▪︎ Capítulo 10: ¿Destinados? ▪︎

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—Eso se ha escuchado horrible —comento con una mueca de desagrado.

Ascher sonríe con diversión y me atrae a él dándome un beso en la cabeza.

Pasamos cerca de algunos chicos quizás de mi edad o mayores. Se encontraban charlando y riendo, vaya que en este país todos son muy alegres, en mi opinión son personas muy divertidas. Uno de ellos había soltado una frase que pese a que ellos rieron a mí me desagrado, fue algo como: «¡Uy gonorrea ojo con eso!». La forma en la que se expresó no fue lo que me desagradó, sino la palabra gonorrea, tenía entendido que esa era una enfermedad de transmisión sexual.

Conocer Medellín estaba siendo algo divertido y nuevo, los lugares, las personas y los acentos. Es una ciudad preciosa. Habían mujeres que no dejaban de mirar a Ascher e intentar flirtear con él sin importarles que yo estaba a su lado tomada de su mano, y algunos hombres lanzando piropos desagradables a las chicas que les pasaban cerca, incluida yo.

En realidad no estábamos conociendo a profundidad la ciudad, habíamos visitado un parque y también me había llevado al museo de Antioquía. Ahora íbamos a divertirnos, como Ascher mismo había dicho. Caminábamos de vuelta al hotel después de que me llevará a almorzar a un hermoso restaurante, por lo cual no entendía cual era su concepto de diversión, pues regresábamos al hotel en el que nos hospedamos, que es muy elegante, moderno y lindo. Para Ascher la diversión no significaba lo que para el resto del mundo. Él era particular, original y por supuesto, muy guapo.

Yo no conocía absolutamente nada de Colombia, solo lo que todo el mundo podía conocer. Del resto podías verme perdida como cualquier extranjera.

Ascher resaltaba en todos los lugares a los que íbamos. Era el tipo de hombres que querías entre tus piernas todos los días de la semana, el tipo de hombres que cualquier chico mataría por ser en un futuro, apuesto, con poder y estaba más bueno que... ¿El chocolate? Venga, no tenía con que hacer una comparación justa.

Luego estaba yo, no era fea, pero tampoco era como si resaltará entre las demás, siempre habían chicas más hermosas que yo y que estaba segura que Ascher miraba antes, y no sé si en estos momentos. Pero si Ascher me amaba como decía para mí era suficiente. Algunos tipos me miraban con ganas, y Ascher de inmediato hacía saber que era solo suya, no me parecía tan mal por ahora, era mejor la posesión de Ascher a aguantarme miradas de cerdos.

Y no te he hablado del acento que tienen, un acento que me sería difícil de describir, pero en una sola palabra diría que seductor.

Llegamos al fin y bajamos del auto, al estar dentro del ascensor Ascher no presionó el número del piso del Penhouse, sino que el último de todos y yo lo miré confundida.

—¿Entonces vamos a divertirnos haciendo...?

—Joder, Rach, ¿qué mente sucia es la que tienes? —dice riendo y me atrae a él, dándome un beso en el dorso de la mano, yo lo acompaño en la risa y entrelazo nuestras manos.

—Es que no sé —siento enrojecer.

Vuelve a reírse y yo me pongo aún más colorada. Llegamos al último piso de arriba, él me guía a mí, vi un pasillo no tan largo y caminamos hasta el final donde había una puerta doble grande. Subimos algunos escalones y al fin las abrió, yo quedé asombrada, sonreí emocionada y entré —o salí más bien— con la boca abierta y volví a mirar a Ascher. Pese al asombro que sentía, me dio temor mirar la piscina gigantesca de cristal.

Masoquista © (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora