La travesía sangrienta

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  Llovía como una cascada, mucha agua había caído en las últimas seis horas, el camino estaba lleno de lodo... Lodo y sangre, la sangre cubría todo el suelo, había mucha sangre, varios cuerpos con armadura, en el peto de las armaduras se observaba un león pisando una serpiente, eran soldados de caballería de el bendito o al menos lo habían sido en algún momento mientras estuvieron vivos, en medio de todo este sangriento desorden había un grupo de hombres detenidos alrededor del tronco del gran árbol, algunos heridos con flechas, otros sin heridas pero agotados, otros incluso muriendo pero aun sobre sus caballos, en el centro del grupo estaba un hombre que parecía no participar de la situación, parecía que se hubiera abstraído de ese momento y lugar, era el mismísimo Alejandro, no se le observaba ni cansado ni herido y a su alrededor solo quedaban siete soldados y un mago.

  Su camino no había sido tan fácil o productivo como esperaba, sus hombres estaban convirtiéndose en abono en algún lugar de ese campo, su tribu estaba a varios días de distancia y él no había logrado su objetivo, el fuerte que había buscado no existía, la profecía que había creído era falsa, ni siquiera él sabía que hacer ahora.

  Por un momento pensó en morir en ese lugar, pero con la misma fuerza que recibió la idea también la desecho, solo fue un momento, un momento después pensó en volver y caer junto a sus hombres, pero entonces su sacrificio habría sido en vano, debía seguir, debía volver, pero la pregunta era, ¿cómo?.

  Su esperanza estaba destruida, su fe no tenía sustento, su fuerza estaba agotándose junto con su resistencia, no era el mismo que en su juventud cuando luchó contra la hermandad del olmo rojo, en aquel lejano momento había sabido cómo actuar ante cada problema, ahora no, ya era poco lo que podía idear, dicen que los jóvenes son arriesgados y los ancianos son más calculadores, pero no había nada que calcular, nada que pensar, estaba siendo perseguido por muchos hombres, su posible salvación no existía, no sabía en qué estado se encontraba el resto de su pueblo y su ejército, pero al menos por eso seguía andando, no había certeza de la destrucción de su pueblo y tenía la esperanza de ver una última vez a su familia.

  La lluvia no cesaba, con una mano en la cintura, y la otra sosteniendo la lanza de sus antepasados, nadie hubiera dudado (al verlo tan imponente aun en esas condiciones) que era aún capaz de hacer frente a cualquier enemigo, solo los dos más cercanos lo conocían lo suficiente para saber que no estaba tan tranquilo como aparentaba, pero aun ellos esperaban que resolviera todos los problemas.

  Ordenó a sus hombres reemprender la marcha, aún tenía un motivo para vivir, aún tenía algo por hacer, aún no había acabado su última travesía.

  El fin había comenzado seis días atrás cuando se embarcó en esa travesía sangrienta, en ese momento ni él ni sus hombres sabían como cambiarían sus vidas en los siguientes días, ni siquiera lo imaginaban.

  Los primeros días del recorrido encontraron en su camino pueblos destrozados y saqueados, asaltantes de caminos, enfermos, huérfanos, viudas, sumado a eso en cualquier parte se podía observar desde hurto y vandalismo hasta violaciones y asesinatos. Esto era el resultado de la reciente derrota de un ejército multitudinario y la posterior deserción de las partes del mismo. Ayudaron a solucionar los problemas que pudieron sin detenerse, su misión exige la mayor prisa.

  Después de cuatro días observando la misma situación en cada aldea y pueblo se toparon con algo diferente.

  El quinto día de su travesía comenzó a las tres de la madrugada, después de haber descansado cuatro horas, se levantaron, comieron apresuradamente, alimentaron a sus caballos y continuaron, apenas partieron encontraron problemas con un grupo grande de hombres del bendito, aproximadamente unos cuarenta, los acabaron fácilmente, pero esto dejó agotados a Alejandro y al mago por el uso de la convocatoria de lanzas. Después de esto, cabalgaron por horas en medio de territorio enemigo, sintiendo que entraban cada vez más en la boca del lobo.

  Encontraron un poblado que estaba siendo asaltado por desertores del gran ejército, aunque hubieran podido seguir y obviar el problema, su mentalidad de siempre prestar apoyo (no tanto por bondad sino por su orgullo de ser la única autoridad en la estepa) los obligó a entrar al pueblo y acabar con los salteadores, en medio del conflicto y el desorden los mismos habitantes del pueblo atacaban a asaltantes y a liberadores, dejando esto como resultado tres hombres de Alejandro heridos y al resto sin ganas de prestar ayuda a nadie, salieron del pueblo (después de acabar a los asaltantes) desmoralizados y cansados, habían avanzado un poco menos de lo previsto así que decidieron no descansar esa noche.

  Después de cabalgar durante toda la noche observaron un par de jinetes al amanecer, estaban lejos, quizá a quinientos metros, pero sabian que debian alcanzarlos antes de que notaran su presencia. Un momento después ambos jinetes galopaban a toda velocidad alejándose de ellos, supieron que no podrían alcanzarlos por haber cabalgado durante toda la noche.

  Las siguientes horas fueron una tortura, sabían que los enemigos podían llegar en cualquier momento, estuvieron esperando por tres horas, a la cuarta hora aparecieron en el horizonte unos doscientos hombres, sabían que todo había acabado. Lo que siguió duró menos de quince minutos, lucharon con todas sus fuerzas,cuando ya no les quedaban fuerzas ni caballos lograron ver una esperanza, en la parte mas ruda del combate, donde mas enemigos habían muerto había unos caballos sin jinete, se abrieron paso a la fuerza, robaron los caballos y escaparon dejando a los heridos atrás, cosa que jamas se hubiera esperado de ellos sus enemigos y fue esto lo que les dio un poco de tiempo para escapar mientras los más heridos contenían el enemigo asegurando el escape de su líder.

  Unos pocos hombres los persiguieron, pero murieron rápidamente.

  Mientras recordaba los últimos seis días Alejandro continuaba avanzando, esperaba por lo menos llegar hasta su hijo.


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