Noticias lejanas

39 6 0
                                    

  -Debemos llevar todo, no podemos dejar nada aquí, él probablemente vuelva, no olviden la lanza, cuenten a los nuestros, no queremos algún viajero de las sombras infiltrado, preparen forraje para los caballos, las ovejas comerán lo que consigan mientras andamos, quemen todo lo que no podamos cargar, debemos retirarnos antes de que regrese con un ejercito mas grande, debemos marchar al sur, a la costa de la masacre, ahí encontraremos su bastión, su fuerte, la atalaya que ordeno construir por si volvían.

  Así hablaba el líder de el pueblo santo de la estepa desde su caballo mientras contemplaba la desolación causada por la reciente batalla, y aunque no había tenido perdidas importantes en sus filas, sabia que pronto el bendito volvería a atacar, ya que su objetivo aun no había sido logrado.

  En otro tiempo había sido un forajido, también un caballero, había viajado por el mundo, había visto los dos océanos a ambos lados del continente, había escalado las montañas al norte, había conocido a los sabios del mundo, había hablado con el santo padre y también con el emperador, había participado en grandes batallas y había salido victorioso de grandes duelos, pero todo eso era parte del pasado, ahora en su vejez el poder de los ancianos de la tribu recaía sobre él, había sido seleccionado por unanimidad como líder de la tribu en tiempos de guerra, una elección hecha por los mismos que una vez lo detestaron y calumniaron por ir a aprender de los moradores de las grandes ciudades.

  La estepa contaba con muchos pueblos, todos llenos de guerreros, todos llenos de excelentes jinetes, todos llenos de hombres sin miedo, de todos estos pueblos uno se levantaba entre los demás en cultura, economía y sobre todo en el arte de la guerra, este era el pueblo santo de la estepa, y su diferencia con el resto se debía a que muy cercano a el nacía el rió que regaba toda la estepa y todos los pueblos desde tiempos remotos habían preferido ser sus amigos, debido a esta cercanía cultural con todos los otros pueblos, tomo lo mejor de cada uno de ellos, y después de quinientos anos ya se había vuelto el pueblo mas avanzado en toda la estepa, fue por este avance y superioridad que nació en este pueblo el padre de las lanzas o el iluminado como lo llamaban en su pueblo, ya que en lo que a ellos respecta fue mas un sabio que un guerrero.

  Y este pueblo tan importante se estaba movilizando nuevamente después de haber abandonado su vida de nómada hace mas de dos mil años, solo por la ambición de un hombre, solo por el poder que había reunido un individuo... El bendito.

  El pueblo santo se volvió en la horda santa que hoy todos conocen después de este día, contaban con tres mil quinientos guerreros a caballo y cincuenta magos de batalla, también a caballo (esto representaba el mayor ejercito de magos existente en el continente), sumado a esto contaban con veinte mil personas entre mujeres, ancianos y niños, su objetivo era el fuerte del atalaya, construido por el gran profeta en los años de la vida nómada, la fecha ya no se recordaba, pero todos sabían que debía seguir en pie, porque muy claro recitaba la profecía.

Cuando el enemigo asedie a nuestro pueblo y lo ponga en situación difícil,

 cuando el dragón se levante de su sueño,

 cuando la batalla sea imposible de vencer,

 entonces escapad a el gran refugio,

 al monte inalcanzable, 

a la fortaleza eterna.

  Por esto nadie dudo cuando el gran Alejandro (actual líder del pueblo vuelto horda) ordeno poner rumbo al sur, directo hacia la atalaya. Al frente envió a sus mejores exploradores para evitar emboscadas y para ver el estado de la fortaleza, debían llegar a la fortaleza y volver en cuestión de veinte días, luego de esto envió en la vanguardia la mitad de su ejercito, en el medio a todas las personas desarmadas con los animales y en la retaguardia iba el con su guardia personal de doscientos jinetes lanceros, los magos y el resto del ejercito, cuando partieron incendiaron todo en el campamento, no dejaron nada útil, si debían abandonar su hogar ancestral se asegurarían que nadie mas lo usara.

  Partieron quince días después de los exploradores, en el camino encontraron algunos bandidos (que probablemente habían sido soldados del bendito) que solo sirvieron para demostrar la capacidad de convocatoria de lanzas que poseía Alejandro, haciendo aparecer incluso quince de una sola vez (aunque luego de eso se le vio un poco agotado), también era excelente jinete y lancero, de no ser por el orden establecido en el ejercito hubiera estado mas que feliz de estar en la vanguardia.

  Después de cinco días de camino los exploradores volvieron, estaban claramente agotados, algunos heridos, otros no volvieron, y no habían podido encontrar la fortaleza de la atalaya, en todas direcciones estaban rodeados de enemigos y hacia el frente solo encontrarían estepa y al final de la misma el mar, pero ninguna señal de la atalaya.

  Alejandro debía actuar rápido antes de quedarse sin provisiones o ser rodeado por el enemigo, como era un hombre que conocía mundo y también era un buen explorador decidió ir en persona a explorar el área con quince de sus mejores hombres y un mago, debían volver en diez días, pues iban en los mejores caballos.

  Dejo encargado de la horda a su hijo que debía seguirlo lentamente, a una distancia prudente y evitar cualquier batalla.

  Mientras Alejandro avanzaba hacia la atalaya y se separaba de la horda, un ave mensajera llegaba al desolado pueblo que había abandonado días atrás, trayendo noticias lejanas que podían ser importantes para el.

El RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora