La advertencia de una desequilibrada

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Capítulo tres: La advertencia de una desequilibrada.

—Mi nombre es Segel Cristal Regina linCek—dijo con la barbilla muy alzada, aunque nadie la tomaba en serio. Tenía puesta una gran bata para dormir color verde y la había atado en la cintura con un listón de seda negra. Su cabello largo tricolor estaba extrañamente peinado con dos moños a los lados de su cabeza, como la princesa Leia de Stars wars,y la hacía lucir ridícula. Pero, aun así, su rostro blanquecino y puro, con aquellas facciones salidas de la más hermosa fantasía, le daba un extraño aire de majestuosidad. Era la misma chica que ella y Jaden habían visto en el bosque carente de cordura. Y ahora que su rostro no estaba sucio se veía dolorosamente hermosa.


Y eso preocuparía a Sugar si no fuera por su apariencia de lunática. Le recordaba a aquellos predicadores que predecían el fin del mundo sucumbido ante el infierno, que seguramente estaban drogados y llenos de alcohol en su organismo, no sabían ni lo que decían y todos se reían de sus tonterías inverosímiles. Esa era la impresión que Segel daba, el de una loca sin remedio que prometía incoherencias. Sugar se rio y la miró burlona, apoyándose en una sola pierna.

—Ah, así que tú eres la chica nueva—Asintió para sí misma lamiendo sus labios—. Perfecto—dijo animada, su voz aguda denotaba la hipocresía que acompañaba su voz—. Escucha, Selene...

—Es Segel—le dijo la chica irritada, como si la mera palabra le pretendiera ofender. Poseía una autoestima muy alta y una superioridad impropia, como si realmente ella fuera la que estaba en lo correcto al usar esa extraña vestimenta y aquellas palabras de la edad media.

—Sí, como sea—le restó importancia a la cosa—. Sé que eres nueva aquí y no sabes cómo funcionan las cosas, así que te lo dejaré pasar por ahora y fingiremos que no hablas como si estuvieras en la edad media o algo por el estilo—le dijo con decisión, dando por terminada su pequeña conversación.

Sus palabras se perdieron en el aire y pronto cada uno volvía a lo suyo a medida en que Sugar seguía su camino hacia su mesa en el centro de la cafetería. Pero ni siquiera alcanzó a sentarse cuando alguien puso sus manos sobre la mesa, justo a un lado de ella, ejerciendo fuerza.

—Creo que eres tú quién no me ha entendido—le dijo con su mirada altiva y altanera. Sugar frunce el ceño, disgustada, y todo el público, quien mantenía sus ojos en el pequeño espectáculo que estaban montando, abrió sus ojos con sorpresa ante el tono que empleaba—. Tus actitudes inaceptables me hacen enardecer, ¡tus lealtades no están con el pueblo!

—Querida, toma tu medicamento y sal de aquí antes de que hagas más estupideces, ¿sí?—dictaminó con parsimonia, todavía sin mirarla.

—¡No debo de consumir nada! Alza la vista, ¡Cobarde insensata!— La chica, exhausta, la miró.

—Selene...

— ¡Segel!

—Sí, sí, claro. Segel—afirmó ella—. No te recomiendo ponerte intensa aquí, ¿Sabes lo que debes de hacer? Ir por comida, tomar tu medicina para controlar tu esquizofrenia, sentarte en una mesa lejos de aquí y ¡Esfumarte de mi vista! No sabes en qué te metes y no te gustaría saberlo.

Cualquier persona normal, al escuchar aquellas palabras dichas con fuerza y amenaza hubiera retrocedido, pero Segel, quien no le tenía ni un poco miedo, alzó más su barbilla, igual de amenazante.

—No creo que tus incoherentes ademanes causen alguna diferencia en mi lenguaje, es más, tu forma de ser es reprobatoria. Y yo, defendiendo mi puesto incluso en territorio ajeno, carente de orden y un monarca respetuoso, reclamo el derecho de reinaros por un camino correcto.

El público improvisado comienza a reír ante sus palabras. Sugar se endereza y se planta justo frente a ella. Gracias a su estatura privilegiada, le llevaba varios centímetros de estatura a Segel, y se veía más amenazante que ella. Era difícil tomar en cuenta a la chica de cabello multicolor con aquel peinado extravagante y ropa de dormir, más bien se veía como un chiste. Sugar solamente se rio con amargura, diciéndose a sí misma que no debía de perder la compostura.

El Imperio caído de SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora