«43»

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En una situación como aquella, Dean se sentiría nervioso, nauseabundo y... nervioso, pero no esa noche. Mentiría si dijera que tener su primera cita con Castiel no le hacía sentir algo intranquilo, pero en ese momento la confianza estaba de su lado. Nada iba a salir mal.

Sí, nada...

Esta vez fue su turno para recogerlo. Camino a la puerta de su casa, Dean no paró de tirar de su chaqueta. Pasaron apenas segundos cuando, después de golpear su puerta, Castiel apareció.

—Dean.

—Cas.

Ambos se quedaron perdidos sin disimulo en el atuendo del otro. Castiel sonrió de lado al comprobar que él no había sido el único preocupado por su apariencia esa noche.

—Apenas nos vemos y ya estás babeando por mí.

Dean alzó las cejas con arrogancia, sonriendo. Castiel negó débilmente con la cabeza, dando un paso hacia él.

—¿Quieres que hablemos sobre aquella vez cuando yo limpiaba tu piscina y tú no podías dejar de mirarme?

—Te habría seguido mirando si tú no me hubieses atrapado.

Las mejillas de Castiel se tiñeron furiosamente de carmín, por fortuna, la oscuridad de la noche le hizo pasar desapercibido. Dean le tomó de la mano y ambos comenzaron a caminar.

—¿A dónde iremos?

Dean se encogió de hombros.

—Es una sorpresa.

—Espero que me lleves a un lugar seguro.

Dean se detuvo en seco.

—¡Maldición! En ese caso tendré que cancelar la carrera de motos en la que planeaba inscribirnos.

—Espero que estés bromeando.

—Por supuesto que sí. Ahora calla y camina.

Al rato, Castiel miró la hora en su reloj. Habían caminado durante casi quince minutos hasta detenerse frente a un granero. El lugar lucía abandonado, pero eso no fue suficiente para tranquilizar a Castiel. Dean entró al granero como si se tratase de su propia casa, camino hasta un par de mesas en el fondo y tomó una manta. Fue entonces cuando notó que Castiel yacía de pie en la entrada.

—¿Planeas quedarte ahí parado toda la noche?

Castiel negó, comenzando a avanzar lentamente hacia Dean. Una vez frente al rubio, Dean se volvió arqueando las cejas.

—¿Quién eres tú?

—Soy el que te agarró fuerte y te sacó de la perdición.

—Gracias por eso.

Dean tiró de su corbata y lo atrapó con un corto beso en los labios. Estiró la manta en el suelo, encendió unas pocas velas alrededor de la menta e invitó a Castiel a sentarse junto a él. El ojiazul sonrió débilmente.

—Esto es... lindo. Creí que ibas a llevarme a un McDonalds a comer hamburguesas.

—¿Para qué llevarte a McDonalds si puedes hacer que McDonalds venga a ti?

Castiel frunció el ceño a la vez que Dean sacaba comida de una cesta. Todo venía envuelto, pero Castiel reconoció perfectamente el pie de manzana y las hamburguesas. Dean le tendió un tenedor con una sonrisa orgullosa pintada en sus labios.

—¿Qué tal ahora?

Castiel negó con la cabeza.

—Ahora no es lindo, es perfecto.

—Oye, todo sea por mi chico.

—¿T-tu qué?

Dean sonrió, atrayéndolo otra vez hasta sus labios.

—Mi chico. Ahora quiero verte comer de la deliciosa comida que te traje.

Tomaron una hamburguesa para cada uno y comenzaron a comer. Mientras que Castiel daba mordidas pausadas y tranquilas, Dean se devoraba su comida sin ni una pizca de elegancia —o decencia—. Por lo menos le alegraba que Dean se sintiera cómodo siendo él mismo en ese momento.

Pasaron unos tantos minutos en los que Dean ya estaba destapando el pie de manzana cuando Castiel notó algo extraño, no solo algo, un olor. Fue cuestión de segundos para que se levantara de golpe y arrastrara a Dean con él.

—¡Dean, hay fuego!

Dean maldijo, tiró de la manta y la lanzó sobre el fuego. Ambos comenzaron a pisar la manta como si su vida dependiera de ello, y en parte era así. El fuego terminó por extinguirse al poco rato de la intervención de los chicos, quienes apagaron todas las velas, tomaron sus cosas y se fueron de ahí. Al llegar a la casa de Dean, Mary parecía confundida.

—¿Por qué ambos huelen a humo?

Dean y Castiel se dieron miradas cómplices.

—Pasamos cerca de una fogata, mamá.

—¿Fogata? Pero nadie aquí hace...

—Estaremos en mi habitación viendo una película. Dejaré la puerta abierta. ¡Adiós mamá!

Castiel le dio una rápida mirada de disculpa a la mujer antes de ser arrastrado por Dean por las escaleras y finalmente, parar en su habitación. Ninguno habló sobre el fuego esa noche.

Fue en verano cuando Dean y Castiel tuvieron su primera cita... y su casi primer incendio juntos.

It was on summer ❴DESTIEL❵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora