En la vida todos tenemos un secreto inconfesable, un arrepentimiento irreversible, un sueño inalcanzable y un amor inolvidable
Diego Marchi
Roscoe Morgen
-¡Los veré para la cena niños! ¡No olviden la tarea!-se despidió la Sra. Harrison antes de salir por la puerta.
Cuando terminó de festejar internamente por nuestro compromiso de asistir a las Olimpiadas de los pequeños, corrió en busca de su bolso y las llaves de su auto. Nos dejó la tarjeta de crédito en la encimera de la cocina, y las llaves de la camioneta en el segundo cajón del mueble azul que se encuentra en la sala. Besó las frentes de sus hijos como acto de despedida, después los mandó a cambiarse.
Se acercó a nosotros y nos dio un abrazo grupal.
Dejó una última indicación, los niños elegirían la comida, nosotros por otra parte elegiríamos sobre pedirla a domicilio o salir de casa a comer.
Rachel se encontraba demasiado callada, su rostro gritaba arrepentimiento, y su menudo cuerpo estaba tenso. No podía encontrar las palabras perfectas para decirle que todo estaría bien, ciertamente no quería mentirle a ella sobre el lio en el que nos mentimos. Rachel aparentaba ser tan fuerte como la madera de un roble, pero aun así yo tenía miedo de soplar. Tenía miedo de que ella se doblará como un bambú. No podía permitirlo, no ahora que deseo conocerla.
-Tú elige-mi indicación llamó su atención. Me veía cómo un bicho raro. Probablemente lo era.
-¿Qué?-preguntó desorientada. La miré unos segundos solamente antes de responderle. Ella tomó los segundos para sentarse en una de las cuatro sillas del comedor.
-Sobre salir de casa o quedarnos. Tú elige. ¿Vamos o nos quedamos? ¿Sí o no?-aclaré mientras tomaba asiento justo al frente de su lugar.
-¿Estás seguro?-cuestionó sorprendida.
-Por supuesto, Rachel-se sorprendió al oír por primera vez su nombre de mi boca.
-Iremos. Quiero salir de casa-determinó. Asentí.
Esperamos a los mellizos.
.......
Marly Harrison rompía el estereotipo de niña dulce, su madre mencionó que su pequeña melliza competiría en el área de Deportes, rodeada de competidores varones, sin intimidarse. Era una luchadora nata, dispuesta a derribarte. Consistía en una fusión de fuerte y dulce. Ella lo sabía, por eso era una pequeña niña diva, obtenía lo quería.
La melliza vestía una sudadera rosa, en el centro como una estampa, estaban las palabras SUPER DUPER en letras blancas sobre negro, y las negras sobre blanco. En conjunto con una falda blanca de encaje, que le llegaba arriba de sus pequeñas rodillas.
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Pequeña Gran Competencia ©
RomanceRachel y Roscoe sentían lo mismo el uno por el otro; desagrado. La razón es sencilla, tenían muchas cosas en común. Sus mejores amigos; son hermanos. Son hijos únicos. Aman a sus padres. Ambos necesitan ganar dinero para reparar algo, ellos necesit...