village, y un tal Simon Orne, de Salem. Se les veía a menudo conferenciando por los alrededores del parque y las visitas entre ellos no eran menos frecuentes. Hutchinson poseía una casa en las cercanías del bosque y se decía que por la noche se oían en ella ruidos muy extraños. Se comentaba también que recibía muchos visitantes de apariencia rara en extremo y que las luces de sus ventanas no eran siempre del mismo color. Los conocimientos que revelaba acerca de personas que habían muerto hacía mucho tiempo y de acontecimientos pretéritos, se consideraban claramente sospechosos. Hutchinson desapareció en la época del gran pánico de Salem y nunca volvió a saberse de él. También Joseph Curwen se marchó en esa misma época, pero al poco se supo que se había establecido en Providence. Simon Orne vivió en Salem hasta 1720, cuando empezó a llamar la atención el hecho de que no envejeciera. En aquella fecha desapareció, pero treinta años después se presentó un hijo suyo a reclamar sus propiedades. La reclamación prosperó debido a que los documentos, de puño y letra de Simon Orne, no dejaban lugar a dudas respecto a su autenticidad. Jedediah Orne vivió en Salem hasta 1771, cuando ciertas cartas de un grupo de ciudadanos de Providence destinadas al Reverendo Thomas Barnard y a otros hombres de influencia provocaron su salida de la ciudad con rumbo desconocido.

En el Instituto Essex, el Ayuntamiento y la Oficina del Registro de la Propiedad había ciertos documentos relativos a estos extraños sucesos, algunos de ellos tan inofensivos como pueden ser un título de propiedad o una factura de venta, y otros de naturaleza más misteriosa. En los archivos en que se guardaba toda la documentación relativa a los procesos por brujería, había cuatro o cinco alusiones inconfundibles. Por ejemplo, el testimonio que prestó un tal Hepzibah Lawson el día 10 de julio de 1692 ante el Tribunal de Oyer y Terminen presidido por el Juez Hawthorne y según el cual «cuarenta brujas y el Hombre Negro se reunieron en los bosques situados detrás de la casa del señor Hutchinson». Un hombre llamado Amity How declaró por su parte en la sesión del 8 de agosto ante el juez Gedney que «El señor G. B. (George Burroughs) fue marcado por el diablo la misma noche que lo fueron Bridget S., Jonathan A., Simon O., Deliverance W., Joseph C., Susan P., Mehitable C., y Deborah B.». Existía también un catálogo de la biblioteca de Hutchinson tal como se había encontrado ésta después de la desaparición de su dueño, y un manuscrito sin terminar, escrito por el propio Hutchinson en una clave que nadie pudo descifrar. Ward hizo sacar una copia del manuscrito y empezó a trabajar en la clave. A partir del mes de agosto su tarea fue cada vez más intensa y febril, y, a juzgar por su conducta y sus palabras, puede suponerse que logró descifrarla en octubre o noviembre de aquel mismo año. Sin embargo, Ward no dijo nunca nada concreto al respecto.

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