«44»

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—¡Cas!

El grito de Dean le hizo sobresaltar, sin embargo, se alegraba de ser recibido por él. Castiel lo observó bajar las escaleras mientras se reponía del susto.

—Hola Dean.

—Preparé desayuno para ambos. Hice tortitas.

Castiel lo siguió hasta la cocina donde, efectivamente, un plato de tortitas humeaba sobre la isla. Siempre resultaba agradable desayunar junto a Dean, después de todo era una tradición que mantenían incluso cuando antes no se llevaban bien.

Pero no se sintió realmente en casa hasta que emitieron Ridiculousness por la televisión. Ambos sonrieron sin mirarse.

—Como olvidar cuando me hiciste un tonto creyendo que un chico había muerto en uno de los videos mostrados en ese programa.

A su lado, Castiel soltó una carcajada.

—No es culpa mía que me creas todo.

Dean se recargó sobre el respaldo, cruzándose de brazos.

—¿Eso quiere decir que en realidad no me quieres?

Castiel se atragantó con la comida del pánico que el comentario de Dean le había causado. No se esperaba un comentario así.

—Por supuesto que te quiero...

—¿Qué dijiste?

Castiel bufó.

—He dicho que te quiero. Es obvio que te quiero.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios de Dean. Pese a que la pregunta no había sido en serio, su respuesta le dio una agradable tranquilidad.

De pronto, una idea llegó a su cabeza. Si Castiel le había reiterado que le quería, ¿por qué no iba a responderle otras cosas?

—Cas, ¿puedo preguntarte algo?

—No voy a decirte mi talla de ropa interior, Dean.

Dean carcajeó. Eso hubiese sido algo propio de él.

—No es eso, solo quería preguntarte sobre esa noche en la que llegaste a mi casa llorando.

Castiel lo miró sorprendido y luego, avergonzado. No creyó que Dean fuese a hablar sobre eso después de tanto tiempo.

—Solo fue una discusión con mi padre. Nada importante.

No parecía muy seguro de su respuesta, y aunque Dean realmente quería saber sobre aquello, tampoco planeaba presionarlo.

—No seguiré insistiendo, pero debes saber que ahora no solo tienes el hombro de mi mamá para desahogarte. Ahora me tienes a mí también.

Dean le sonrió con dulzura, deseando hacerle sentir mejor o al menos tranquilo. Castiel tomó su mano y apretó con suavidad, agradeciéndole con la mirada. Incluso él se sentía extraño haciendo esas cosas, pero con alguien como Dean a su lado era inevitable no mostrarle su aprecio.

Se quedaron viendo el resto del programa y luego fueron al jardín para ayudar a Mary con las flores. Si su madre no amara tanto su jardín, Dean habría arrancado una Dalia rosada para regalársela a Castiel. Era una escena bonita en su mente.

Luego de cenar con su madre, Dean subió a su habitación. Encontró una pequeña nota sobre su cama y reconoció inmediatamente la letra de Castiel.

Ese día papá llegaba a casa de un viaje —o de los muchos que siempre hace—. Se suponía que iba a quedarse en casa por unas semanas, me lo había prometido, pero me vino con la maravillosa noticia de que tendría que partir en la mañana.

Sé que no ibas a seguir presionándome, pero a cambio de tu apoyo debo de mostrarte algo de sinceridad.

—Cas.

Dean sonreía. No porque Castiel sufriera a causa de su padre, sonreía porque había sido sincero con él incluso cuando no quiso tocar el tema. Castiel se estaba esforzando y Dean adoraba aquello.

Después de todo sí iba a tener que arrancar esa flor.

Fue en verano cuando Dean finalmente supo sobre esa noche.

It was on summer ❴DESTIEL❵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora