Caer Junto a los claveles

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—No, no es este campo el lugar correcto Andrea y definitivamente tampoco es correcta la manera en que piensas y procedes, te diré algo si me escuchas un momento y un poco mas si me escuchas un rato, primero, debes saber que no haces ningún favor a tus padres muriendo primero que ellos, crees que al terminar con tu vida terminaras con tus problemas, pero no es así, las consecuencias de tu muerte serán grandes para tu familia y para el mundo—  Una vez dichas estas palabras hubo un silencio de esos que son mas incómodos que cualquier ruido, un silencio que hizo que Andrea olvidara el motivo por el cual había ido a ese apartado lugar del campo, un silencio que solo es posible en las historias... Y en la muerte.

Mientras Andrea se disponía a continuar con su cometido nuevamente escucho la voz que la había desconcentrado.

—Ningún hombre debe morir tan joven, y menos creyendo que hace un favor a sus padres, lo segundo que te diré es que la muerte propia jamas es la solución, es cierto que tienes deudas, es cierto que tienes problemas, pero—   Y después de un silencio mas profundo que un gran abismo dijo —Ninguno es tan grave como el que tienen los que han continuado durmiendo mientras quieren despertar y mucho menos como el que tienen aquellos que quieren dormir y son despertados por fuerza.

Andrea no entendió muy bien estas palabras y menos de donde provenían, y aun mayor fue su sorpresa cuando al volverse observo a unos metros un extraño bulto de ropajes que parecian ser llevados por el viento, algo sin una forma exacta, que a primera vista le asombro y que definitivamente no podía ser denominado un hombre, aunque se podría decir que en algún momento lo fue.

—¿Quien eres y que quieres?— Pregunto ella, mientras sostenía en sus manos un frasco pequeño con un liquido oscuro.

—Lo primero no es relevante y lo segundo ya lo comprenderás algún día, por ahora concéntrate en entender que hay quienes merecen morir mas que tu y aun permanecen vivos, hay quienes merecen vivir mas que ellos pero no pueden hacerlo. ¿Que es lo que quieres? ¿un motivo para vivir? ¿algo por lo que luchar?, yo te daré todo eso, lo único que pido a cambio es que ya no pienses en cuando y como morir sino que pienses en como y porque vivir.

—¿Y por que me ayudarías?— dijo ella —¿al menos sabes el tipo de problemas que tengo?, ¿sabes todo lo que he hecho pasar a mi familia?— Y entre sollozos dijo —pensaba venir a este campo lleno de claveles y descansar de una vez por todas, sabes, es el único lugar de esta ciudad donde aun se respira paz y tranquilidad, mi madre solía pasear por este mismo lugar antes de conocerlo a él, antes de que todo cambiara, antes de que la vida comenzara a marchitarse. 

—Conozco la mayoría de tus problemas y te ayudo porque eso es lo que hago ahora, ayudar a los demás, necesito que me sigas, se hace tarde y comenzara a llover, tenemos mucho que hacer esta noche.

Una vez hubo dicho esto se levanto y tomo rumbo a la entrada mas cercana a la ciudad. Mientras se alejaba, Andrea no podía compararlo con nada sino con un pedazo de tela llevado por el viento, un espanto, una aparición, pero sin embargo su oferta era tentadora, ella no era una chica ingenua que sigue a un desconocido solo porque él lo dice, sino que el ambiente y la empatia que emanaba el individuo despertaron en ella curiosidad y eso era algo que hace mucho no sentía, así que decidió seguirle y ver en que terminaba todo esto. 

Cuando comenzó a seguirlo, el hombre ya casi entraba en la ciudad, y cuando llego a la puerta de la ciudad solo vio una sombra entrar a un callejón, y una vez en el callejón vio que el mismo no tenia salida, al final de él había una pared de unos dos metros, a cada lado había casas de dos pisos, con pisos de aproximadamente dos metros y medio cada uno, de pronto observo una ventana abierta en el segundo piso de una de las casas y una especie de sombra proyectada hacia la calle por las velas, como no tenia nada que perder se trepo como pudo al muro y desde ahí logro saltar y aferrarse por poco al borde de la ventana (cabe destacar que Andrea media aproximadamente un metro y ochenta centímetros, por lo que en pie en el muro alcanzaba una altura de tres metros ochenta y extendiendo sus brazos un poco mas), una vez aferrada de la ventana entro como pudo por ella y observo que nadie la vigilaba, dentro de el cuarto encontró una cama, dos cofres cerrados con candado, una biblioteca con libros de todo tipo, un espejo, un baúl con ropa, y lo que mas le llamo la atención fue que sobre la cama encontró tres objetos, una bolsa con dinero con 60 morniks de la capital y 120 yuneks de uso común en todos los reinos del norte, lo cual era mas de lo que había visto en su vida y al menos 10 veces lo que debía (contando solo los morniks ya que ella no conocía la otra moneda), junto a la bolsa había un estilete de acero negro con una escritura en un lenguaje desconocido en la hoja y con una extraña joya en el pomo que era purpura por unos momentos y dorada por otros, y junto a estos dos había una pluma.

Después de ver todo esto observo toda la habitación buscando a su perseguido, le encontró junto a la puerta con una extraña actitud de estar analizando y acechando a la vez, —¿con cual de las tres solucionarías tus problemas?— le dijo.

A lo cual ella después de observar varias veces los tres objetos contesto —te diría que con la pluma o con la bolsa, pero no encuentro manera efectiva de apuñalar con ninguna de las dos y eso es exactamente lo que ese hombre se merece.

—Ya aprenderás que es mas fácil y seguro apuñalar con cualquiera de esas dos antes que con el estilete.

Después de un momento ella como volviendo en si pregunto —¿Que hacemos en esta casa? ¿a quien pertenece?.

—Por ahora descansar— y mientras el individuo se alejaba le escucho decir —y no había necesidad de entrar por la ventana—   sin embargo aunque lo escuchaba hablar solo podía comparar su voz con un susurro, una brisa, con hojas que caen al suelo.

Ya era de noche y comenzaba a llover y mientras quitaba los tres objetos de la cama Andrea observaba lo desarreglado que estaba su cabello, oscuro como la noche, lo sucia que estaba su cara, la cual era blanca como la nieve y que en otros tiempos estuvo llena de vida y alegría, y mientras sus ojos marrones comenzaban a cerrarse por el sueño, ella se preguntaba que hubiera pasado si hubiera logrado caer junto a los claveles.

El RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora