~Golden Camp~

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Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.

El principito – Antoine de Saint-Exupéry


Rachel Johnson

Teníamos una hora viajando por la carretera. De acuerdo con la simpática maestra que se encontraba en los asientos de en frente, el viaje al campamento nos llevaría tres horas. Los últimos veinte kilómetros serían de terracería.

Sarah no mintió cuando dijo que el campamento quedaba a las afueras de la ciudad.

El autobús era de lo más moderno, se apremiaba por su confortabilidad, comodidad y su excelente televisor, listo para distraerme de mi compañero niñero, sentado a mi lado. Al parecer la Directora del Preschool designo los asientos, con ello me refiero a que los lugares de la izquierda, del lado del conductor, serían para los niños y los de la derecha, para los tutores. Yo me encontraba en el asiento veintiuno; Roscoe en el veintidós, Miles en el veintitrés y por último Marly en el veinticuatro. Todos juntos en una fila horizontal. Mientras que los dirigentes de la escuela ocupan los primeros ocho lugares, los demás tutores y niños se ubicaban del mismo modo que nosotros.

Roscoe presionaba levemente mi hombro mientras reclinaba su asiento para estar a gusto y tomar una siesta.

–Quieres dejar de moverte–ordené a Roscoe.

–Y tú puedes dejar de pelear por todo–alegó–Es increíble, peleaste por el lugar de la ventana, perfecto. Te lo cedí. Después, peleaste por beber agua, validé tu argumento sobre cuidar las municiones en caso de perdernos por ahí. También peleaste conmigo por hablar demasiado, me gritaste por sacar mi teléfono, por mandar mensajes, por el sonido supuestamente alto del ringtone, por el brillo deslumbrante de la pantalla. ¡Incluso por mi vestimenta! ¡¿Cuál es tu problema?!–espetó enojado.

Exhalé resignada.

Tenía razón, estoy pagándola con él, cuando realmente no lo merece.

–Me mareo en los autobuses, no tengo idea de por qué–expliqué nerviosa.

Me miró confundido.

–Pero tomas el autobús de la escuela, ¿no?–señaló.

–Después de tres incidentes en el mismo autobús, me prohibieron subir–revelé–Mi madre me lleva en el auto.

–Ahora entiendo porque no nos habíamos visto–indicó.

¿Él toma el autobús?

–Creí que ibas en tu motocicleta a la escuela–comenté.

–Lo hacía, pero el director se enteró de algo en lo que me involucré. Me acusó con mi padre, y él me prohibió llevar a Grace al instituto–confesó duramente. Sus ojos se oscurecieron ante el recuerdo.

Pequeña Gran Competencia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora