Interludio: sucesos de medianoche

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Andrea despertó preocupada y asustada, era como si todos sus temores y recuerdos hubieran vuelto de golpe, la lluvia continuaba y no parecía que fuera a terminar pronto, sus manos temblaban pero no por el frío, de pronto volvieron a ella ganas de acabar con todo y tuvo ganas de llorar, algo le decía que escapara, que hullera, que ya había dormido mucho, que era demasiada calma para ella, sin embargo poco a poco entre preocupación y miedo Andrea se fue durmiendo y olvidando sus problemas.

Mientras ella se iba durmiendo, en otro lugar la ciudad iba despertando lentamente por un extraño alboroto, un hombre era atacado por un grupo de ladrones o quizá asesinos, su apellido era Mondrecknest y su familia pertenecía a una antigua, poderosa y respetada orden de monjes caballeros, los guardianes de la espada bendita, los que pudieron presenciarlo compararon su combate con una dama bailando en medio de cinco varones que la pretendían, aunque el mismo, solo duro segundos. 

Un poco mas al sur, bueno, mucho mas al sur, por las llanuras conocidas como la estepa infinita (que se extendía por las tierras del noroeste, el oeste y el suroeste de ella) un hombre observaba preocupado como marchaban hacia su pueblo, su familia y sus hijos los batallones de el gran ejercito nómada, todos guerreros nocturnos, todos guerreros expertos, todos dispuestos a matar, en sus rostros se reflejaba la luz de las antorchas y en sus manos empuñaban las armas de el dios de las noches, trecientos cuarenta mil hombres de a pie y junto a ellos treinta mil caballeros, eran los hombres de el Bendito, y él sabia que si lograban su cometido acabarían con su civilización, con su religión y con su cultura.

Mientras Andrea iba lentamente conciliando el sueño, su destino se iba escribiendo.

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