Sé tan bueno que no puedan ignorarte
Steve Martin
Rachel Johnson
Me equivoqué al subestimar a Beverly.
La conozco desde que éramos niñas. Años atrás su madre acudió al despacho de mi padre con la intención de tramitar su divorcio. No pude entenderlo en ese tiempo, era una niña despistada pero, recuerdo la insistencia de su libertad. Bárbara era una mujer joven, con la vocación de educadora. Era una mujer amable casada con un hombre ambicioso y de pocos sentimientos. Aún lo es.
La primera vez que subestimé a Beverly fue a los siete, cuando ella le ordenó a su madre no pelear por su custodia. Chantajeó a la mujer que le dio la vida, jurándole que todo su odio recaería sobre ella, si ésta la alejaba de su padre. El motivo es desalmado, porque lo hizo por conveniencia. Su madre aceptó la custodia compartida, a favor del padre de su hija.
Ahora sólo puedo pensar en lo desgraciada que podía ser Beverly a los siete años. Aún lo es.
Por eso me asusta pensar que hará hasta lo imposible para lograr vengarse de nosotros, y no quiero que lastime a los mellizos. Prometimos ganar las Olimpiadas, y eso haremos sin importar qué.
¿Pero cómo?
¿Cómo nos desharemos de la maldita de Beverly?
.....
–Beverly está muy molesta–señaló Roscoe.
–¿Tú crees? Mira que no me había dado cuenta–expresé sarcásticamente.
–¿Estás en tus días o algo parecido? Tanto sarcasmo agresivo comienza a darme miedo–confesó al verme.
¿Cómo se atreve?
–Vete al...con el diablo...¡Exacto!
–Exacto, ¿qué?–inquirió.
–¡Tú!–me miró confundido.
–Bien, entiendo. Mi madre solía decir que mis ojos podían lograr intimidar a cualquier, casi como un diablo. Es chistoso porque en ese momento tenía cuatro, y mi mirada era demasiado tierna, lo que fue genial a la hora de conseguir dulces. Ahora uso esta arma para conseguir chicas...–divago bobadas.
Rodé los ojos con exasperación.
–Mejor cállate. Te explicaré a lo que refiero–zanjé.
Paso la mano por su boca, simulando un cierre cerrándose. Fingió lanzar la llave de su candado invisible.
–¿Recuerdas lo que hiciste con Susan?–asintió.
–Usa eso–moví mis manos–con Beverly. Convéncela de marcharse de aquí y que olvide esta absurda venganza. ¿Entiendes?
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Pequeña Gran Competencia ©
RomanceRachel y Roscoe sentían lo mismo el uno por el otro; desagrado. La razón es sencilla, tenían muchas cosas en común. Sus mejores amigos; son hermanos. Son hijos únicos. Aman a sus padres. Ambos necesitan ganar dinero para reparar algo, ellos necesit...