Sabotaje (Parte dos)

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Capítulo trece.

Sabotaje parte dos : la alucinación de Sugar.





La música ya se escuchaba a través de la puerta del gimnasio cuando Sugar llegó a su audición el día esperado. Estaba nerviosa, tanto que todas las partes de su cuerpo temblaban. Había saltado la última clase para tratar de calmarse y no habían comido en la cafetería, si no que ella y Adler—del cual Sugar no se había separado ni para ir al baño– compraron comida externa y se sentaron bajo el árbol, cosa que comenzaba a ser costumbre. Todo para tratar de tranquilizarse, pero los nervios la superaban. Y Adler a su lado lo intuyó, pues apretó su mano y ella instintivamente se sintió mejor. No estaba acostumbrada al poder que el tenía sobre sus reacciones, pero en ese momento daba gracias a el.

—Te irá bien— le decía el sin soltar su mano. El no podía entrar, pero si la había acompañado para darle el apoyo moral que no podría otorgarle dentro—Confío en que serás genial.

—Pero ni siquiera me has visto bailar.

—No lo necesito para confiar en ti. Se que cuando algo realmente te gusta, te esfuerzas para sobresalir, pero a veces el miedo te impide hacer lo más sencillo, que es confiar. Y si tú no puedes confiar, yo lo haré por ti.

Ella sonrió.

—Hablas como si me conocieras.

—Y lo hago, de diferente forma, pero te conozco—repuso con una sonrisa de condescendencia, luego le dió un golpe cariñoso en la espalda— Ahora ve, que llegarás tarde.

Se despidieron con una última sonrisa y ella se dispuso a entrar. Al ser un grupo tan exclusivo y ganar la cantidad de premios que ganaban, el grupo de baile de Marlwood High, the furious dancers , gozaba de bastantes privilegios, entre ellos, un gimnasio personalizado y privado para entrenar, uno que estaba mucho mejor que el de fútbol y que les permitía practicar sin tener tantos curiosos mirando.

La chica de primer año en la puerta le pidió el pase con voz suave y baja, algo tímida. Sugar le dió la mejor sonrisa que pudo, bastante estética y hasta tétrica, pues los nervios se la comían viva. Parecía que eso había inquietado aún más a la tímida chica, pero apreció el esfuerzo y le dio una adorable sonrisa nerviosa antes de dejarla pasar.

Al entrar al área de práctica se maravilló del ambiente, con una mezcla de envidia y fascinación. Parecía más un club exclusivo que un área de ensayo. Era un espacio amplio y de techo alto, del cual colgaban luces de colores neón, pero las ventanas abiertas que dejaban entrar luz solar, no permitían que se viera como un antro nocturno, si no como una alegre pista de patinaje. La pista era lisa y de un piso parecido a la madera, pulido y limpio, y en algunas partes había alfombra. Al lado izquierdo, unas barras de estiramiento y máquinas para ejercicio, limpias y aparentemente nuevas, donde unas chicas se estiraban y preparaban para la audición. Todas temblaban de miedo, pero Sugar sentía que nadie temblaba tanto como ella. Sus manos sudaban y sus ojos estaban aterrados, como si estuviera esperando su muerte.

Ella suspiró en un intento fallido de relajarse y después recorrió el resto del salón con la mirada. No había gradas, en su lugar unos sillones de varios colores vivos que ocupaban todo el espacio alrededor de la pista. Algunos eran normales, otros eran puff, otros en forma de zapato o con formas planas con estampados de cómics o cosas parecidas. Dos puertas al fondo y luces pequeñas navideñas blancas decoraban las paredes. El lugar era hermoso.

Sugar se dispuso a acompañar a el resto de las chicas con el estiramiento, y luchaba contra el impulso de morder sus uñas de los nervios. El baile siempre había sido su deseo secreto, la forma en la que expresaba sus problemas sin decir nada. No era fácil para ella hablar, pero al escuchar la música, resultaba sencillo moverse y mostrar lo que sentía. Ahí, en la pista, finalmente se sentía libre y completa, y siempre había querido hacer una carrera de ello.

Para distraerse, se acercó a Sonya, quién discutía detalles del equipo con sus compañeras. La morena, al sentir su presencia, se alejó de la multitud y le dio una sonrisa sincera y cálida. Aunque Sugar sabía que su amabilidad no se debía del todo a ella, disfrutaba su presencia y compañía, la hacía sentir real.

— ¿Nerviosa?

Sugar emitió una risita.

—Lo obvio no se pregunta— rio, jugando con sus manos.

—No tengas miedo, no somos crueles. Aquí es un santuario, donde podemos ser reales y alegres. Para nosotras en el equipo de baile, la danza es el instrumento que el alma toma cuando no puede expresarse con palabras. Esa alegría se comparte, y nadie será malo con nadie. Confío en que puedes.

Sugar dio el amago de una sonrisa.

—Solo... No puedo tranquilizarme. Hace mucho que no hago esto y se siente raro. Si me hubieran dicho hace unos días que estaría así de nerviosa.... Probablemente me hubiera burlado—se río en una broma interna. Suspiró— En fin.

— Lo harás bien.

Cuando se iba a alejar, Sugar la detuvo de nuevo. Tenía preguntas.

—¿Qué pasa?

—¿Cómo supiste que me gustaba bailar? ¿Y que a Adler le gustan los efectos especiales?— porque ni yo lo sabía , pensó para sí misma.

—Hice mi investigación. Me di cuenta de que no iba a lograr nada con el de la forma en la que intentaba con todos, el no es así. De forma que me puse algo acosadora buscando en los registros de la escuela cosas interesantes. Descubrí que tú habías ganado un pase en primer año, pero que te enfermaste ese día y no pudiste asistir a las audiciones. Y sobre Adler...— sonrío suavemente—Admito que investigué en los clubs que ha estado y sus ensayos sobre cosas de su interés y encontré eso.

La rubia no pudo evitar reírse.

—A eso le llamo yo tomarse el asunto muy enserio.

Ella rio también.

—No le vayas a decir. No quiero que crea que soy rara.

—Te lo prometo.

Se quedaron calladas un momento hasta que llegó la hora de las audiciones y tuvieron que tomar sus lugares para verlas bailar una por una. Sonya y sus compañeras habían preferido dejar la canción y el tipo de baile a elección, para que se demostrará la pasión en lo que hacían. Era increíble la variedad que había. Desde pop, hasta mambo y terminando en el Reguetón, las chicas daban lo mejor de sí, y eso solo ponía más nerviosa a Sugar. Su madre siempre le había dicho que no servía para nada, y que el baile solo sería una más en la lista de decepciones por tratar de hacer algo que evidentemente no le saldría bien. No confiaba en su talento, pero prefería intentarlo y descubrir la verdad por sí misma que creer en las declaraciones venenosas de una mujer que nunca la había apoyado.

Ese era el momento de descubrir si realmente era buena en algo, o si estaba destinada a ser solo "La perra" por toda su vida. Al llegar su turno, armó todo su valor y consiguió llegar a la pista sin temblar, con la firmeza que seguía caracterizándola. Algunos hábitos nunca cambiaban, y su aire altivo nunca desaparecía. Y en ese caso era algo bueno, pues le daba una apariencia de confianza atractiva y confiable.

Eligió la canción y le sonrió tímidamente a Sonya antes de colocarse en su posición y esperar el comienzo de la canción. Había elegido "Alive" de Sia, e iba a bailar una mezcla de contemporáneo con pop, su preferido al momento de mostrar su alma y dejar desasirse a sí misma en la pista. En cuanto inicio la canción, cerró lo ojos y se concentró, sintiendo la música por sus terminaciones nerviosas.

En cuestión de segundos, fue como si todo ser ajeno a ella hubiera desaparecido. En cuanto comenzó a bailar, ya no pensó en nada más, dejó que sus pensamientos se proyectaran en movimientos fuertes, marcados y suaves al mismo tiempo, haciendo gala de sus habilidades en ballet y gimnasia. Apenas estaba empezando, pero ya había asombrado a la mayoría del equipo. Sus movimientos eran deleitantes. Se podía sentir su dolor, su esperanza y su pasión a través de cada extremidad. Giraba, movía sus manos y se señalaba, sintiendo cada emoción de la canción y conectándose con ella. Todos la observaban anonadados.

Y justo cuando empezaba a realmente explayarse, a bailar por la pista y olvidarse del mundo, sintió un dolor agudo en la planta de sus pies que la hizo aullar de dolor. No era la simple sensación de una espina en su piel o una tachuela, no, sentía como si algún animal desconocido hubiera hincado su aguijón en su pie con rencor y fuerza, más intenso que una abeja y menos mortal que un escorpión. Podía sentir sangre, la piel a carne viva, y todo su cuerpo entumecido. Se alarmó, pero  cuando llevó su mirada al suelo no encontró nada.

Comenzó a gritar y salir de su ensoñamiento, levantando su pie para mostrar su herida, pero los rostros de todos permanecieron de la misma forma, sin poder entender a que se refería la rubia. ¿Por qué saltaba así? No tenían ni idea, y si era parte del baile, era un paso de mal gusto. Señalaba su pie mientras saltaba de un lado a otro, pero lo único que consiguió fue miradas de confusión. Ella, hasta entonces, notó que no tenía nada, tan solo habían supuesto exageraciones suyas, el resto de las personas solo veían a una tonta saltando y fingiendo dolor en la pista de baile, burlándose de los sentimientos expresados. Ahora estaba exagerando y no era nada bonito.

Al darse cuenta de ello, Sugar bajó su pie y trató de continuar con su baile. No sabía que pasaba, pero no quería arruinar su única oportunidad, no quería que rompieran sus sueños rechazándola, porque se notaba en sus ojos el anhelo que sentía por formar parte de las bailarinas furiosas, porque se había dicho a sí misma que comenzaría a hacer las cosas bien, ya sea en esa realidad o en la anterior, y ese sería su mejor comienzo. Aquel que hubiera elegido si las cosas no se hubieran girado el fatídico día aquel, aquel día que con solo recordarlo, hacia que su cuerpo doliera y sus ojos lloraran. Y no volvería a dejar que el dolor impidiera que su sueño se realizara. No otra vez.

Empezó la siguiente parte de la canción y con dolor en todo el cuerpo, Sugar comenzó a moverse como podía, pero los movimientos salían robóticos y lentos, tiesos y secos. No parecía lastimada, más bien torpe y descoordinada.

Algo extraño en su cuerpo confundía a sus extremidades, si su cerebro le decía a la pierna izquierda que se moviera, este movía a la derecha, si quería saltar hacia adelante lo hacía hacia atrás y todo se combinaba creando un desastre que se asemejaba a una niña pequeña bailando.

Quería llorar de la desesperación por no poder controlar su cuerpo. Se sentía terrible querer hacer algo y no poder hacerlo, sentirse como una marioneta luchando contra sus cuerdas, pero el titiritero era mucho más fuerte que ella y no la dejaba actuar. Su rostro estaba rojo, sus ojos cargados de lágrimas de frustración y dolor, por impotencia de no poder hacer lo que quería y el dolor desconocido que la recorría y escocía como un millón de hormigas rojas circulando por sus vasos sanguíneos, devorando su sangre. Como si hubiera termitas en sus músculos, carcomiéndolos por dentro, deteniéndolos y confundiéndolos. No podía bailar ni moverse como quería, y al final sus músculos se movían solos de una forma totalmente grotesca y fea, muy ajena a ella. La elegancia y el porte se había perdido y solo se movía un cuerpo torpe, con un rostro asustado y confundido que no correspondía.

Al final, rindiéndose, dio un grito desgarrador y se tiró al suelo, sintiéndose derrotada, llorando con diminutas lágrimas, roja y sintiéndose como basura. Sus sollozos era lo único que se escuchaba, mientras todas la veían confundidas y expectantes, como si tuvieran ganas de reír, pero se los impidiera la empatía de saber que se sentía esa desesperación, y también había tristeza y preocupación en sus rostros.

Ella negaba con su cabeza, un peso indescriptible oprimiendo sus órganos, asentándose en su estómago. Este le pesaba, y no podía levantarse, cosa que el dolor en su cuerpo le agradecía, pues sus músculos agarrotados sentían que no podían efectuar un solo movimiento más. tanto así era, que, de haber podido dejar de respirar, lo hubiera hecho con gusto. Y mientras el aplastante silencio era solamente roto por los sollozos de la chica en el suelo, unos aplausos estruendosos y una carcajada cruel interrumpieron el luto de los sueños de Sugar.

Desde las sombras, en la parte mas oscura del lugar, como si de una aparición de villana barata de película se tratara, Segel surgió, con una sonrisa sombría y aterradora, que hizo temblar a la mayoría, palidecer a Sugar y enrojecer de ira a Sonya. La nueva reina, en cuyos ojos brillaba la satisfacción, no podía dejar de sonreír de esa macabra manera, recordándole a Sonya a aquella película, "Coraline y la puerta secreta" y la sonrisa inquietante de la madre falsa. Quería pretender ser amable, pero cualquiera con ojos en la cara y una estabilidad mental promedio podría afirmar sin temor a equivocarse que tramaba algo terrible. y siento Segel la reina del drama— incluso más que Sugar, por más difícil que fuera de creer —era lo más seguro.

—Segel—dijo Sonya, con la voz contenida, pero echando chispas de la furia— ¿Qué haces aquí?

—Vine a audicionar— la hipocresía en su voz dulzona era imposible de pasar por alto, sin dejar de mirar al centro de la pista y sonreír de la humillación de la cual ella acababa de ser directora.

—No puedes audicionar. Te metiste aquí sin permiso, no tienes pase...

—Pero claro que lo tengo—y con una sonrisa amplía, mostró un pequeño trozo de papel color celeste, que todos reconocieron, sellado con la tinta morada y elegante con la que se confirmaba la revisión de la entrada. Sonya comenzó a ver borroso—Y las reglas dicen que cualquiera que tenga un pase, está autorizado para audicionar.

Los murmullos no se hacen esperar. Las integrantes del equipo de baile se miran entre sí, totalmente desorientadas y al final le dedican una mirada significativa a Sonya, la que era encargada de administrar los pases sobrantes. La morena estaba furiosa. Su rostro exhibía un color morado extraño, pues el rojo no se apreciaba bien en su piel morena y terminaba siendo una mezcla de color azulado y púrpura muy claro, cosa que Segel encontraba adorable.

—Eres una....

—La mejor amiga de todo el mundo, ya lo sé— su cinismo provocaba que todas y cada una de las miradas que le dirigían fueran de puro odio.

Decidió no dejar que su amiga dijera nada más y caminó contoneándose hacia  el centro de la pista, donde Sugar la fulminaba tan intensamente, que incluso le dolía. No se había movido de su lugar porque tenía el cuerpo tan agarrotado que apenas y respirar podía. Segel se acercó a ella, y con la hipocresía destilando por sus poros, la ayudó a levantarse, presionando con fuerza sus dedos sobre su brazo. Emitió un pequeño gemido de dolor que se confundió con un suspiro, mientras Segel, triunfante, acercaba sus labios a su oído, comenzando a hablar con voz rasposa que sonaba más como un siseo.

—¿Te gustó lo que acaba de pasar?

Ella no pudo moverse mucho, pero logró fulminarla mientras lágrimas surcaban sus ojos, el sufrimiento claro en ellos. Había desasosiego, y, más que sufrimiento, había un desamparo ciego que dolía incluso  verlo plasmado en su rostro de marfil. Una punzada de culpa llegó a Segel, pero fue ahogada por la oleada de satisfacción que sintió la parte cruel que crecía dentro de ella al verla destrozada. Quería que sufriera lo más posible. Qué agonizara.

—Esto es lo que pasa cuando te metes conmigo, escoria, nunca lo olvides—su agarre en su brazo la estaba lastimando, pero a Segel no le importaba—Esto es solo el comienzo. Te destruiré, voy a hacerte llorar tantas veces que olvidarás como hacerlo. Ahora estás en mi reino, no en el tuyo.

—S-sí fuiste..... Tú—dijo Sugar siseante—Lo sabía. Siempre fuiste tú. Lo hiciste todo.

—Claro que fui yo. Pero nadie te va a creer. Para todos eres una loca, y siempre te verán de esa forma, gracias a mí.

—Eres un monstruo.

—El mismo que tú. Es lo mismo, pero mejor. Soy mejor siendo tú que tú misma.

Sugar trata de calmarse, comenzando a mejorar su movimiento pero sin menguar su dolor. La miró desafiante y sin querer que pisara totalmente su orgullo.

—Nunca podrás ser yo. Eres solo una copia Segel, tú misma lo dijiste. Pero no lo eres y nunca lo serás porque yo nunca llegué tan bajo como para hacer un acto tan vil como el sabotaje. Tú eres la mierda en el zapato de la escoria, apestosa, fea y menos que nada.

<<Y ser de esa forma no te servirá de nada, no llenará el vacío, yo lo intenté y fracase. Y tú fracasaras igual. Eres peor que yo, y menos también.

La furia en los ojos de Segel era palpable, y sin poder soportarle la tomó del cabello, la empujó y pisó el pie lastimado. Sugar gritó de dolor.

—Tú no aprendes, estorbo.— dijo a punto de tomar su garganta y apretarla, pero una voz la detuvo.

—¡Señorita Criss!— gritó Sonya mientras Sugar lloraba de dolor y el resto de las chicas le ayudaban a llegar a las gradas— Salga de aquí. No se tolera la violencia.

—Yo tengo pase...

—Y a nosotras nos importa poco. Tuvimos una reunión y deshabilitamos su pase, así que salga. Además, los miembros de otros equipos deportivos no pueden audicionar para este, pues requiere compromiso absoluto. Y usted es porrista, así que no es posible que audicione. Lo dice en el reglamento.

A Segel eso le sentó como una patada. Le agradaba demasiado Sonya, pero tenía personalidad en exceso y no dudaba en decirle todas sus verdades. Y ahora, utilizando ese lenguaje formal, se había dado cuenta de cuánto lo había arruinado.

—Sonya, yo....

—No quiero escucharla. Salga del gimnasio por favor.

Y con eso, caminó hacia Sugar, que se agarraba el pie con dolor y las observaba histérica, sentada en uno de los sillones.

—No pueden estar hablando enserio, ¡Está ahí, miren!—decía la chica alterada mientras señalaba la planta de su pie, que se veía prácticamente limpia— ¿No lo ven? Es una herida, justo ahí.

Todas, con sus ceños fruncidos, negaron con la cabeza, mirando su pie limpio con confusión.

—¿Qué pasa aquí?—preguntó Sonya alarmada, mirando su pie.

—Dice que se lastimó, pero..

—¡No lo digo, lo sé! Está horrible... e-es negro, hay sangre y se ve mi carne, es...

—Sugar, ahí no hay nada— susurró Sonya.

—¿Cómo que no hay nada? ¡Yo lo estoy viendo! Estoy tocándolo, y me duele todo el cuerpo. ¡Todo!

—No hay nada ahí, Sug—dijo Vanessa, una chica del equipo de baile, hablándole dulcemente—Tal vez estás muy cansada, fue un día pesado....

—Si, necesitas descansar tu mente— concedió Sidney, otra chica—¿Tomaste tu medicina hoy? Tal vez eso fue...

Ella abre sus ojos con fuerza.

—¿Qué? ¿Ustedes creen que estoy loca? ¿Qué tengo alguna enfermedad mental?

Todas se miraron con culpabilidad y algo de tristeza, afirmando la hipótesis.

—Es imposible...

—No te estamos juzgando, enserio, y tampoco te llamamos loca, solo.... delicada—susurró Sidney, con una sonrisa convaleciente en sus labios—Pero, si no te sientes bien tal vez no debiste...

—¡No estoy loca!—exclamó ella, lágrimas de frustración saliendo por sus ojos.

—No Sugar, no llores.... Emm, nosotras....

La interrumpió una carcajada limpia y extravagante proveniente de la garganta de Segel, que seguía ahí. Sus ojos la miraban con burla y maldad.

—Eres una loca, y además una llorona. ¿Hay algún ser más patético que tú? ¿Más basura?

Sí, tú.

Dijo la consciencia de Segel, pero la ignoró y volvió a hablar.

—Alguien que la lleve al psiquiátrico, por favor.

Todas la miraron con odio, pero no dijeron nada. Al menos no ellas, pero Sonya, mirándola con suspicacia y enojo, se acercó a ella y la tomó de la mano. Segel sonrío.

—Oh, ¿ya te tranquilizaste?

—Vamos a hablar. Seriamente— dijo siseante—Fuera de aquí ahora.

—Pero tengo mi...

—¡A nadie le importa tu pase! ¡Yo no te lo di!— exclamó cuando ya están más lejos y le quitó el papel de las manos, saliendo del salón como un vendaval.

Segel la siguió acomodándose el escote y escondiendo disimuladamente el frasquito negro de tinta de Maltupus [1] que había utilizado para sabotear a Sugar.

°°°°°

[1] Maltupus: criatura de pantano proveniente del mundo de las bestias, lugar de donde salen la mayoría de los ingredientes mágicos. Es similar a un pulpo, pero color marrón, varía el número de tentáculos y estos parecen brazos con una piel similar a la de las serpientes. Su tinta, parecida a la de un pulpo, es también un veneno con propiedades paralizantes que duerme los nervios y los descontrola. Este veneno, cuando se usa por sí mismo sin intervención de otra sustancia, toma forma de espina y se introduce al cuerpo de las personas.

El Imperio caído de SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora