Capítulo uno: La vida de una reina.
Atención: Capítulo editado y perfeccionado.
Sugar sabía que incluso ella, con una vida pulcra y perfecta, viviría situaciones fuera de su control.
Sabía que no podía evitar que el sol se colara por su ventana cada despertar, sabía que por más que lo intentara no podía hacer que todos en el planeta vivieran bajo su régimen constante, y sabía que no había poder que hiciera que mantuviera su cuerpo perfecto sin tener los sacrificios propios de no comer algo más que ensalada por las mañanas. Incluso aunque Sugar se jactaba de mantener una vida pulcra, siempre estuvo consciente de que había cosas que no iba a poder controlar. Cosas que se escapaban de sus manos porque su poder no era omnipotente, no en ese entonces y no para esos fines.
Sin embargo, que ella supiera eso no quería decir que no mantuviera el control obsesivo en los aspectos más rudimentarios de su vida, aquellos que sin duda podía controlar. Si el sol se colaba por la ventana y lastimaba sus ojos sensibles, ella los cubría con una máscara para disminuir el impacto, y si no podía mantener un cuerpo perfecto trataba en lo posible de no comer harinas y grasas. Y esas medidas le funcionaban tan bien, que a veces se engañaba a sí misma y creía que sí tenía control sobre cada diminuto aspecto de lo que era su vida.
Y eso, tal vez, fue el error que la llevó a vivir la aventura más impredecible de su perfecta vida.
La mañana en la que todo comenzó no parecía haber nada diferente; se despertó por sí misma cuando los rayos del sol alcanzaban tenuemente a entrar por la tela que cubría sus ojos, y se preparó para ir a la escuela con una sonrisa plástica en su rostro. El tiempo estaba a su favor, como era costumbre, y le dio tiempo de ducharse, hidratarse y espabilarse antes de comenzar el día. Se colocó un pulcro vestido nuevo y una fina capa de maquillaje, se puso sus zapatos favoritos y se dijo cosas lindas frente al espejo, al igual que todas las mañanas después de colocarse sus lentes de contacto.
Cuando bajo a comer a la cocina, no había nadie más que su nana en ella, terminando de servir en la barra el desayuno de Sugar.
—Buenos días, señorita— dijo Gina con una sonrisa nerviosa. La mujer la había criado desde que la chica usaba pañales, y hubo un tiempo en el que ambas eran muy unidas, casi como madre e hija, pero desde que esta entró a la añorada pubertad, entró a la escuela y se llenó de amistades, su carácter forjado por el exterior había hecho que ella rechazara cualquier trato maternal por parte de la mujer, obligándola a dirigirse a ella con respeto que casi rayaba al miedo.
A Sugar le gustaba eso; el miedo hacía ella, pues era mejor que el rechazo, y ya se había resignado a que nunca conseguiría el cariño.
—Gina—le respondió el saludo acompañado de un asentimiento de cabeza. Se sentó en el banco frente a la barra con la espalda recta y el gesto impertérrito, después miró a ambos lados con los labios apretados y se atrevió a lanzar otra pregunta—. ¿Dónde están mis padres?
—Siguen en su habitación, señorita. ¿Quiere que les llame?
—No, gracias. No me molesta comer sola— Su tono carecía de emociones, pero Gina conocía a Sugar lo suficiente como para saber que aún le afectaba el desinterés que sus padres siempre mostraban hacia ella. Sin embargo, no pudo decir nada, pues el pequeño mohín que Sugar hizo al observar con atención su plato la hizo dudar de su situación—. ¿No crees que es mucha comida la que serviste, Gina? Sabes que no puedo permitirme tocino, tiene mucha grasa y calorías.
—Yo... lo siento mucho, señorita, solo quería sorprenderla. Ya sabe, salir un poco de la rutina—la mirada seria de Sugar ponía a la mujer nerviosa—. Pensé que le gustaría, para empezar bien la semana
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El Imperio caído de Sugar
Фэнтези"Cuando la armadura vacía es destrozada, el imperio cae" Una estrella agoniza si la alejas de su cielo. Un brillo se apaga si robas la dicha de su origen. Un alma se muere cuando su espíritu se fuga. La oscuridad crece en lugares donde hay luz, pe...