La falsa vida de una reina.

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Capítulo cinco: La falsa vida de una reina.

La voz de Sugar seguía perdida cuando Adler, rodando sus ojos con una pequeña sonrisa asomando sus labios comenzó a arrastrarla hacia la cafetería. La chica estaba en shock, como si no pudiera creer lo que ese destino extraño le estaba deparando.

Se sentía como una muerte tortuosa y extraña, como si estuvieran asfixiándola lentamente, paso por paso. No podía dejar de preguntarse cuándo las sorpresas pararían. Esperaba que pronto, pero dado que nada estaba a su favor en ese extraño sueño—porque se negaba a creer que era real—, lo dudaba mucho.

Cuando divisó las puertas aglomeradas de la cafetería del instituto, Sugar ancló sus pies en el suelo y apoyó todo su peso en un solo punto, negándose a avanzar. No iba a poder soportar entrar a la jungla.

La prueba mortal de todo adolescente sin buena posición en la preparatoria era la cafetería, el lugar donde todo podía pasar. Ella misma lo había vivido, pero desde otro punto de vista. Y sabía que ahora su sueño se quería vengar de eso y que algo terrible le esperaba ahí dentro, solo que no tenía ganas de enfrentarlo. Y no lo haría.

Adler trató de arrastrarla, pero Sugar se sujetó de su brazo con uñas y comenzó a jalar hacia atrás, negándose rotundamente a avanzar. Movía su cabeza de un lado a otro en negación frenética, la prueba de su terror plasmada en su rostro.

—¿Qué pasa contigo?—preguntó su supuesto mejor amigo soltando su brazo, entendiendo que no avanzaría—. Sé que no te gusta la ensalada, pero esto es ridículo.

Ella lo miró incrédula. Esa vida no dejaba de sorprenderla, y todo en un solo día. Parecía que toda su vida estaba al revés en ese sueño, que todo lo que ella era y lo que le gustaba había cambiado. Y la idea no podía gustarle menos.

—A mí me gusta la ensalada. Mucho—sentenció con un puchero, cruzando sus brazos mientras bajaba la mirada al suelo—. Pero no quiero entrar ahí, ¡Tú no lo entiendes!

—No entiendo muchas cosas en este momento. ¿A qué te refieres en particular?—masculló en un susurro, y parecía bastante inconforme con ese hecho.

—¡A esto!

—Eso no me ayuda mucho. Dame más pistas.

Sugar lo miro disgustada.

—¡A esto! Tú no entiendes... Todo esto está mal—señaló—. Yo no soy tu mejor amiga, soy de Sonya, ni siquiera deberías de estar hablándome ¡No está bien nada de esto!

Él ladeo la cabeza e hizo un mohín, disgustado y con la confusión plasmada en su mirada.

—No sé de qué hablas—dijo suavemente—. Y sé que te encanta hacer bromas, pero esto es simplemente ridículo. ¿Quieres que te lleve al hospital? Estás un poco muy neurótica el día de hoy. ¿Te mordió el perro de los Anderson otra vez por confundirte con el cartero?

Sugar soltó un grito agudo de frustración y Adler tuvo que tapar sus oídos, mirándola como si estuviera loca.

—¡No! Te digo que no es así. Todo esto... ¡Está mal!

—La que esta mal aquí eres tú—la observó preocupado—. Trataré de descifrar tu código Morse y averiguar qué te pasa...

—No, no lo hagas ¡No es ningún código Morse!—exclamó—. Ugh, Este sueño apesta...

—Sugar, no estás en un sueño.

—Eso es lo que un sueño diría.

—¿Estás diciendo que yo soy tu sueño?—alzó las cejas divertido, lamiendo sus labios.

El Imperio caído de SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora