Adler Prince y Sonya Williams son amigos

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Capítulo veintidós: Adler Prince y Sonya Williams son amigos.

—Entonces...

—¿Entonces qué?

—No me has contado cómo te fue en tu cita con Sonya—La pregunta abandonó los labios de Sugar casi como si estuviera escapando. Adler rio entre dientes, recargando su espalda en el tronco del árbol.

Ya era lunes, estaban en la hora del almuerzo y Sugar y Adler, como ya era costumbre, se encontraban sentados bajo el árbol frondoso de los jardines de la escuela. A esas alturas después de las semanas que había pasado, ese árbol había tomado un nuevo significado para Sugar, quien lo veía como el santuario de tranquilidad de Nacht, aquel lugar donde ella podía alejarse de todos. Ya no estaba en aquella realidad, pero la tragedia estaba reciente y no podía evitar pensar en el tema todo el tiempo.

Sugar esperó la respuesta, que tomaba interminables segundos en llegar. Él solo sonreía casi con sarna, mientras el rostro interesado de la rubia luchaba por mostrarse críptico ante la curiosidad y los diminutos celos que la habían carcomido desde el sábado, en los huecos de pensamiento que había dejado entre las horas de revoloteo de la extraña situación que había vivido y de la que aún no encontraba respuestas. Adler no contestaba.

—¿Y bien? Contesta.

—Eres muy chismosa, ¿Lo sabías?

—Por supuesto, lo puse en mi lista de efectos que me da infinita flojera cambiar. Pero ese no es el punto.

—¿Tienes una de esas?—Adler parecía estar cambiando deliberadamente de tema, evadiendo la pregunta principal. Y eso a Sugar no le hacía gracia—. Supongo que ahí también está el ser metiche, fisgona, curiosa, respondona, dramática... ufff, ¿Tienes agua? Ya se me secó la garganta.

—Ja, ja. Eres hilarante, en serio. Un día de estos te voy a llevar a un circo para que te contraten de payaso.

—Te puedo dar clases si quieres. Te falta sentido del humor.

—Estoy bien siendo una rubia y sexy representación del grinch del humor, gracias. ¿Me vas a contestar o no?

—¿Tengo opción?

—La verdad no, solo intentaba ser amable—Sugar se encogió de hombros, acercándose a él para oír con atención.

—Pues no te queda.

—Adler, deja de evitar el tema y habla.

—Solo contéstame algo antes—declaró el chico enderezándose para poder observarla bien. Ella asintió—. ¿Desde cuándo habías querido hacer esa pregunta?

—Desde el sábado en la noche—admitió comenzando a enrojecer.

—Awww, eres tan adorable. Toda una niña adora-chismes, ¿Verdad, Suggy?

—Cierra la boca y responde.

—Te ves tierna sonrojada.

—¡Adler!—gritó ella con el rostro enrojecido y las manos en sus mejillas tratando de cubrir su rostro. Era una adorable combinación de enojo y vergüenza.

—Perdona, perdona, ya voy—se disculpó, pero su sonrisa divertida no transmitía arrepentimiento alguno. Se tomó unos segundos antes de hablar—. Me fue bien.

Sugar esperó y esperó por detalles que no llegaban.

—¿Y...?

—¿Y qué?

—¿Qué más?

—Pues nada, solo eso.

—¡No me jodas! No puede ser todo. Necesito detalles, niño, detalles. ¿Te gustó? ¿Te divertiste? ¿Fueron a otro lugar después de la convención? ¿Habrá más citas? ¡¿La besaste?!—escupió el torrente de preguntas y al llegar a la última, llevó sus manos a su rostro, tapando su boca en un gesto aterrado—. La besaste bastardo, ¿Verdad?

El Imperio caído de SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora