—No seas ridícula, cielo, Ascher se ha olvidado de ti, o tal vez si te recuerda, pero ya no le importas —Jacob me estaba restregando en la cara algo que yo sabía, que aunque no lo quería admitir, lo sabía.Sabía que Ascher me había olvidado o en el peor de los casos ya no me quería, o nunca me quiso.
Para mí era demasiado, más que doloroso, humillante, admitir aquello, y aún más frente a este hombre.—No es cierto —aunque fue un susurro débil y asustado, parecía que lo único que yo quisiese fuera fastidiar a Jacob.
Él me mira enarcando las cejas y sonriendo de forma burlona se acerca a mí, giro el rostro cuando hace amago de tocarme.
¿Qué si tengo miedo? Lo tengo a flor de piel, me siento muy mal, débil y un nudo en mi garganta quema. Había sufrido mucho durante los pasados casi tres años, y que volviese a pasar por lo mismo ahora, no es justo ni agradable.
Me siento como una mierda realmente.
—¿Por qué no? —al alejarse, su risa llena la habitación.
Se estaba riendo del miedo que sentí al pensar que me golpearía.
Aún no me había tocado, y sabía que se estaba divirtiendo al verme en aquel estado. Pero de igual manera sus ganas seguían, podía verlo en sus ojos brillantes y llenos de maldad. Ayer que estaba apunto de tocarme lo habían llamado a la puerta y él no apareció sino hasta ahora.
Lo que más deseo —aunque suene muy cliché— es ser salvada, que aparezca Ascher, o que aparezca la policía. Y se escucha horrible y también se mira de esa forma ser la damisela en apuros, y no es que yo quisiera serlo, solo no puedo hacer nada. También puedo ser muy egoísta por de repente pensar en que lo que preferiría era que Ascher estuviese muerto, no es que sea mala, pero sentía rabia por muchas cosas y que estuviese con la mujer que se lo llevó me dolía más.
—Él está muerto —le aclaro, con la voz más firme de lo que imaginé. Jacob frunce las cejas.
—Ser ingenuos en este mundo hace a las personas débiles, y tú lo eres, cielo. —Deseo que deje de llamarme así.
Yo sé que las personas ingenuas somos las que más sufrimos, pero no puedo cambiar aquello.
Me toma de la barbilla y la levanta, le miro a los ojos llena de odio y repulsión, él sonríe. Aunque deseo apartarlo no puedo, me tiene las manos amarradas, maltratadas y no puedo evitar recordar el pasado, siento dejavus que me hacen temblar el doble. Intento apartar mi rostro de sus manos, pero presiona tan fuerte que duele.
—Johnson está vivo —prosigue. Me da cachetadas suaves en la mejilla y se levanta frente a mí, riendo—. Lo sabes perfectamente, pero no quieres aceptar que aparte de haberte olvidado, no hace nada para sacarte de aquí. Porque el muy gilipollas está enterado de esto.
Mi pecho quema, se hunde y mis ojos se llenan de lágrimas ¿Es verdad? ¿Él sabe que Jacob me ha secuestrado? No quiero y no puedo creerlo. Porque Ascher me lo dijo, él me dijo que me quería y que le importaba. No debía creerle a este tipo, ya una vez me había hecho creer otra cosa. Yo sabía que Ascher estaba vivo, lo que no sabía era si estaba en España, en Sega.
—Estás mintiendo —digo, aunque mi pecho sigue doliendo.
—¿No me crees? —Finge sentir indignación. Al verlo sacar su teléfono móvil y teclear de forma tranquila sé a que va todo—. A los muertos no se les permiten móviles, ¿cierto?
Aunque sé a dónde quiere llegar con todo esto, lo miro confundida.
—Pero siendo el mismísimo Ascher Johnson, mafioso —empieza a señalar con sus dedos—. Uno de los narcotraficantes más buscados en el mundo, por delitos de todo tipo —ríe sarcásticamente—. ¡Claro que lo tendría permitido! Porque el dinero puede mover montañas.
—No sé a qué mierda quieres llegar —murmuro con los dientes apretados, pero vaya que lo sé.
—No hagas nada estúpido. Si te atreves a abrir la boca... Te mato.
Su celular empieza a sonar con el común sonido de estar marcando a alguien. Con el primer timbre mi corazón salta. «No debo creer en este hombre». En el segundo timbre aprieto los ojos deseando que no conteste y no me hiciera comprobar aquello. Y entonces en el tercer timbre, contestó:
—¿Qué quieres?
Mi corazón se hunde en mi pecho. Un vacío, no sé si es felicidad de escuchar su voz o rabia de saber que habla tan campante. Frío e indiferente como siempre, sí, pero para mí fue campante, se suponía que Ascher odiaba a Jacob por lo que me hizo en su casa.
Lo pensé varios segundos, miré a Jacob sonreír victorioso, miré nuevamente el teléfono y antes de que sea capaz de colgar la llamada, grito:
—¡Ascher!
Mi grito suena angustiado pero firme, porque deseaba que viniera a ayudarme, aunque ahora mismo me debatía por el hecho de que él estaba tan tranquilo.
—¡Maldita perra! —Entonces las cosas pasan muy rápido, eso es lo último que escucho antes de caer en la cama por un fuerte puñetazo en mi cara, y veo todo oscuro.
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Masoquista © (Editando)
ChickLitEl abuso de grandeza viene cuando la clemencia se divorcia del poder. Segunda parte de PRESA DE LA MALDAD. ¡Se prohíbe cualquier tipo de copia o adaptación de esta obra!